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Historias del Crimen

El panadero al que encontraron desnudo y asesinado en Albardón

El panadero tenía 63 años. Una noche de 2005 fue a beber al Club Instituto La Laja, Albardón. Seis días más tarde apareció asesinado entre unos matorrales.

Por Walter Vilca

La duda estará siempre. Si lo mataron por una simple discusión de borrachos, por un ataque con connotaciones sexuales o por el sólo hecho de robarle. Nada tiene sentido en esa perturbadora historia detrás del caso del panadero Tomás Orlando Brizuela, un solterón de 63 años que una noche de 2005 fue a tomar unos vinos al Club Instituto La Laja de Albardón y desapareció. Seis días más tarde lo encontraron asesinado entre unos matorrales, con su cadáver desnudo, con heridas punzantes y en estado de descomposición.

Brizuela llevaba una vida muy austera y solitaria en una casa de Marquesado. Trabajaba de oficial panadero en el mismo departamento Rivadavia y de vez en cuando regresaba a su Albardón natal a visitar a sus familiares y a uno que otro amigo de la zona de La Laja, donde lo apodaban “Milanesa” o “Chachito”.

El domingo 25 de septiembre de 2005 cumplió con ese rito y en horas de la noche apareció por el bufet del tradicional Club Instituto La Laja. Tal parece, ya iba algo mareado. Esa noche se encontró con su amigo Faustino Romero y compartieron un vino con soda. Entre charla y tragos, Brizuela se mezcló con otros vecinos que jugaba al pool. Entre ellos estaban Roberto Pedro Molina y Juan Domingo Pastén, dos jovencitos que también buscaban divertirse y pasar el rato. El primero tenía 21 años, el segundo 17, en ese entonces.

Muchos los vieron tomado y conversando amenamente. Nada que sorprendiera. El “Milanesa” Brizuela era confianzudo y poco precavido. Así se hicieron pasadas las 22. A esa altura todos estaban borrachos. El panadero quiso seguirla y comentó que partiría rumbo a la calle Amarfil a ver a su viejo amigo Miguel González.

Camino sin regreso

Puede que él mismo haya invitado a Molina y Pastén a que lo acompañasen. O los jóvenes se le sumaron de prepo para continuar bebiendo o porque tenían otros planes. Como sea, los tres salieron juntos. Aurelio “El Bombeta” Quiroga, el encargado del bufet del club, contó que los tres se retiraron del bar alrededor de las 22.30. Qué pasó al rato, todo es muy confuso.

Enrique Ontiveros, ahijado de Brizuela, transitaba en auto por calle Amarfil a esa hora y cruzó a tres hombres que andaban a pie. Al mirar bien, reconoció a su padrino Tomás Orlando Brizuela junto al “Gatillo” Molina y al chico Pastén.

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La víctima. Esta es una foto vieja en la que aparece Tomás Brizuela.

La víctima. Esta es una foto vieja en la que aparece Tomás Brizuela.

Los tres después llegaron a la casa de Miguel González. Brizuela llamó a la puerta. Los atendió el hijo del dueño de casa, Robinson González, quien le respondió que don Miguel no estaba. En realidad, como notó que el “Milanesa” estaba ebrio, no quiso molestar a su padre. Ante esto, Brizuela optó por retirarse y caminó hacia el domicilio de otro amigo, llamado Vicente, al que tampoco encontró. Molina y Pastén no se despegaban de su lado.

La versión que dieron estos jóvenes fue que Brizuela propuso que fueran a la casa de su hermana y encararon por calle Tucumán. Ahí se desmadró todo. No está claro que sucedió entre ellos en ese trayecto.

Lo que se desprende de la causa judicial es que antes de la medianoche del domingo 25 o los primeros minutos del lunes 26 de septiembre de 2005, el panadero fue atacado y recibió dos certeros puntazos en el pecho. Su cuerpo fue tirado entre unos matorrales al costado de las vías.

El hallazgo

Molina y el adolescente guardaron el secreto acerca de lo ocurrido esa noche. Todo quedó entre ellos dos. Por otro lado, la familia de Brizuela no lo echó de menos. Como éste vivía solo en Rivadavia, nadie sabía que no había llegado a su casa. Los días transcurrieron y la desaparición del panadero pasó inadvertida.

El pacto de silencio de los jóvenes no duraría demasiado. Tarde o temprano alguien iba a hallar su cadáver. Y eso pasó el mediodía del 1 de octubre de 2005. Ignacio Ontiveros, un vecino de las Lomitas, caminaba con sus perros por las viejas vías del ferrocarril de carga que atraviesa esa zona de Albardón. Uno de los animales de pronto se apartó y comenzó a morder un bulto entre la maleza. El hombre se arrimó a mirar y descubrió asombrado que aquello era el cadáver de una persona. De inmediato buscó a su hijo Adolfo, quien llamó a la Policía para comunicar sobre el espantoso hallazgo.

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El principal responsable. Roberto Pedro Molina luce sonriente en una de las fotos que le tomaron luego de su detención.

El principal responsable. Roberto Pedro Molina luce sonriente en una de las fotos que le tomaron luego de su detención.

