En tiempos de un Papa argentino, suele plantearse como una
absurda carrera de obstáculos la de vender quién tiene más llegada al
Pontífice. Entre fieles, laicos, políticos, también curas. Si esa grilla de
partida tuviera algún sentido, no hay dudas sobre quiénes son los religiosos
que rankean más alto. Entre ellos, monseñor Jorge Lozano, a quien el propio
Papa puso en camino hacia San Juan en una jugada con interpretaciones
infinitas.
Se irá de mayor a menor: en todos los casos habrá un
promedio de cambios gruesos en todo el tablero de comandos, con su consabido
impacto no sólo en el mundillo abarcado por los intereses religiosos sino en
todo el mundo que camina una provincia signado por su fe cristiana y sus
ancestrales modales de relacionamiento.
De estilo, lógico. De visión, por supuesto. De encuadre,
entre las infinitos abordajes del evangelio, naturalmente. Y especialmente
desde la manera de ejercer el trabajo pastoral. En un terreno nada sencillo: el
Arzobispado que ocupará desde mediados del año que viene aparece por estos días
no sólo patardeado en el casillero judicial por dos causas delicadas (una por
la denuncia por fraude que hizo contra el ex administrador Brozina y otra por
la devolución de gentilezas de éste ante la AFIP que derivó en una causa
federal), sino cruzado por una furiosa interna a todo nivel que la clásica
cautela religiosa no pudo contener.
Alfonso Delgado se retira afectado por la propia medicina
que impartió para desactivar rebeliones y demostrar voz de mando. Las mudanzas
que dispuso de religiosos arraigados al terruño, otros casos en los que pareció
ejercerlo como castigo, lo fueron aislado y cortando puentes con sectores
afines en los papeles. Que más temprano que tarde, terminaron conspirando
contra él.
Entre todo el collage de intereses montados sobre el
desgaste de Delgado, hubo un dato a favor del aún arzobispo sanjuanino. Que
seguramente los sectores que lo adversaron con tanta tenacidad habían
depositado esperanzas de que el reemplazo resultara del palo, incluso circularon
algunos nombres por lo bajo. El de Jorge Lozano es el más alejado posible de
todas esas silenciosas expectativas. Parece que al Vaticano no dejan de repasar
los diarios digitales sanjuaninos.
No es Lozano un obispo demasiado frecuentado por religiosos
o laicos sanjuaninos, excepto los relacionados con la Pastoral Social que el
propio Lozano conduce (y parece que seguirá conduciendo pese a su "ascenso” a
arzobispo sanjuanino), o la Comisión de Justicia y Paz que Lozano asesora en el
rango nacional. Difiere naturalmente con Delgado sobre los temas que interesan
a uno y a otro. El tema es que tendrán una transición conjunta de más de 9
meses, que algunos hasta por ese factor cronológico lo asocian con una
gestación materna.
No será éste un modelo que haya operado alguna vez en San
Juan por tanto tiempo: obispo adjutor trabajando en paralelo al obispo titular,
en plena retirada. Y durante tanto tiempo. Naturalmente, el eje del poder sobre
la arquidiócesis no tardará más que unos pocos minutos en inclinarse más hacia
el entrante que hacia el saliente, será ese un delicado equilibrio que deberán
cuidar para no dejar desairado a nadie.
Los antecedentes no son buenos. En la última transición, la
llegada de Delgado implicó una revisión completa de números y de decisiones
sobre su antecesor Ítalo Di Stéfano, que los que estuvieron cerca recuerdan no
con demasiada simpatía. Se acuñaron en ese momento los pilares de lo que
terminó estallando años después: las tensiones por el manejo del dinero y los
destinos de los curas más arraigados. Y eso que no convivieron ni un solo
minuto.
Lozano es nacido y criado en los alrededores de Bergoglio.
Porteños ambos, el actual Papa fue quien designó obispo a Lozano y a quien fue
contagiando con sus visiones y sus estilos. No erra, en consecuencia, quien
identifique al nuevo pastor destinado a San Juan como un religioso de posturas
abiertas y dialoguistas, y de un estilo de contacto mano a mano con la
feligresía. "Con olor a oveja”, como definió el padre Paquito, uno de los que
no disimuló nunca sus contrapuntos con Delgado.
Lozano escribe en varios géneros, siempre con puntería.
