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una historia lgbt

Todo por mi hija: los papás de la nena trans sanjuanina y su lucha de amor contra el sistema

Es natural que los padres den todo por sus hijos, pero la mayoría de las personas transgénero no tienen ese apoyo y, condenadas por su familia y una sociedad que las rechaza, su expectativa de vida es de 35 años. Sin embargo hay quienes pelean para que esto cambie.

Por Redacción Tiempo de San Juan

Imaginá que estás jugando a la pelota en el barrio con tus amigos y tu mamá te llama para comer. Cuando llegás a tu casa, te ve embarrado hasta los pelos y te manda a bañar. Cuando salís del baño, te vas al cuarto porque tu mamá te dejó la ropa lista en la cama para que te la pongas y, cuando te quitás la toalla de la cara, te das cuenta que hay un vestido color rosa, unas sandalias y una vincha de flores para que te pongas en la cabeza. "¿Qué pasó? ¿Mamá se volvió loca? Esto no es para mí, dirías. Ahora imaginá que, a pesar de lo que creés o sentís, te mires al espejo y el reflejo te dice que sí, que uses eso. Imaginá que esto te pase desde que tenés memoria, todos los días... ¿Cómo te sentirías?

Cada historia -con un final feliz- tiene a sus héroes y esta -muy especial- tiene a un papá y una mamá que lo dan todo por su hija. Claro, cómo lo haría cualquiera, diría el sentido común, pero lamentablemente no siempre sucede cuando se trata de una persona transgénero, quien en su mayoría sufre el rechazo de su familia, es expulsada de su hogar, ignorada por la sociedad que también la discrimina y la acorrala a tener una expectativa de vida promedio de 35 años.

Trabajos científicos aseguran que el rechazo familiar multiplica por ocho el riesgo de suicidio en personas trans y por seis el riesgo de depresión. Los niños son muy vulnerables en su primera infancia, necesitan de la aceptación y del amor de sus padres, tanto como del alimento, pero muchas veces, los familiares que los tienen que proteger son los que los niegan, discriminan o ejercen violencia. Es que cuando hay un niño trans, los primeros que tienen que salir del closet son los padres, señala un especialista.

Sin embargo, para cambiar esta realidad existen personas como las que están a punto de contar su historia. Ellos son Verónica y Fernando, los papás de la nena trans sanjuanina que se plantan para dar la pelea a las estructuras, pero con amor.

No tienen ni capa ni superpoderes, simplemente están dispuestos a luchar con todas sus fuerzas por la felicidad de su hija, la más pequeña de tres que actualmente tiene 10 años. Hace poco protagonizaron un episodio de discriminación en el ámbito escolar que trascendió en los medios de comunicación, pero prefieren no hacer mención a ello y solo se limitan a agradecer y destacar el apoyo que recibieron de parte de la institución a la que su niña asiste. 

A principio de año, su vida dio un giro inesperado que la cambió por completo y los involucró en un mundo desconocido que día a día descubren y los hace orgullosos de ser quiénes son. Entre lágrimas y con las manos tapando su cara, el menor de sus hijos le confesó a su mamá que a pesar de haber nacido como un varón, estaba en un cuerpo equivocado, se sentía mujer. La respuesta fue inmediata: "Te voy a amar y acompañar"

Quizás haya miles de ejemplos, pero ese momento sin dudas simboliza el corazón roto de una madre. En ese instante, Verónica comprendió el sufrimiento que siempre debió soportar, entendió que antes ya lo había intentado expresar con gestos y comportamientos que -con el diario del lunes- analiza. "Era un niño triste, en su mirada había algo que quería decir y no podía. No tenía amigos, en la escuela no iba al baño y se hacía encima y cada vez que teníamos que comprar ropa era un drama", recuerda con angustia y agrega: "Es por eso que los padres tenemos que estar atentos, los chicos nos muestran esta realidad, nos lo dicen con actitudes y conductas que tenemos que saber interpretar".

Con el objetivo de visibilizar su historia para que otros padres no cometan los mismos errores -si es que es válido calificarlos de algún modo, pues desconocían lo que tenían ante sus ojos- Verónica describe situaciones cotidianas: "Como siempre se juntaba con nenas y odiaba estar con otros varones porque los consideraba bruscos, pensábamos que era gay. Sin embargo, nos hacía preguntas como 'qué hubiera pasado si era nena', 'cómo me habría llamado'; o nos decía que había soñado que era una nena". 

