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análisis

El fin del basualdismo, nace el orreguismo

Cambio de guardia en un espacio provincial que siempre hace elecciones decorosas pero le falta un tranco para coronar. Personalidad y temperamento diferente. Por Sebastián Saharrea.

Por Redacción Tiempo de San Juan

Tal vez sea la furia periodística por sintetizar, la causante de tanta palabra nueva que intenta definir tendencias.

Como resulta incómodo definir en los titulares a Producción y Trabajo por su nombre propio, fue surgiendo la acepción basualdismo para que la idea fuera comprendida rápidamente. Pero resulta que Roberto Basualdo ya ha invocado y cumplido con su promesa de retiro voluntario, y resulta también que esas mismas riendas fueron tomadas por Marcelo Orrego: buen motivo para preguntarse si la definición del apellido que bautice a la tendencia (del mismo espacio) deberá cambiar, a tono con los nuevos tiempos.

Y a comprender por la potencia con que Orrego ha asumido el nuevo liderazgo, la respuesta más racional es que sí habrá que cambiar la definición. Aunque el espacio de referencia siga siendo el mismo: una agrupación política provincial con fuerte impronta peronista pero no excluyente (tanto Basualdo como Orrego provienen de ese formato), torneado en el ámbito de San Juan y con tejidos ocasionales con expresiones nacionales variadas.

Nunca le tocó hasta ahora conducir el ejecutivo provincial, pese a que lo intentó tres veces Basualdo y una Orrego. Pero siempre hicieron elecciones competitivas a ese nivel, lo que les permite conservar intacto el sueño de alcanzar a coronar algún día. Se los puede evaluar por la conducción de los departamentos más sólidos que maneja: desde hace tiempo Santa Lucía, más reciente Rivadavia, en ambos con una línea de razonamiento local, fuerte raigambre en el contacto vecinal y el carisma de sus más jóvenes dirigentes.

El cambio de guardia fue revelador no sólo sobre las generaciones diferentes entre Basualdo y Orrego, sino también de temperamento. En el poco tiempo que lleva al mando de la estructura, el aún intendente santaluceño tomó decisiones fuertes en una clara señal: si el futuro somos nosotros, lo jugaremos a nuestro modo.

Las dos más importantes fueron el armado de las listas provinciales, y ahora la decisión de competir para diputado nacional por el frente Juntos por el Cambio. Le queda una más relevante aún, sólo si llega al Congreso Nacional, para lo que tiene todos los boletos comprados: le alcanza con imitar a grandes rasgos su última elección personal, cuando para gobernador clavó por encima de los 34 puntos.

Empecemos por ésta última, que fue respondida elípticamente por él mismo hace un par de semanas en Paren las Rotativas (domingos a las 21 en Telesol):

-¿En qué bancada se va a sentar si es que entra como diputados, a la de Cambiemos o a una bancada en solitario?, fue la consulta (minuto 15 del video).

-En el bloque que me tenga que sentar para defender los intereses de San Juan.

Repregunta y rerespuesta. No hace falta aclarar que a Orrego ni se le cruza por la cabeza sumarse al bloque de Juntos por el Cambio, donde habitan entre otros Eduardo Cáceres. Empatía pura con Basualdo, quien en el Senado armó su bloque unipersonal, aunque funciona en interbloque con el de Cambiemos.

La jugada le permitirá una gama de prestaciones. La primera, no quedar cautivo de una estructura rígida. La segunda, mantener cintura para contradecir al equipo, no deber disciplina, en los temas referidos a la provincia, por caso el presupuesto. Y tercero, conservar espacio de negociación.

Si hubiera reelección presidencial, no será un capital menor. ¿Sería demasiada ilusión encontrarse a Eduardo Cáceres debiendo convencer permanentemente a Marcelo Orrego, dos diputados allegados en lo personal pero con diferentes niveles de relación nacional?, ¿y cómo sería si el que gana es Alberto?

El carácter picante de Orrego en la negociación política, por detrás de su aspecto público de agua de tanque, pudo verificarse en la reciente decisión de lanzarse al Congreso Nacional. Hubiese preferido ir por medio, cayó justo el corrimiento de Pichetto para seguir los pasos de un peronista, en realidad  orientado por no quedar atrapado por la polarización: “Al final, la avenida del medio quedó hecha un alfiler”, reflexionó en Paren.

Pero lo más sabroso es lo que ocurrió después, fuera de las luces, en el infighting por citar un citar un término pugilístico para un amante del box como él. Fue cuando decidió que irá en el frente Juntos por Cambio, pero que su intención era hacerlo con una lista pura.

Le costó hacerle entender a Cáceres (el otro armador del espacio) su visión. No le quedó más remedio al actual diputado que armar de todos modos con los radicales en la lista opuesta (la encabezada por Enrique Castro). Pero debió poner a jugar a segundas líneas del PRO: no a Gimena Martinazzo sino a su segunda, Flavia Gil. De modo que resulte más digerible el resultado si se impone la lógica en la Paso y no aparecer perdiendo con Orrego de manera frontal.

Así consiguió el orreguismo irrumpiente ir tomando cuerpo. En una definición de pureza apenas tamizada por el gesto que debió tener con el colombismo (otro ismo) cuando temió que se le escapara. Se tensó la cuerda y hasta en un momento pareció que Actuar (que proveyó una fuerte cantidad de votos a Orrego en Capital) podía presentar boleta por separado con el propio Colombo al frente. El resultado fue el tercer lugar en la lista para el jefe del Anses, apenas una pequeña impureza.

Negociaciones, al fin, que habían tenido etapas anteriores. Y en las que el nuevo líder del orreguismo había demostrado su propio temperamento, diferenciado del de Basualdo. Quedó en claro cuando hubo que armar las listas de diputados proporcionales del frente que lo llevaba al tope como postulante a gobernador.

“Si me quieren a mi adelante, estas son mis condiciones”, pareció haber mensajeado tácitamente el santaluceño en aquel momento en que, por aclamación, resultaba el que mejor podía expresar al espacio en votos. En consecuencia, el que mejor podía tirar del carro.

Y así ocurrió: se despachó con un 36,4% que fue el porcentaje más importante en varias elecciones atrás, que valieron la retención de dos departamentos fuertes, muchas bancas de concejales y –la tajada del medio- un número interesante de bancas provinciales. Había tomado la precaución de reservarse las primeras tres posiciones de esa lista que lo llevaba a él como carta fuerte. Y la cuarta, para su principal socio en el espacio, el intendente rivadaviense Fabián Martín.

Recién detrás quedó un espacio para el PRO, que ocupó Enzo Cornejo, y otro para Actuar, que renovó Gustavo Usín. Quedaron afuera por cantidad de votos el radical Castro –quien justamente disputa ahora la interna con Orrego- o el bloquismo disidente.

Y quedó claro que el carácter en el armado y la negociación interna ya no será la misma. Un derivado del cambio de nombre para identificar al espacio. Aunque lo ismos ya estén pasados de moda, palabras del propio Orrego.

 

 

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