“Durante el mes de mayo preparar un buen locro es una tradición para muchos argentinos, y en general, en mi caso como aficionado a la cocina, tiene como parada obligada preguntarle a mi Nona, siempre aclarando que no es un plato italiano, cómo es la receta y cuáles son esos toques que le dio la experiencia de haber cocinado ese plato tan típico tantas veces”, comenta.
Y continúa: “Teniendo en cuenta que mi Nona, maestra de primaria ya jubilada hace varios años, también tiene experiencia en vivencias de situaciones económicas, recurrimos a la técnica de ver y evaluar la receta. Para empezar a preguntarnos qué es una hiperinflación y cuáles son los ingredientes para prepararla vamos a tener que recurrir a la historia y recordar cómo fue el recorrido para que se formara la hiperinflación de 1989”.
Siguiendo por el paralelismo, en primer lugar, Mariano define qué plato se está preparando, delimitando el marco de la discusión definiendo qué es una hiperinflación. “El concepto mayormente utilizado por la academia proviene de Phillip Cagan (The monetary dynamics of hyperinflation, 1956) que entiende a la hiperinflación como un fenómeno inflacionario que comienza en un mes en que el nivel general de precios sube un 50% o más y que dura al menos hasta que la tasa de inflación ha descendido por debajo dicho 50% y ha permanecido allí durante al menos un año”, explica.
También hay un concepto más moderno sobre la hiperinflación. Es el formulado por los economistas Carmen Reinhart y Kenneth Rogoff (From financial crash to debt crisis, 2010), quienes afirman que existe hiperinflación cuando el nivel general de precios se sitúa en al menos 500% en un año. Al respecto de esta última definición, muchos economistas consideran estos niveles todavía en la instancia de regímenes de alta inflación y no como hiperinflación.
“El régimen de alta inflación es una estructura de contratos (explícitos e implícitos) y modo de formación de expectativas muy adaptados a la alta inflación. Los contratos nominales indexados han prácticamente desaparecido o tienen una extensión de días. Hay una generalización de la indexación en los mercados de trabajo y otros servicios. El periodo de reajuste de los contratos indexados se ha reducido al mínimo impuesto por la disponibilidad de información. Las ofertas de precio se sostienen por periodos muy cortos y también están sincronizados con esta frecuencia”, explica el libro Desequilibrios, políticas de estabilización e Hiperinflación en Argentina de Roberto Frenkel y José María Fanelli, publicado en 1989.
Mariano explica que, por otro lado, desde un punto vista contable las Normas Internacionales de Información Financiera (NIIF) mencionan que el estado de hiperinflación viene indicado por determinadas características del entorno económico del país, entre los que se destaca una tasa acumulada de inflación en tres años que se aproxima o sobrepasa el 100%. “Vale aclarar que este es un concepto tomado en cuenta, mayormente, para cuestiones contables relacionadas con el ajuste por inflación y no es utilizado en términos académicos por los economistas para reconocer una hiperinflación”, señala.
Para los efectos de la nota y teniendo en cuenta los episodios de 1989 y 1990, el especialista considera que se produce una hiperinflación cuando el aumento de los precios es superior al 50% mensual y se mantiene en ese nivel al menos por tres meses. Asimismo, define la postura tomando el dato de inflación del mes de abril de 8,4%, con una inflación en los últimos 12 meses de 108,8%, entendiendo que estamos transitando por el momento en un régimen de alta inflación.
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Fuente: Formula Asesores Financieros en base a BCRA
Revisando la fórmula de la hiperinflación del 1989, podemos observar que el país venía transitando varios años en régimen de alta inflación, con un gobierno que luego de la derrota en las elecciones de medio término de 1987 evidenciaba una pérdida de credibilidad en sus políticas económicas. La economía presentaba un alto déficit tanto de cuenta corriente como financiero. Además, se podía observar una importante caída de reservas internacionales, un Tesoro que se financiaba a plazos cada vez más cortos con tasas altas y una demanda de pesos cada vez menor con búsqueda de refugio en moneda dura.
En la antesala de la hiper, a comienzos 1988, el Fondo Monetario Internacional retiró su apoyo al gobierno nacional debido al deterioro de las variables fiscales y monetarias, lo que dio pie al surgimiento del denominado “Plan Primavera”, donde entre sus principales características se estableció formalmente un régimen de tipo de cambio dual con un tipo de cambio comercial y otro libre. Bajo dicho sistema las exportaciones agrícolas se liquidaban a un tipo de cambio comercial establecido por el Banco Central, mientras que las importaciones se cursaban a tipo de cambio libre determinado por oferta y demanda.
