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Editorial

Barrick: ¿cuatro o cinco millonarios o cientos de contratistas?

En esa respuesta se esconde la raíz del escuálido escudo de defensa que tuvo la compañía en plena crisis: sus pocos beneficiarios no aparecieron ni en defensa propia. Por Sebastián Saharrea.

Por Redacción Tiempo de San Juan
Uno de los coletazos de la megacrisis en Barrick luego del tercer derrame anunciado en Veladero fue la escasa -tendiendo a nula- defensa a la posición de la empresa de parte de sus terceros interesados.
Llamó la atención en el ambiente, por ejemplo, que ni siquiera los beneficiarios directos de la existencia de la minera en San Juan desde que desembarcó hubieran levantado aunque sea tímidamente la voz. Aunque más no fuera en defensa de sus propios intereses.
Pero mirando bien, no debió haber sido tan extraño. Alcanzaba con revisar la lista de los locales que embolsaron grueso en los 12 años entre la construcción y la actividad de la mina, para descubrir que hubo apenas un manojo de tocados por la varita mágica mientras el resto miraba desde lejos, como dice el tango, con la ñata contra el vidrio.
Cuatro o cinco nuevo ricos locales, muchos de ellos reconvertidos hoy a otros rubros ante la llegada de las vacas flacas (supermercados, hamburgueserías, etc.) que estuvieron a centímetros de provocar una grieta peligrosa. De un lado los que se pasearon esos años alrededor de la Plaza 25 en sus lujosos autos importados, del otro lado los que apenas y con suerte ligaron un trabajo bien pago.
Clara inequivalencia de años, imputada en gran parte a la cerrazón y los procesos de compras abrochados con candados para los amigos, que terminaron imponiendo la sensación de que para cualquier mortal resultaría imposible venderle alguna vez algo a la Barrick, así sea mercadería o servicios, si no era por la vía no convencional.
Así fue como la mayoría de los contratos con proveedores cayeron en las mismas manos, sistemáticamente. En las de los afortunados que tuvieron en su celular los teléfonos indicados, a quienes les alcanzó con esas gestiones de lobby para quedarse con la tajada del león. Sin que pesaran factores de mercado: mejores precios, mejores servicios. Poco de eso: casi no hubo concursos anunciados.
Se fue armando así una tómbola peligrosa. Cuatro o cinco afortunados, algunos que ligaron algún rebote y formaron entidades empresarias que se dedicaron a dirigir el tránsito. Y sólo se abrieron las puertas a los indicados por algún mandato autorizado. Poco más que eso.
Si se quisiera ser realistas, habrá que aceptar que ese apartado es uno de los principales pasivos de la minera en San Juan, y debería estar ahora sujeta a revisión en la extensa mesa desplegada para analizar el futuro: cómo fue posible la formación de un pequeño y exclusivo equipo de beneficiarios, a quienes la empresa puso en sus manos millonarios negocios.
Una situación que fue generando energía negativa en la gente de a pie, de tanto verlos pasar despreocupados por la plaza en sus 0 km: si esos son los beneficios de una actividad minera que tiene ganas de consolidarse en serio, habrá que convenir que a algunos los agarró con el caudal de una manguera de incendios, y a otros apenas con un gotero.
Era natural entonces que cuando las papas ardieran y la actividad tuviera que convocar hasta las tropas de reservas para defenderla ante los embates externos, los que se reportaron fueran contados con el pulgar y el índice. Casi nadie salió a poner el cuerpo para evitar que se lleven puesta esta fuente genuina de generación de riqueza. Y el motivo fue eso: demasiado concentrado todo entre los pocos que conseguían atravesar la puerta.
Brilló por su ausencia ese grupo de afortunados que amasó fortunas proveyendo desde foquitos hasta maquinaria para el inmenso mecanismo que una industria como la minera necesita para funcionar. Se tragaron la llave del candado, alambraron el perímetro y jugaron una relación peligrosa. Desde afuera y desde adentro de la empresa.
Lo hicieron por la vía del trato personal, en muchos casos, o en el reparto de áreas. Cuando no con la colaboración de algunas esferas oficial, como lo fue la increíble mesa de homologación que dirigió el por entonces secretario de Minería de la Nación, Jorge Mayoral.
¿En qué consistía? En analizar la estructura de costos de todos los insumos importados que demandaba la actividad minera y generar las condiciones para que ese mismo insumo pueda ser colocado por algún proveedor local.
Nada pecaminoso hasta acá, si es que el sistema favorecía a la mano de obra local, más aún sanjuanina. El asunto es que se hacía colocando barreras al ingreso importado con aranceles o directamente impidiéndoles el ingreso, y a los locales les habilitaba el negocio sin que los precios bajaran. Y, lo peor, sin que compitieran con nadie.
De modo que los beneficios de proveer al sistema minera en desarrollo quedaba depositado en las pocas manos de los sentaban a la mesa de esa homologación. Donde se dirigió el tránsito sobre quienes eran invitados y quiénes quedaban afuera. Algo así como que ponían una barrera los habilitados para hacerlo –desde las oficinas públicas-, que luego levantaban a los pocos empresarios favorecidos. Que a su vez parcelaban el negocio e impedían el ingreso al resto. Ante la atenta mirada, sólo por encima, de los que manejaban la teta.
Fue ese uno de los motivos por lo que la olla fue juntando presión a medida que se multiplicaron los autos caros alrededor de la plaza. O los viajes transmitidos por Facebook, o los lamentos y la resignación de los que debieron conformarse con el vuelto. Ese esquema también explotó por el aire junto al enésimo derrame.
Habrán tenido elementos en la compañía para tomar nota de que ese factor de concentración fue el que creó las condiciones para tan escuálido escudo de defensa que tuvo Veladero ante el estallido de furia de la opinión pública. El pequeño grupo de ultra beneficiarios del sistema prefirió esconder la cabeza –a excepciones contadas como el caso del taller de las 4x4-, mientras al resto les pareció insignificante porque no se les figura una gran pérdida con el cierre de la mina.
Se perdió durante todos estos años la oportunidad de generar un batallón de defensores de la actividad minera, aunque más no sea en beneficio de sus propios intereses. Hubiera operado si la torta se cortaba en más tajadas y se facilitaba el ingreso al sistema de cualquier hijo de vecino si es que reúne las condiciones apropiadas para hacerlo.
No es menor el tema. Por el contrario, aparece como natural una revisión de ese pasado concentrado en las manos privilegiadas de un corto entorno que se alimentó desde la propia empresa, para trazarse una perspectiva al futuro.
Si es que lo hay, a no olvidarse que el revuelo que levantó el nuevo derrame funcionó como una bisagra que obliga a barajar y dar de nuevo. Con actores desbocados como el propio ministro de Medio Ambiente, el rabino Bergman, y agitaciones extrañas en los medios nacionales.
Por estos días, en las calles de San Juan aparecen nuevos protagonistas. De rasgos asiáticos y provenientes de China, producto de la fusión de Barrick con la Shandong china para explorar las perlas sanjuaninas. Ellos le tienen fe.
Tiempo de San Juan

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