De muy pequeña demostró esas actitudes que recién hoy comprenden y hasta sienten culpa por no haberse dado cuenta antes. Es así que su papá, recuerda con la voz quebrada las veces que la llevó a fútbol porque pensaba que eso estaba bien. "Recuerdo que estaba en el medio de la cancha, ni se movía y estaba a punto de estallar en llanto, cuando lo tomé de la mano y me lo llevé. Dije basta. Estaba sufriendo y no podía verlo así", detalla Verónica. 

"El ser homosexual siempre se ha asociado a una elección, a un gusto sexual. Pero se trata de una identidad que se construye, no de una preferencia como lo han impuesto las estructuras heteronormativas, que siempre intentaron ocultar a los integrantes de la comunidad, incluso a las personas transgénero como mi hija. Existe un género femenino o masculino de acuerdo al sexo biológico con el que nace una persona y por eso se confunde. Se confunde sexualidad con genitalidad", manifiesta. 

Tal vez las estructuras y los mandatos se interpusieron en el vínculo más puro que existe, entre un padre y un hijo. Pero el valor de esa personita lo cambió todo y, sin querer, se convierte en ejemplo junto a su familia que ha decidido cambiar el mundo.

"Si dejáramos de ser prejuiciosos y viéramos la esencia de las personas, todo sería más sencillo. Los hijos no son nuestros, son de la vida. Estamos para amarlos, educarlos y acompañarlos a construir su felicidad, que es su libertad", sostiene Verónica y sigue: "No tengan miedo de dar libertad a sus hijos. Sepan que se nace, no se hace y si no se manifiesta naturalmente es porque les enseñamos que lo que sienten está mal". 

Blanco de la incomprensión y la discriminación de aquellos que no comparten su realidad, los protagonistas cuentan que muchas veces deben contar hasta cien para no reaccionar de mala manera ante comentarios como "si mi hijo ve lo que hace el tuyo, va a hacer lo mismo". "Si lloro es porque tengo impotencia, contamos hasta un millón porque en el medio de todo está mi hija. Yo soy leche hervida y aprendí a tomar distancia de quien no entiende lo que estamos pasando", confiesa Fernando, el mismo que asegura: "No pretendo cambiar el pensamiento de nadie sino que respeten la diversidad. No quiero que cambien de opinión, sino que el mundo sea el que cambie, que todos nos tratemos como iguales; ni mejores ni peores sin importar las diferencias".

"Mamá, tengo que decirte algo"

Siempre estuvo ahí y hoy lo ven

Si bien su chiquita tomó coraje y se animó a contar lo que por dentro sentía, en muchas oportunidades lo dijo con actitudes. La ropa de nena era lo primero que iba a ver cuando entraban a una tienda. Tocaba los vestidos, los miraba. Tal vez soñaba con probárselos y lucirlos como hoy, gracias a sus padres, lo hace. 

Cuando su mamá lavaba su ropa, casi siempre hallaba muñequitas, brillitos y demás juguetitos que no le pertenecían. Su excusa, ante la consulta, era que una compañera le había pedido que se los tuviera y se había olvidado de devolver. En secreto, quizás, jugaba con ellos ya que las armas y los autos a control remoto que le regalaba su padre no eran de su agrado. Cada Día del Niño o Navidad, se tomaba cinco minutos para "jugar" con el regalo y después no lo tocaba nunca más. 

Como verla nacer otra vez 

Decir lo que era, para la pequeña de Verónica y Fernando fue liberador, tanto así que sus padres aseveran que cambió en un cien por ciento. "Es ahora una niña feliz, vive como nunca. Empezó a vivir", dice su padre con los ojos llenos de lágrimas. 

Su mamá fue quien le propuso comprar la primera prenda de vestir acorde a su sentir. "Un vestido verde agua quiero", le dijo sin titubear, como si hubiera estado ensayando para ese momento toda su vida. Y así fue que lo primero que hizo con ese vestido puesto, después de mirarse en el espejo y estar en silencio por varios segundos, fue darse una vueltita. 

