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Opinión

Dame luz: Las esquirlas sanjuaninas del tarifazo

Diputados que no dieron quorum, gente que agoniza. Su impacto en la política. Un dato clave: en la provincia, el valor nacional de la luz aumentó 11 veces. ¿Quién aguanta?

Por Redacción Tiempo de San Juan

Por Sebastián Saharrea

No dar quorum para debatir en el Parlamento siempre está mal. O siempre está bien, depende el margen conceptual de quien lo considera una herramienta válida para constituir mayorías sin hablar. Lo que no puede ocurrir –siempre en territorio de lo ideal, porque efectivamente ocurre-, es que se convierta en un delibery adaptado al paladar del cliente: una vez sí y otra vez no.

Esta semana ocurrió otra de esas tristes sesiones en Diputados de la Nación en el que naufraga una sesión por falta de número suficiente para sesionar, conocido como falta de quorum luego de operaciones cruzadas, unos por obtenerlo y otros por petardearlo. No fue por un tema menor: se pidió para revisar la política tarifaria implementada desde el despacho del ministro Aranguren, que está disparando su carga impiadosa sobre pequeños y medianos emprendimientos productivos o comerciales en todo el país, por supuesto San Juan incluido.

Será recordada por el retiro exprés del pintoresco legislador salteño Alfredo Olmedo, quien no tuvo mejor idea que aparecerse por su banca y emprender luego una veloz retirada del recinto (¿a solicitud oficialista?) a bordo de su estridente campera amarilla. Imposible que no se notara la operación, ni por su ampuloso modo de recular ni por el colorido del atuendo. Como ir a jugar al blanco inmaculado de Wimbledon con una remera colorada, como alguna vez hizo el atrevido de Andre Agassi adolescente (y crack).

No atronó el escarmiento republicano desde las tribunas que suelen reclaman que cada banca es un asiento para ejercer por acción y no por omisión, retirando validez al gesto legislativo de pronunciarse dejándola vacía. Para ser justos y coherentes, desde aquí se realizará ese ejercicio con los locales, como corrió el sable corvo por la yugular de quienes no dieron quorum en otras sesiones célebres, por caso el desafuero de De Vido.

Suele ser un resorte de opinógolos aludir a responsabilidad de los legisladores de dar el debate, quitando de lado que también se vota –o se pronuncia, si lo prefiere- no sentándose. A los legisladores opositores les ocurrió surtido en las últimas sesiones incómodas, con temario amarillo dominado por hechos de corrupción. Ahora ha debido curarse en salud el propio oficialismo que cuestiona esas metodologías y las señala crudamente –de modo directo o por medio de interlocutores presuntamente más presentables y liberados de interés político-, operando justamente una falta de quorum y celebrando de modo grosero por el diputado Massot con los dedos en V entre el cortinado. Paisaje de otros modos, en el que cayó todo el oficialismo nacional, incluyendo al sanjuanino Eduardo Cáceres.

No fue una sesión menor la que naufragó en este torpedeo. Se trató de una embestida ampulosa opositora, es cierto, pero haciendo centro en la yaga más gruesa de la gestión nacional: el impacto tarifario (preferentemente de luz y gas) que ocasiona la política energética nacional y que está golpeando duro a una franja de negocios intermedios ya golpeados por la merma de actividad.

El problema de las tarifas es más grave que la inflación, el otro flagelo descontrolado que golpea la economía y también aparece desbocado. No está claro que lo sean sus efectos, sino sus causas y su posible solución: las tarifas son servicios públicos regulados cuyo valor es establecido por el gobierno (o con su aval, que es lo mismo), mientras la inflación es un zaino desbocado al que nadie consigue ponerle un freno.

De allí que el feroz reclamo al gobierno, desatado esta semana tanto en el Congreso como en una parte importante de las calles argentinas (con fuerte reflejo en San Juan) tenga sentido. Con la inflación, el gobierno tiene poco por hacer salvo desarticular la biblioteca dogmática de tasas-subas de combustibles-tipo de cambio en el que está parado y golpea como nunca (abril, se calcula, será el peor mes del año elevando al cuatrimestre en casi 10 puntos de 15 proyectados para todo el año). Si lo hiciera, tampoco sería garantía: con la interpretación antagónica de la economía en los tiempos K, también fue un festival.

