Por Matías Montivero
Para continuar, suscribite a Tiempo de San Juan. Si ya sos un usuario suscripto, iniciá sesión.
SUSCRIBITEPor Matías Montivero
Con tan sólo tres años de edad Violeta Pérez Lobos ya bailaba alrededor de su cama para su familia. Pero sus inicios en el mundo artístico no fueron en la danza. Sus padres apoyaban su sentido creativo desde lo musical. “Me enviaron a los mejores profesores de música, pero yo me hacía la chupina, quería ser bailarina”, comenta Violeta. Y vaya si lo logró: a los 70, sigue yendo todos los días de la semana a transmitir a los alumnos su pasión por el baile.
En el año 1957, cuando ella tenía dieciséis años, comenzó su carrera de danza clásica con Nebita Alladio. Cinco años más tarde fue nombrada como ayudante del Instituto Superior de Arte (ISA) y para el año 1965 fue nombrada primera bailarina de esta institución, con 24 años de edad.
En el año 1968 se deshace el Instituto Superior de Danza. Pero esto no detuvo a Violeta, ya que junto a Juan Carlos Abraham (su fiel compañero artístico) decidieron emprender su propia carrera. Él como coreógrafo y ella como primera bailarina de todos sus proyectos, llegaron a interpretar grandes obras como “Carmina Burana”, “Cantata Sudamericana”, entre otras.
“Me enamoré, y a los 38 años me casé, fue algo polémico porque me casé con un primo hermano”. A esa edad Violeta contrajo matrimonio con Fernando Colquin Aguado. Violeta, como fiel creyente, quería una unión cristiana y para esto tuvieron que gestionar un permiso especial. Una vez obtenido el visto bueno desde la Iglesia, decidieron hacer una celebración muy intima, sólo para familiares cercanos. “No quisimos tener hijos, y estábamos en la duda si adoptar o no, pero me hubiera gustado ser madre. Es más, ya le había designado una profesión, violinista” agrega la bailarina.
En el año 1976 creó el Instituto Coreográfico Argentino, en donde se formaron bailarines en varias modalidades de danzas. Instituto que continúa en pie hoy en día sobre la avenida Rioja, metros al norte de Santa Fe, y lleva cerca de 150 profesores recibidos en danzas clásicas y contemporáneas.
Directora de su propio instituto de danza, bailarina y coreógrafa, Violeta recibió en el 2006 una distinción desde el Senado de la Nación de mano de Daniel Scioli por su aporte a la cultura. “He recibido muchas distinciones y premios, pero el más importante es el de Ciudadana Ilustre de San Juan que me entregaron el año pasado. Ya no me eligieron como bailarina, sino como persona y eso es muy noble para mí”.
En su trayectoria por el arte, no solo se dedicó a la danza. En 2011 publicó “Cantar de mis emociones”. Un libro con 65 poesías propias para ser leído por toda la familia. “Este libro es una asignatura pendiente que tenía con mi madre. Yo era muy mala alumna, no era la intelectual de la familia, y siempre dije que cuando escriba un libro se los iba a dedicar, y así lo hice”, agrega Violeta.
Pero su amor por la literatura no se detuvo, ya que se encuentra escribiendo un segundo libro con poesías y la historia de la danza en San Juan. Esta actividad, y la enseñanza del baile, mantienen a Violeta con su cabeza ocupada y le ayudan a ganarle la batalla diaria al Parkinson.
“Hay muy buen nivel de danza en la provincia y se lo puede ver en la Fiesta del Sol, por ejemplo”, opina la bailarina, quien elogia el trabajo que realizan sus colegas Alejandra Lloveras y Silvana Moreno (coreógrafas de esta fiesta). “Es una lástima que no hayan tantas oportunidades para los jóvenes bailarines y tengan que salir a otras provincias a buscar suerte”, agrega.
“Siempre lo dije, todos podemos bailar, así como todos cantamos en la ducha todos podemos bailar. Y mi consejo para los que están dando sus primeros pasos en la danza, es que nunca abandonen, ya que se adquiere una gran disciplina”.
Contenido especial