Libros y artículos periodísticos, no le escapa a los grandes escenarios y lo
hace siempre con medida. Es un gran comunicador, maneja esos resortes con
destreza. Dispara con gran capacidad de síntesis, aseguran quienes lo conocen. Cualquier
semejanza con Francisco no será una mera coincidencia. Por eso no es una mala
decisión la de releer a Francisco si uno quiere introducirse al pensamiento de
Lozano, si es que no quiere ir directamente a la obra del propio protagonista.
Allí se encontrará letra sobre el particular que más
moviliza al empresariado local: ¿cuál es la visión de Lozano sobre la
actividad? Una inquietud que tiene su naturaleza en el carácter combativo que
demostró Lozano activando la protesta ciudadana de Gualeguaychú en tiempos de
pastera Botnia. Asociando sin necesidad de forzar la maquinaria un reclamo
ambiental con otro, fácil caer en la cuenta que habrá allí un tema para
prestarle mucha atención.
La respuesta parece ser sencilla, pero repleta de matices.
Ni el Papa ni Lozano disponen de una mirada restrictiva respecto de la minería,
ha llegado el Pontífice incluso a reclamarla. Sí que lo hace con la distancia
propia de quien conoce que se trata de un asunto espinoso. Sin comprometerse
decidida ni por la actividad, ni por su freno. No será, por llamarlo de alguna
manera clara, como el caso de Delgado. Obispo éste último de casco puesto y
acción siempre favorable al desarrollo de la actividad, debiendo incluso
recalcular cuando entró el agua a la sala de máquinas con el derrame de
Veladero.
Dice Bergoglio en el libro "El Jesuita”, de Sergio Rubin, en
referencia a los argentinos: "En el día del juicio delante de Dios, nos
contaremos entre los que enterraron el talento dado y no lo hicieron
fructificar. No sólo en agricultura y ganadería, sino también en minería. La
riqueza minera de la Argentina es impresionante. Claro, tenemos mucha montaña.
Además, con toda la costa que hay, no estamos acostumbrados a comer pescado, ni
a elaborarlo para exportar. En otras palabras, a lo largo de nuestra historia,
no creamos fuentes de trabajo basadas en nuestros recursos”.
De ese pensamiento racional es sucedáneo Lozano. Ahora, eso
sí, los tiempos parecen haber cambiado en materia de abordaje religioso del
factor minero. Está, sí, esa visión aperturista plasmada por el propio Papa. Y
está también el contacto con los sectores menos entusiasmados, caso
ambientalistas entrerrianos a quienes Lozano fogoneó.
No quiere decir que replique la hoja de ruta en San Juan,
pero sí que mirará los sucesos con mayor distancia y sin involucrarse demasiado
por un bando u otro. "Escéptico”, es la palabra que eligen para definirlo
quienes más lo trataron. Algo parecido a lo que ocurrió con el cambio de mando
en la administración provincial, donde el nuevo ministro Hensel muestra una
actitud diferente respecto de su antecesor Saavedra. Esa actitud similar podrá
hacer que ambos hablen el mismo idioma, en especial ahora que renace la
esperanza de Pascua-Lama.
Lozano tiene contacto con la epidermis minera desde su
acción en la Comisión de Justicia y Paz, desde donde pudo palpar en persona la
complejidad del asunto y donde ya mostró que su actitud será la contemplar
todos los factores en danza. Nuevamente, recorrido copiado al del Papa, quien
desde el Vaticano se mostró dispuesto a recibir a empresarios y activistas pro
y antimineros por igual.
Desde ese mismo espacio del Episcopado (la Comisión de Justicia
y Paz) es que el flamantemente designado Arzobispo pudo entrar en contacto con
la gestión provincial, siempre de manera informal pero subrayando las buenas
vibraciones. Esas relaciones hicieron también que el primer contacto del nuevo
jefe religioso ocurra en una conferencia industrial que impulsa la UISJ a fin
de mes: gesto valioso del religioso para hacer escuchar por primera vez su voz
al respecto. Muchas de esas industrias que organizan son parte del entramado
minero que se ilusiona con una reactivación de Pascua-Lama.
Luego llegará su aterrizaje formal, la dificultosa
transición que se avecina, y comenzará a rodar la pelota en el campo de una
gestión que también semblantea modificaciones al hueso. ¿Cuáles? Un repaso por
su acción señala que habrá cambios pastorales de peso, en especial en
parroquias y religiosos de arraigo territorial a los que se impulsará a caminar
las calles.
Si habrá tormentas por los cambios, el tiempo lo irá
descubriendo. El consuelo se encuentra en el refraneo popular: "siempre que
llovió, paró”.