En cambio, con las tarifas sí puede hacer algo. Sencillamente, retrotraer los índices que fijaron márgenes cómodos a los operadores del negocio energético, por otro lado fieles sostenes del sistema político actual. Hablarles con sinceridad y explicarles que el camino de la asfixia no le conviene a nadie, lo relata la historia argentina, por más que se pronuncie al hartazgo la frase de “honestidad energética”, para que “cada uno pague por lo que consuma lo que vale”, o un presunto “fin de los subsidios” que parece operar sólo en esta franja débil de la sociedad.

Llueven los testimonios de quebrantos en San Juan a causa de las altas tarifas de luz y gas. Ocurrieron en la marcha de miércoles pasado en la noche, a la que muchos llegaron con sus increíbles facturas en la mano. Ocurre en todos los medios de la provincia, done los lectores dejan sus quejas por las cifras inverosímiles que reciben. Ocurre en el barrio, donde el almacenero de la esquina no se cansa de fatigar a quien quiera escuchar que el retoque de los precios tiene que ver con su urgencia para pagar la boleta de la luz para que no se la corten y poder seguir atendiendo: le llegó $9.500, de los $4.500 que pagaba el mes anterior. Botón de nuestra para el resto.

Incluso de votantes macristas que creyeron efectivamente que en el célebre debate Macri-Scioli la acusación del peronista a su rival era una campaña de miedo. O de muchos que sostienen su afinidad política con el oficialismo nacional y lo pagan en su propia piel con la subsistencia de su negocio. Todos ellos también se pronunciaron, lógico es que dañen la base política del oficialismo nacional más tarde o más temprano. Habrá que ver si ahora se hacen sentir en a urna en la misma medida que se hacen sentir en la calle, ese es otro cantar.

Con algunas deformidades en el camino. Como los concejales del municipio bonaerense de Exaltación de la Cruz que pidieron dispensar los impuestos municipales a la gente para que pueda pagar la luz. Un despropósito, tanto como los que se les plegaron en otros parajes nacionales, incluido en San Juan. Hay en la provincia entidades intermedias relacionadas con el comercio que piden que Rentas baje sus exigencias para que se les deje de pagar a los concesionarios privados de energía eléctrica nacional, entre quienes figuran Mindlin o Caputo (el tío y amigo residencial).

A todos ellos, el jefe del EPRE local, Prudencio Rivera, los acompañó con la medicina contundente de la realidad. Explicó la semana pasada en Canal 13 que el componente local de lo que paga la gente por la energía eléctrica es el más bajo del país: 2 pesos de cada 10. Que para un usuario residencial medio, el componente nacional se multiplicó por 11 entre enero del 2016 y febrero de 2017, sin contar el latigazo de principios de este año. Y lo peor aún es que, según le dijeron en las reuniones nacionales de reguladores a las que fue, el precio objetivo de mercado que pretende Aranguren aún está lejos, es decir bajo. Según Rivera, él planteó sus objeciones y le respondieron que es “lo que piden las empresas”.

Lo que ahora se podría aguardar en el terreno de lo razonable, ante la adversidad de la situación de los que sufren lo “que piden las empresas” y sus múltiples manifestaciones para hacerse oír, es que haya algún freno. El propio presidente Macri citó a la Rosada a su tropa parlamentaria para analizar cómo responder, sin caer en el embudo de ceder a un pataleo opositor. Dispuso cuotas sin intereses, nada de quita ni retroceso. Insuficiente por donde se lo mire.

Le toca ahora al PRO  y sus socios (los radicales, que ya sabían del ajuste de tarifas antes de la campaña, como le dijo Marcos Peña a Infobae) figurar del otro lado del mostrador: de generar los reclamos ciudadanos descontrolados (retenciones), a atajarlos (tarifas). Es de esperar que su reacción no sea la misma de su contraparte política hace 10 años. Bienvenido si existe el sentido común.

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