A partir de ese día, se animó a soñar con la vida, algo que reconoce emocionado Fernando: "Empezó a proyectarse como nunca antes lo había hecho, a hablar de futuro, de querer ser mamá, ser veterinaria". 

Su primera muñeca, lo que marcó su mamá              

Como ya lo habían contado sus padres, los típicos juguetes que le obsequiaban no les gustaban, los usaba un ratito y luego los dejaba guardados para siempre. Fue por eso que cuando Verónica le preguntó si quería llevarse una muñeca que había visto en una góndola de supermercado, de inmediato respondió que sí. 

"Fue corriendo a buscarla, la colocó dentro del carrito y la tapó con otros productos que ahí había", cuenta la mamá. No se despegó de las compras hasta que cuando descargaban las bolsas en el auto, fue más rápida y -como ya había identificado en qué bolsa estaba- la sacó y se la llevó al asiento trasero. "Durante todo el camino fuimos en silencio. Yo no podía ver mucho por el espejo retrovisor porque iba manejando, pero sé que fue un momento muy especial. No la veía, pero sentía su felicidad. Cómo habrá vivido ese viaje, al fin con lo que tanto quería en las manos", relata conmovida por el recuerdo.

Unidos somos más fuertes

Una familia que siempre se consideró 'open mind' se vio revolucionada con su realidad y tanto padres como hermanas mayores hicieron frente a los prejuicios. "Mi mujer tuvo que aprender todo rápido y, gracias a ella, lo asimilamos juntos", dice Fernando. 

Es que una de sus hermanas fue testigo de la vulnerabilidad fuera de casa. "Llorando me contó cómo veía que los demás niños se alejaban de ella cuando se les acercaba. Por suerte, eso cambió. Desde su inicio de transición hasta hoy, algo pasó en el medio, que sus compañeros la respetan y la aceptan tal cual es", cuenta la madre. 

Con ayuda de terapia, la familia sanjuanina que encarna la emotiva historia de vida asegura que la clave es contarse todo, compartirlo todo, después de tantos años (casi 10) de no expresión. "Hemos crecido como familia gracias a esto y ahora somos más fuertes. La religión es una ayuda, con ella encontramos la paz y la fortaleza que necesitamos; por eso vamos a misa seguido", señala la madre. 

¿Y dónde está el amor?

Tras ser completamente ajenos a la comunidad LGBTQ+ y pasar de golpe a ocupar un espacio importante por su hija, para estos padres que se desviven por su felicidad, la clave está en el amor de la familia. "No puedo entender cómo rechazás a un hijo por su identidad de género, cómo pueden valer más los mandatos sociales que el amor que un padre le tiene a un hijo", indica Verónica.

Sin un seno familiar que contenga y sin recursos económicos, las posibilidades se reducen considerablemente para las personas trans que difícilmente finalizan la escolarización y encuentran un trabajo digno. Tristemente, la prostitución es una opción a las que son arrastradas a tomar si no existen leyes del Estado que las contengan. 

Su mimada, que ya cuenta con su DNI de mujer tras una efectiva acción del Registro Civil local, es testigo de una realidad en cambio, de una sociedad sanjuanina y argentina más abierta pero que todavía tiene mucho por modificar. Con referentes en la televisión e historias que reflejan sus vivencias, estos padres están dispuestos a pelear por la igualdad frente a los preceptos que se contraponen con tal de lograr lo que más quieren: la felicidad de su hija, una niña trans que nació en una familia ideal.  

"Al nacer se nos asigna un sexo y una identidad basada en la biología. En lxs niñxs trans, esa asignación no coincide con la identidad (una construcción) de género. Pero es importante aclarar que lo expresan de manera persistente, coherente e insistente a través del tiempo. En los seres humanos, el género define la identidad por sobre la biología. Entonces, si nació biológicamente varón, pero se autopercibe mujer: ¡es mujer! Lo mismo sucede con las mujeres biológicas: si se sienten varones, son varones. La ley de identidad viene a apoyar esta realidad. Esto es un aspecto humano normal, pero llama la atención porque solo una minoría de niñxs lo presenta y por la enorme ignorancia que tenemos al respecto", explica el doctor Adrián Helien, coordinador del Grupo de Atención a Personas Transgénero Gapet (adultxs, adolescentes y niñxs) y autor del libro Cuerpxs equivocadxs.

  

 

 

 

  

 

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