Decenas de miles de personas volvieron a manifestarse este viernes en Santiago de Chile mitigando la euforia política que había generado horas antes el acuerdo rubricado por la mayoría de los partidos políticos en el parlamento para decidir sobre un posible reemplazo de la constitución heredada de la dictadura.
La movilización desencadenó serios altercados en la céntrica Plaza de Italia, epicentro de las concentraciones que se suceden desde el pasado 18 de octubre en el país, bautizada ahora como “Plaza Dignidad” por los grupos de descontentos.
Todos los ciudadanos consultados coincidían en restar credibilidad al acuerdo firmado por la alianza oficialista y la oposición.
“Aquí la única solución es que vuelva Baltasar Garzón y meta a todos estos políticos en la cárcel como hizo con Pinochet”, aseguró Denis Sarmiento, un estudiante de derecho de 21 años, recordando la intervención del juez español que propició el arresto del antiguo jefe militar en 1998.
A su alrededor, media decena de camionetas de las fuerzas de seguridad y coches equipados con mangueras de agua se enfrentaba a los chavales que les arrojaban pedruscos e insultos a cada cual más hiriente.
Algunos de los jóvenes establecieron barricadas y hogueras que volvieron a sumir el epicentro de la localidad chilena en el caos.
Si las pintadas callejeras suelen ser el mejor reflejo del espíritu que alienta conflictos, revoluciones y protestas populares, las que se podían observar estampadas por centenares en los muros de esta misma zona confirmaban el profundo encono -en algunas citas cercano al nihilismo- que alberga un amplio sector de la sociedad local hacia todo lo que representa a un estado al que muchos mensajes simplemente le desean la “muerte”.
Consignas como “No mates animales, mata a un paco (el apodo de los agentes de las fuerzas de seguridad locales)”, “Un paco muerto, abono para el huerto” o aquel que decía “que arda toda la élite política”, permitía anticipar el enorme desafío que enfrenta el citado pacto para que pueda servir como un elemento que frene el estallido social.
El compromiso que se anunció en torno a las 2:30 de la madrugada insta a organizar un referéndum en abril en el que se preguntará a la población si está a favor o en contra de que se reforme la carta magna que se adoptó en 1980 bajo el control del régimen militar liderado por Augusto Pinochet.
Si la respuesta es afirmativa -cómo anticipan todos los sondeos-, la población también podrá elegir si la redacción del texto corre a cargo de una convención constitucional integrada exclusivamente por la ciudadanía y la sociedad civil, o mediante una convención mixta que agrupe en partes iguales a representantes sociales y legisladores.
Cualquiera que sea la fórmula elegida para diseñar la próxima carta magna, su redacción llevará entre 9 y 12 meses, y posteriormente se tendrá que someter también al refrendo popular.
“Esta noche es histórica”, opinó el presidente del Senado, Jaime Quintana, cuando se personó frente a los medios de comunicación secundado por todos los representantes de las agrupaciones que apoyan el compromiso, del que sólo se excluyó el Partido Comunista.
La decisión supone una significativa concesión de Piñera ante las movilizaciones populares, como reconoció de forma implícita su propia portavoz, Karla Rubilar.
“La ciudadanía nos despertó y es quien decide. La ciudadanía siempre gana.. nos dieron una tremenda lección”, aseguró Rubilar después de que se conociera el acuerdo, que se firmó poco después de las 2:30 de la madrugada.
Pese a estas afirmaciones, Jacqueline van Rysselberghe, presidenta de la ultraconservadora Unión Demócrata Independiente, parte de la coalición que aupó a Piñera a la presidencia, confirmó el profundo recelo con el que han acogido esta determinación algunos sectores del oficialismo al adelantar que votará “no” a la reforma constitucional.
Para ella, el documento legal “ha permitido crecer al país en los últimos 30 años” y el hecho de que su formación aceptara el arreglo se debió sólo a la espiral de violencia en la que se había embarcado el país, que ya ha costado la vida a 22 personas, ha dejado miles de heridos y ha provocado un severo quebranto económico.
“Era imprescindible llegar a un acuerdo.. restituir la paz social”, dijo.
El acuerdo provocó un repunte de la bolsa y la moneda local, y titulares como el que dominaba la portada del diario La Segunda: “la noche en la que los políticos despertaron”, se leía en esa página.
“Son muchos los chilenos que se han jugado la vida por hacer de Chile un país más justo y es gracias a ellos por lo que estamos aquí”, argumentó por su parte el diputado Gabriel Boric, de la izquierdista Convergencia Social.
Piñera añadió otro guiño conciliador a la jornada al aceptar la dimisión del jefe de la Agencia Nacional de Inteligencia, Luis Masferrer, al que el propio presidente criticó de forma velada en las últimas jornadas al decir en una entrevista con el diario El Mercurio que el servicio de inteligencia local “no está funcionando bien”, ya que no supo anticipar el gravísimo estallido social que afronta la nación.
Pero los concentrados en Plaza Italia no compartían el optimismo que dominaba a los sectores más significados de la élite política y económica.
“No se si nos podemos fiar de estos políticos. Llevan décadas mintiendo”, exclamó Fidel Romel, un joven de 25 años.
A pocos metros de allí, otra pintada resumía con acierto las raíces de todos estos altercados.
“No son 30 pesos, son treinta años”, había escrito una mano anónima en referencia al aumento inicial del metro que dio origen a la revuelta y las 3 décadas en las que el país se ha regido bajo un sistema neoliberal.
Fuente: El Mundo