Al nuevo esquema cambiario se le incorporaron políticas de ajuste del gasto público y suba de tarifas de servicios públicos, lo que permitió al debilitado gobierno de Alfonsín firmar un nuevo acuerdo Stand By con el FMI para agosto del 1988, el cual duraría muy poco tiempo. Pese a las dudas sobre la viabilidad del plan que permitiese llegar hasta las elecciones, entre agosto y diciembre de 1988 tuvo una aceptable eficacia en cuanto a liquidación de divisas y aumento de reservas por parte del Banco Central.
En el contexto de 1988, todos los agentes económicos (empresas, inversores, familias, etc.) suponían que el precio del dólar iba a experimentar un salto de precio antes de las elecciones, el momento preciso era desconocido, por lo que especulaban sobre el accionar del Banco Central y sobre el accionar de los otros agentes para salir de activos o inversiones en australes (que era la moneda de curso legal en ese momento hasta el 31 de diciembre de 1991) y posicionarse en moneda dura justo un instante antes a efectos de capturar la máxima rentabilidad en dólares en sus inversiones.
En el recorrido de los componentes de la receta arribamos a 1989, un año clave en el calendario, con la llegada de las nuevas elecciones presidenciales dentro del proceso constitucional, algo que no ocurrió en las últimas décadas por los constantes Golpes de Estado que interrumpían el orden democrático. El inicio del 1989 ya dejaba entrever lo turbulento que iba ser dicho año, ya que, en enero, cuando no había transcurrido ni la mitad del acuerdo Stand By, el FMI decidió cancelarlo, y a la postre, el Banco Mundial no desembolsó un importante préstamo con motivo en el incumplimiento de metas macro.
A todo el coctel de ingredientes que se venía analizando, se le agregó la incertidumbre electoral, con 3 candidatos presidenciales que abogaban por una unificación cambiaria, desembocando en una corrida contra el austral que obligó al Banco Central a vender, durante las últimas dos semanas de enero, 900 millones de dólares en reservas, desencadenando en el “infame” 6 de febrero de 1989. En dicha fecha el Banco Central suspendió la intervención en el mercado de cambios para evitar “quedarse sin reservas”, unificando el tipo de cambio de manera intempestiva y desordenada, convirtiéndose en el evento gatillo para el inicio de la primera hiperinflación.
Considerando las expectativas sobre la potencial devaluación, en lo que podemos denominar como “profecía autocumplida”, sumado a lo inesperado del momento de unificación cambiaria y la languidez de reservas del Banco Central, el primer salto en las variables económicas lo dio el dólar, subiendo un 59% en febrero y repitiendo cifras aún superiores en marzo, desembocando en una nueva sobrerreacción del billete en mayo, logrando que el dato de inflación superara 50% en dicho mes y se mantuviera por encima de ese umbral hasta julio. Conocidos son los eventos políticos que desencadenaron estos hechos económicos: un adelantamiento de elecciones a mayo y la entrega de poder anticipada a Carlos Menem en julio.
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Fuente: Formula Asesores Financieros en base a BCRA y el sitio web www.billetesargentinos.com.ar.
Descriptos los eventos históricos, y buscando paralelismos con la situación actual, para evaluar si estamos frente a los mismos ingredientes de este poco placentero plato, se la similitud del primer paso en la receta, que remite a la fragilidad política del oficialismo. Si bien, vale aclarar que, existen grandes diferencias con el gobierno de Alfonsín, la debilidad política del gobierno actual es palpable, no desde la derrota del oficialismo en las elecciones de medio término en 2021 (otra similitud), sino a partir de la corrida cambiaria de mediados de 2022, que desembocó en dos cambios de ministro de economía en lapso de un mes, siendo solo aplacada con el nombramiento de un ministro que no es economista sino un político con ascendencia en su espacio y con influencias con parte del sector empresario y con el Fondo Monetario Internacional, señala Mariano.
