Una fuente calificada expresó a Tiempo de San Juan que el Padre Walter Bustos es “como el regalón de la cárcel”. El argumento principal que sostiene esta tesis es que se dedica a confesar no solamente a los detenidos en los calabozos de la sección Seguridad Personal de la Central de Policía, sino que también lo hace con el personal policial de dicha división.
Según informaron fuentes allegadas al cura acusado de abusar de sus tres sobrinos, Bustos “tiene algunos privilegios porque no está alojado en un calabozo común como todos los detenidos sino que está en una antesala de los calabozos”. Es un lugar que se encuentra previo a ingresar a las celdas donde están los demás reos, no posee rejas y está cerca de los guardia cárceles.
Su vida en el interior de la cárcel es rutinaria ya que, luego de desayunar, el Padre comienza con sus rezos diarios. Los otros horarios en los que se comunica con Dios son en la siesta y, por último, en la tarde-noche, según contaron.
Sin embargo, su actividad religiosa no termina en sus oraciones diarias. Por pedido expreso del cura, se encarga, además, en los horarios previos e inminentemente posteriores al almuerzo de confesar a los detenidos en la sección Seguridad Personal. También lo hace con los calaboceros y todos los efectivos que quieran hacerlo con él. “Es una persona muy predispuesta a confesar a quien desee hacerlo, no tiene problemas”, afirmó una fuente.
Por estos motivos, no es descabellada la frase que largó el bombero acusado de abuso y luego sobreseído, Matías Ottenhsimer, sobre el Padre de Angaco: “Es un pilar fundamental para todos los presos”. Les brinda la posibilidad de “acercarlos a Dios” a los reos que deseen confesarse con él que, según la fuente consultada, “son la gran mayoría de los detenidos”.
Su característica risa no la perdió por estar preso: “Es increíble como ríe todo el tiempo, está muy tranquilo, evidentemente es una persona muy elevada espiritualmente”, dijeron a Tiempo de San Juan.
Otra cuestión a destacar es la cantidad de personas que aún lo siguen bancando al cura. Cuando una persona está detenida en los calabozos de una comisaría o división de la Central (como es su caso), son los familiares los encargados de llevarle la comida diaria: desayuno, almuerzo, merienda y cena. El cura recibe alimentos en todo momento pero no solo de sus familiares sino de mucha gente que “lo quiere muchísimo y confía a ciegas en él”.
Lo cierto es que el cura Walter Bustos, más allá de seguir conservando su tranquilidad dentro de la cárcel, está imputado por el delito de su abuso sexual contra tres de sus sobrinos. Lo investiga el juez Guillermo Adárvez, del Tercer Juzgado de Instrucción, quien tiene todavía un arduo camino para determinar qué decisión tomar en la etapa instructiva: si lo sobresee, le dicta falta de méritos o, lo peor, lo termina procesando.