El protagonista (el actor Paul Giamatti) es en la serie el Fiscal General de la ciudad, y lo sabe muy bien. Pero en su camino tropieza con una escena repugnante: un perro llevado por su dueño deja sus heces al desnudo. A vista y paciencia de todos…
Porque ese truco, esa avivada ("Me olvidé la bolsa"), ese encogerse de hombros, esos sucedáneos de los tan argentinos "má sí, es igual, dale que va, total nadie mira", para cometer, mañana, tarde y noche de cada día transgresiones que parecen inocentes pero que siempre perjudican a alguien, es exactamente el enemigo público número 1 de la convivencia.
Y como en la ejemplar escena, la frase "¿Y si lo dejamos pasar?" es pasaporte y pasaje para cosas cada día peores.
La menor ratería sin sanción (la execrable "vista gorda") puede llevar al gran asalto, y acaso al crimen.
La primera luz roja cruzada sin multa puede llevar, la segunda o tercera vez, a la tragedia.
Las heces de nuestros perros no son la excepción de la punzante anécdota de la escena de la serie: siembran nuestras calles, y la bolsa –salvo excepciones– no se olvida: ¡no se lleva!
Y así, dejándolas pasar, esas cosas nos envenenan lentamente. Nadie se cree ni se siente responsable. "Si todo el mundo tira basura en la calle, ¿por qué yo sí? ¿Soy el único boludo?".
Y así estamos. Y así transgredimos cada día más, así toleramos lo intolerable, y nos vamos a dormir sin culpa.
Pero cuidado. Porque un día la mierda (real o metafórica) nos envolverá en su repulsivo manto. Y nos preguntaremos por qué. Pero ya será tarde para reparar el mal.