A él no le gusta que lo llamen artista o artesano, se define más como un “pragmático improvisado”. En otras palabras, un trabajador de la madera que mezcla su particular talento y la técnica del tallado para dar vida y crear figuras, algunos muebles y accesorios de cocina a partir de un pedazo de tronco y las ramas caídas. Ese es Gustavo Varas Mas, otro de los personajes sanjuaninos que permanece casi en el anonimato y quien desde su taller en Pocito produce interesantes obras con un sello propio.
Gustavo hizo muchas cosas en su vida, desde jugar al hockey a cultivar viñedos y alfalfa, pero esa habilidad con las manos la aprendió en las aulas de la Escuela Boero. Recuerda que cuando era niño no le compraban juguetes, entonces se la ingeniaba para fabricar los suyos con trozos de madera o las cosas en desuso que encontraba.
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El tótem te recibe en la entrada de la casa en la finca de Carpintería.
Siendo grande volvió a recrear ese gusto, que en cierta manera es una pasión a la que da rienda suelta cada vez que se sumerge en el taller de la finca familiar en Carpintería. Allí, cerca de la entrada a la vieja casona, hay una de sus esculturas. Es un tótem que parece darte la bienvenida. Una pieza que alguna vez fue una vieja rama de eucalipto que se cayó en el patio y que él transformó en una imponente figura caricaturesca, que saca la lengua y que llama la atención por los pequeños detalles que acompañan la imagen.
Gustavo Varas Mas es ese vecino de las afueras de Carpintería que es capaz de convertir los restos de una rama, un tronco seco y otros desechos de madera que encuentra por la calle en obras dignas de exposición en una feria y una sala de arte. “El material que utilizo es madera que encuentro tirada o que me regalan. Todo puede servir”, explica.
Sólo depende de su motivación. Alguna vez esculpió la figura de una serpiente. Creó esculturas con formas humanas y hasta de peces y otros animales. Ha hecho pipas, peines de madera y utensilios de cocina. Construyó muebles con diversos tallados. En ocasiones hace trabajos por encargo, como meses atrás que elaboró una serie de jaboneras con formas de hojas, todas distintas entre sí, para una conocida firma comercial de la provincia.
No se mueve en base a los parámetros del mercado ni la necesidad del dinero. De hecho, no vive de sus obras. “No lo hago por plata. Pero si quieren comprar, lo vendo. Trato que nada me condicione en mi trabajo. Y no me sobra nada, pero es suficiente con lo que tengo y no paso necesidades. Hago lo que me gusta y lo que se me ocurre en el momento”, cuenta Gustavo. Para él, el valor agregado lo ponen la imaginación y la creatividad de uno mismo.
Cultiva un perfil bajo y no se considera artista o artesano, por respeto a todos ellos. Prefiere reconocerse como un trabajador de la madera y un pragmático. Admite que cada pieza que produce es irrepetible, pero no única. “Tengo la técnica y la habilidad, pero las aprendí observando a otros y copiando. Todos lo han hecho, no hay nada nuevo. Yo soy un práctico que va improvisando en la vida”, dice.
Reconoce que se complementa con su compañera, quien es un puntal importante en su vida. Ahora bien, no sabe hasta cuándo seguirá con esa pasión del tallado porque no descarta alejarse algún día de ese oficio tan particular. Intenta no aferrarse a este presente, lo mismo que a sus obras.
Al fin y al cabo, tiene en claro que, más allá que sus piezas artísticas guardan una parte suya, son creadas para que otros las admiren. Pero hay Gustavo Varas Mas para largo. Actualmente, con sus propias manos está levantando un nuevo taller. Y por lo visto le queda mucho por hacer, también mucha madera por esculpir y muchas obras por venir.