Enfrentarse a la muerte en soledad. En una lucha en la que el cuerpo sufre y la mente no para un segundo. Así vivió el abogado César Jofré la experiencia límite de estar al borde de la muerte después de contagiarse de coronavirus. Estuvo siete días internado en Terapia Intensiva, haciendo fuerza por respirar. Se refugió en la fe y encontraba tranquilidad en notar que había superado una noche. Por primera vez, el chimbero contó su experiencia en Tiempo de San Juan.
El 22 de junio Jofré se enteró que tenía coronavirus, tres días después de haber festejado el Día del Padre. “Tenía tos y las piernas muy cansadas. Me hice el test y me dio positivo. Ahí nomás me hicieron una placa y empecé a tomar medicación. A los pocos días ya no saturaba bien, por debajo de 87. Respirar era como inflar el pecho con 20 personas arriba”, relató.
Con las dificultades respiratorias, vino una fuerte infección. Tenía 30.000 glóbulos blancos. Con el panorama cada vez más complicado, decidió llamar a la ambulancia para que lo internen. Los médicos y enfermeros del 107 lo evaluaron y determinaron que era lo mejor para su condición. Primero, llegó al Hospital de Albardón. Allí estuvo una noche y al otro día, lo derivaron a la Terapia Intensiva del Rawson.
“Desde el momento que te suben a la ambulancia, la cabeza te empieza a maquinar. No sabés si volvés. Después en el Rawson, cuando te ingresan a Terapia Intensiva en una camilla con cierre hermético. Mirás a los costados, a los ingresados. Ya tenía neumonía bilateral”, contó el abogado.
El hombre recordó cómo fue estar boca abajo para facilitar la respiración, cómo era sentir que no alcanzaba con el esfuerzo para que los pulmones se llenaran de oxígeno, el ruido de las máquinas de las cuales dependía su vida. “Estas solo con los tubos luchando por tu vida. Entran los médicos, vestidos de astronauta, te cambian los sueros. Nunca perdí la conciencia, cada vez respirás menos y te preocupa mucho no reaccionar. Te ayuda la mecánica, te ayuda la medicina”, relató sobre esos días iniciales en la Terapia.
“Es tu momento de pelear por un nuevo amanecer”
En esos cuatro días de mayor gravedad, se encomendó a los santos y le pidió al Cura Brochero. Hizo promesas que decidió guardárselas para él. “Muchísimas cosas le pedí a Dios, le decía que tenía hijos, que quería estar con mi familia. Estás consciente de todo lo que pasa, que podés volver a tu casa o no”, recordó. En la oscuridad de la noche se mezclan los sentimientos. Allí se produce una guerra psicológica. La cabeza es muchas veces el enemigo. Recordó con gran alegría los momentos en los kinesiólogos les levantaba el ánimo.
Recién el día cuatro, empezó a respirar mejor. Cuando fue trasladado a la Terapia Intermedia sintió un alivio, sintió que la muerte se había alejado. “Tenía mucha fe, pero también veía cuando me desmejoraba. Trataba de no perder las esperanzas, pero cuando te falta el aire es difícil. Recién cuando me llevaron a la Terapia Intermedia, sentí alivio. No podía ni caminar, me llevaron en silla de ruedas. Después pasé a la parte de Clínica y me terminé yendo con oxígeno en casa”, dijo.
Con el alta, arrancó la recuperación. Un proceso que aún no termina. Ahora César está lidiando con las secuelas, con lo que le dejó el Covid.
“Yo pensaba que lo había tenido, que había sido asintomático. Pero no, cuando tuve coronavirus, me enteré que tuve coronavirus. Todo el mundo cree que es superpoderoso y no piensa que va a sufrir las consecuencias de la enfermedad”.
César agradeció las cadenas de oración, sintió la energía mientras estaba internado en una cama del Rawson. Quiere recuperarse para volver a su gran pasión: la abogacía. Para cerrar, el chimbero dijo: “Hoy doy gracias a esta nueva oportunidad y la voy a aprovechar”.