Los datos aquí revelados pidieron ser tratados con cautela por la fuente. Por tal motivo se le advierte al lector que se mantendrá en reserva la identidad de la persona como cualquier dato que pueda dar con su paradero. Dicho esto, pasaremos a contar el extraño caso de una sanjuanina que enviudo y recorre los velorios por una insólita razón. La mujer que por pedido propio decidió reservar su identidad, tiene un hábito poco usual, que para algunos es incomprensible y para otros es digna de recibir atención médica. Y es que pasa sus noches en velorios ajenos para no sentirse sola.
Tiene 68 años, es oriunda de Rivadavia, trabajó como enfermera en uno de los hospitales más concurridos de la provincia y estuvo casada sin hijos con su esposo por casi 30 años, el problema fue que al enviudar comenzó a sentir miedo de quedarse sola en la casa que compartía solo con su cónyuge. Y es así que primero fue buscando en amigos, familia y conocidos una mano para que la dejen hospedarse ocasionalmente por una o dos noches. “Iba a mi casa una o dos veces al día pero después me daba miedo quedarme ahí, así que le empecé a pedir a mis amigas que me hicieran un lugar en su casa, ellas accedían encantadas porque siempre estuvieron para mi, sobre todo cuando se fue mi marido y quedé sola. Pero después las cosas empezaron a complicarse, porque no me lo decían pero yo sabía que incomodaba tener a una persona ajena a la familia todo el tiempo” relato la mujer sobre el comienzo de su extraño hábito.
Desde entonces y para conservar las amistades, la mujer decidió ir a los velorios ajenos a pasar la noche. “La excusa era perfecta porque no gastaba plata y allí la gente se queda toda la noche despierta, empecé buscando en los servicios pertinentes o pasaba por las cocherías” sostuvo en off the record para evitar cualquier tipo de ofensa.
Se acercaba a despedir al difunto como si lo conociera y luego se quedaba cerca en silencio o compartiendo charla con quien se le aproximaba. Durante el último tiempo incluso se animaba a proponer un juego de naipes para entablar una amistad con las personas que despedían a su familiar. “Me tomaba un cafecito, un anís y cuando veía que la situación daba le decía que jugáramos a algo para distendernos, por ahí se prendían, pero muchos se preguntaban quien era porque es raro que alguien se acerque y pase toda la noche, a veces me tenía que ir porque pensaba que yo era la amante o algo por el estilo” comentó sobre su extraña rutina.
Finalmente el hábito se fue desintegrando, pero fueron 6 meses donde tuvo este comportamiento de ir a los velorios para no quedarse sola. En fiel intimidad dijo que “enviudar es un proceso muy difícil, y quedarse sola en el mundo no es fácil, pero por algo extraño en esos lugares me sentía contenida con gente que de alguna manera le pasaba lo mismo” dijo resguardándose al respecto.