Respecto a esto explica que las consecuencias de dicho nombramiento ministerial eran previsibles, si el nuevo ministro no lograba reconducir la macroeconomía, domando la inflación y la escalada del dólar, sus aspiraciones presidenciales para 2023 se verían afectadas, aspecto que se puede apreciar ya que a menos de 40 días para el cierre de listas de candidatos presidenciales el oficialismo no presenta aún candidatos. Para completar el cuadro de similitudes en la faz política, por lo menos dos de los candidatos presidenciales han presentado programas de unificación cambiaria o directamente de dolarización, presionando en las expectativas por parte de los distintos agentes económicos, que al igual que en 1989, especulan con una devaluación previa a las elecciones generales.
Y según el especialista, es aquí donde comenzamos a ver las similitudes más claras. “En cuanto al juego de los parecidos respecto al “Plan Primavera” con las medidas tomadas por el ministro Sergio Massa, se puede destacar un ajuste de tarifas de servicios públicos y un programa de reducción del gasto público. Adicionalmente, en la faz cambiaria, entre septiembre y diciembre 2022 se presentaron programas de desdoblamiento cambiario formal temporario conocidos como “Dólar Soja I y II” que tuvieron relativo éxito en la acumulación de dólares y calma en la brecha, pero su versión en 2023 denominada “Dólar Agro” no estaría hasta la fecha dando resultado, provocando a fines de abril de este año una mini corrida contra los dólares financieros e informal”.
Y continúa: “En la comparativa falta un ingrediente clave, que es la ruptura de los acuerdos con los organismos multilaterales, ya que, dadas las relaciones del actual ministro Massa, el FMI ha seguido aprobando las revisiones trimestrales del acuerdo, manteniendo los desembolsos del organismo internacional que sostienen en cumplimiento la deuda con dicha entidad. No obstante, la falta de este ingrediente no es del todo tranquilizador dado que la decisión ya no depende de las autoridades argentinas, que se encuentran en la actualidad lejos de alcanzar las metas acordadas, sino que está en manos de un ente internacional cuyos intereses pueden no siempre estar en línea con los de Argentina”.
Por el lado de las reservas internacionales, si bien presentan actualmente una gran fragilidad por las consecuencias de la sequía en el agro y por lo que algunos analistas establecen una situación de reservas netas negativas, los números marcan que en términos de PBI las reservas brutas representan un 5,5% vs un 2,6% que representaban en aquel fatídico febrero de 1989, y además, a diferencia de dicha oportunidad, venimos de años positivos en la balanza comercial, y sobre todo existen un gran número de restricciones cambiarias y limitaciones a las importaciones que, por el momento, sirven de pared de contención a las corridas en el mercado oficial del dólar.
En relación a la capacidad de endeudamiento, si bien es cierto que el Tesoro recortó los plazos y subió las tasas de renovación de la deuda, por el momento ha conseguido financiamiento neto positivo encontrándole la vuelta a las dificultades por medio de regulaciones que limitan tenencias en dólares en las carteras de los principales actores del sistema financiero como bancos, fondos y aseguradoras. Aunque un aspecto a considerar, es la alta deuda cuasifiscal que acumula el Banco Central en Leliq y otros instrumentos, representado más de 2 bases monetarias (dinero en circulación legal más la reserva de los bancos comerciales en el Banco Central), que corren a una tasa de interés efectiva de 154%.
“Resumiendo”, señala Mariano “si bien se observa que faltan algunos aspectos para arribar al evento de 1989, la receta del fenómeno hiperinflacionario, como en un buen locro, no siempre tiene el mismo orden en sus ingredientes, y dependerá del cocinero o de la situación particular de la macro para su inicio. Pero, como a ningún buen locro puede faltarle maíz, poroto o chorizo colorado, en Argentina para que ocurra el fenómeno discutido a lo largo de la nota, la mayoría de los académicos coinciden que no puede faltar una corrida en los tipos de cambios libres que presionen los tipos de cambios regulados, y que, por la fortaleza de ese movimiento el gobierno no pueda seguir valiéndose de los paredones de contención, cepos o intervenciones, habilitando una corrección fuerte de la divisa que finalmente impacte en subas descontroladas en precios”.
“Estos destructivos eventos nos hacen preguntarnos, ¿Cómo se llegó a la hiperinflación de 1990?, ¿Qué paso con los plazos fijos luego de eso evento? ¿Cuáles fueron las estrategias de inversión o protección patrimonial ganadoras? Estas y otras preguntas intentaremos responderlas en próximas notas referidas a nuestra historia económica”, finaliza el especialista socio de Fórmula Asesores Financieros.
Para mayor información consultar a la web de Fórmula, asesores financieros o al mail info@formula.com.ar.