Los policías de la Seccional 18va y la sección Homicidios confirmaron que el cuerpo estaba desnudo, que le faltaba parte de un brazo y en avanzado estado de descomposición. Parte de su ropa se encontraba al lado del cadáver. El médico legista que concurrió al lugar estableció que la víctima presentaba dos heridas punzantes en la zona del tórax, a la altura de la tetilla izquierda. Esto revelaba que era un asesinato. Aclaró que parte del brazo había sido devorado por animales.

Ricardo, otro de los hijos de Ignacio Ontiveros, pidió permiso a los uniformados para acercarse al cadáver y ver si lo reconocía. Al observar el rostro del muerto, supo que se trataba de su tío Tomás Orlando Brizuela. El desconcierto fue grande. Ahí, muchos recordaron que vieron por última vez al panadero el domingo 25 de septiembre a la noche en el Club Instituto La Laja.

Los testigos

Ese mismo día aparecieron testigos como Aurelio Quiroga y otras personas que estuvieron en el club, así también Enrique Ontiveros, Robinson González y otros, que coincidieron en relatar que esa noche Brizuela se marchó del club junto a Juan Domingo Pastén y al “Gatillo” Molina. Incluso algunos se cruzaron con ellos en calle Tucumán, cerca de donde encontraron el cadáver.

Los investigadores policiales fueron en busca de los dos jóvenes al barrio Las Lomas. Primero llegaron al domicilio de Pastén. Su madre atendió a la comisión policial en la puerta. En eso que hablaban, por detrás salió Juan Domingo y se largó a llorar. Sabía que iban por él. No hizo falta que le preguntaran por Brizuela, se quebró solo. “Se nos fue la mano, pero el que mató al viejito fue el Roberto Molina”, confesó, de acuerdo a la causa judicial.

“Se nos fue la mano, pero el que mató al viejito fue el Roberto Molina”, confesó el adolescente, de acuerdo a la causa judicial. “Se nos fue la mano, pero el que mató al viejito fue el Roberto Molina”, confesó el adolescente, de acuerdo a la causa judicial.

Por orden del juez Guillermo Adárvez, detuvieron al jovencito. Sin perder tiempo, se trasladaron a la casa su amigo, Roberto Molina, y lo apresaron. En su vivienda hallaron el arma homicida: un cuchillo tipo cortaplumas de 14 centímetros de largo, por 5.5 de ancho. Las pericias revelaron que había manchas de sangre en su hoja metálica.

Versiones cruzadas

El asesinato fue esclarecido en cuestión de horas. La confesión del adolescente de 17 años confirmó que fueron ellos los que cometieron el crimen. Pastén apuntó a Molina como el autor de los puntazos; además, supuestamente dijo que después sustrajeron un crucifijo y la billetera a la víctima. Sin embargo, el “Gatillo” negó esa versión y aseguró que fue el jovencito quien atacó al panadero.

Ninguno de los dos dio detalles de qué pasó y por qué Brizuela estaba desnudo. Molina, en la indagatoria, dio una declaración que sonó más a un intento por despegarse y que dejó puntos oscuros e interrogantes sobre lo que verdaderamente sucedió esa noche.

Reconoció que, efectivamente, estuvieron con Brizuela. Aseguró que mientras caminaban por calle Tucumán, el panadero pidió a Pastén que fuese a comprarle cigarrillos. Y que, en esos instantes que se quedaron solos, lo amenazó con una navaja y le lanzó una cachetada. Dijo que no todo quedó ahí, que cuando los tres se dirigían hacia el barrio Las Lomas, el hombre mayor volvió a provocarlo.

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La condena. Roberto Pedro Molina tras su condena en la Sala I de la Cámara en lo Penal y Correccional en Tribunales. Foto de Diario de Cuyo.

La condena. Roberto Pedro Molina tras su condena en la Sala I de la Cámara en lo Penal y Correccional en Tribunales. Foto de Diario de Cuyo.

Aseguró que Brizuela le tocó la cola y lo amenazó diciéndole que, si no tenían sexo, lo mataba. Según Molina, ante esto reaccionó violentamente. Afirmó que le tiró unos golpes a la víctima y Pastén hizo lo mismo. En su versión, el adolescente continuó agrediendo a la víctima mientras que él escapó. También aseveró que la navaja la tenía el jovencito y que después se la entregó para que la guardara.

El único responsable

La declaración fue poco convincente, todo indicaba que su intención era beneficiarse y culpar a su amigo del crimen. El fiscal de instrucción Fabricio Medici concluyó, en función a la prueba existente, que fue el “Gatillo” Molina quien acuchilló a Brizuela y que el adolescente tuvo una participación menor en el ataque.

El juez Guillermo Adárvez procesó a Molina por el delito de homicidio simple, a la vez que Pastén fue declarado inimputable por ser menor de edad. En septiembre de 2007, el único acusado del homicidio de Brizuela fue sometido a juicio en la Sala I de la Cámara en lo Penal y Correccional. El joven, ya con 23 años, se convenció que no tenía escapatoria. Fue así que aceptó acordar un juicio abreviado con el fiscal de cámara Gustavo Manini y se hizo cargo del asesinato.

El tribunal compuesto por los jueces Diego Román Molina, Raúl Iglesias y Arturo Velert Frau avalaron el acuerdo y condenaron a Roberto Pedro Molinas, alías “Gatillo”, a la pena de 10 años de prisión. Con esto se hizo Justicia por el asesinato del panadero Tomás Orlando Brizuela, aunque todavía persiste la pregunta de cuál fue el verdadero motivo detrás del crimen.

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