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Eran canciones de amor y deseo

La verdadera historia de los villancicos de Navidad: hasta estuvieron prohibidos

Nacieron en el siglo XII y antes de cantar el Nacimiento de Jesús, hablaron de damas y galanes. En los siglos XVI y XVII se los hizo callar. Con el tiempo llegaron a sonar en todos los ritmos.

Por Redacción Tiempo de San Juan

Al comienzo, los villancicos fueron sólo el amor y el desamor. Algunos historiadores creen que fue en Andalucía, donde un poeta ciego árabe dio forma a estos cantos, intercalando una estrofa en árabe con un estribillo en romance. Para el erudito de nuestra lengua, Menéndez Pidal, fue en el siglo XII cuando sonaron por primera vez en el mundo. Eran estrofas a las que ponían música y hablaban de los favores de una dama o de la ingratitud de un galán.

Los escribían gente del pueblo que vivían en las villas (no en el campo), y por eso se llamaron “villanescos” y después, “villancicos”. Fue el Marqués de Santillana el primero que usó el término, en un poema que les dedicó a sus tres hijas y que no hablaba de asuntos religiosos. Autores anónimos se quejaban de cosas como: “Cómo puedo yo bivir/ Si el remedio tras que ando,/ No tiene como ni quando”, o bien “Desposastes, oh, Señora,/ Solo por de mi os quitar./ Casareys y habreys pesar”, una casi versión de lo que Antonio Prieto haría famoso siglos después con la Blanca y radiante va la novia que todos conocemos.

Estos versos están en el llamado Cancionero de Uppsala fechado en 1492 en España. Otro villancico simpático e igual de desesperado de aquel entonces: “No me las amuestres más/ que me matarás./ Son tan lindas y tan bellas/ Que a todos matas con ellas;/ Y aunque yo muero por vellas,/ No me las amuestres más,/Que me matarás:”; ninguna glosa nos hace saber si la destinataria del poema, después de eso, se cerró o no la camisa. Al pueblo le gustaban estas composiciones y se hicieron populares por toda España.

Pero fue gracias a la Misa de Gallo, durante la Edad Media, que los villancicos comenzaron a tener los motivos navideños que les conocemos. Según el historiador Francisco José Gómez: “el momento cumbre de regocijo y algarabía en la Misa del Gallo era la adoración del Niño Jesús, pues las gentes hacían sonar los instrumentos que habían llevado, entonaban cantos, que quizás fuesen de tema navideño, antecedentes de los villancicos, e incluso liberaban pajarillos que habían sido capturados los días previos con el fin de soltarlos esa misma noche, en ese preciso momento.”

También se daban aguinaldos, especias o dinero a personas que habían cumplido una labor en pos de la comunidad, o bien que eran mendigos y no tenían cómo sostenerse. De aquí en más el villancico y el aguinaldo estarán unidos para siempre: en algunas comunidades al cántico en sí mismo se lo denomina hoy precisamente aguinaldo. También cantar el villancico por el premio que significa el aguinaldo en sí mismo es una costumbre en otras partes, donde el pastor o el director del coro timbrea y canta el pequeño coro a quien abre la puerta.

Durante el Siglo de Oro el villancico fue enormemente popular y los grandes maestros de la lengua lo escribieron cada vez que pudieron: Teresa de Ávila, Lope de Vega, Luis de Góngora, y una vez que cruzó el oceáno, la gran Sor Juana Inés de la Cruz. Se publicaron cancioneros sólo de villancicos y gran parte de la popularidad se debió a los monjes franciscanos y las hermanas clarisas que los llevaban y traían por sus conventos e iglesias y que, tras armar los pesebres vivientes, ponían a cantar a los participantes.

Pero no todas son peras en el árbol del amor y de pronto el rey Felipe II, en 1596, prohibió que volvieran a sonar los villancicos en la Capilla Real y por todo Madrid. Consideraba que la composición de estas estrofas interferían con la composición de música litúrgica en latín, que, seamos sensatos y primero lo primero, el latín era la lengua de los ángeles. No fue la única vez que estuvieron prohibidos, ni fue la única vez que un potentado manifestó tener el corazón dos talles encogido: también Olivier Cromwell los hizo erradicar de la corte de Inglaterra. Promovió la ley en 1644 y en 1647 encontró su aprobación: era una costumbre papista y en la que además se gastaba muchísimo dinero, mejor dejarla. Y así se hizo.

El villancico, como todas las manifestaciones populares, volvió recargado. En el Siglo XVII el padre Soler escribió el célebre Mira cómo beben los peces en el río que hasta Bart Simpson canta.

El padre Joseph Mohr, una noche de 1818 salió de su parroquia en Obendorf, Austria, a bendecir un bebé, y se sintió tan emocionado por la piedad de la familia que visitó, que al volver se sentó y redactó lo que hoy conocemos como Stille Naicht o Noche de paz. F.X. Gruber le puso la música.

A partir de aquí, el villancico mutó su forma musical. Por un lado, interesó a los músicos clásicos como Félix Mendelssohn y Gustav Holst, quienes escribieron canciones de Navidad. Y por otro, el villancico se reinventó en la canción popular que llega hasta nuestros días.

Irving Berlin, un músico judío americano, creó en 1940 la canción navideña más recordada y cantada: White Christmas. La leyenda cuenta que él estaba ese diciembre alojado en un hotel en Phoenix, Arizona, y extrañaba el frío navideño de Nueva York. La versión fue grabada al año siguiente por Bing Crosby y es el simple más vendido de todos los tiempos.

Berlin marcó un camino y desde entonces, no hubo gran compositor o cantante, desde José Alfredo Jiménez y Elvis Presley a Luis Miguel y Michael Bublé que se salteara el motivo navideño en su repertorio. Las hay de todos los géneros: mariachi, bolero, pop, jazz, cumbia, gospel, folk de Estados Unidos, y tango, por supuesto, aunque aquí, con ánimo de triste recuerdo. Según el portal Tango City, en 1931, el pianista Fioravanti Di Cicco compuso el tango Navidad que grabó y estrenó Francisco Canaro y su orquesta. Otros tangos navideños fueron Brindis para navidad a finales de los años cincuenta, y el más famoso de ellos, el de Osvaldo Pugliese con letra de Eduardo Moreno, de nombre Navidad. También, el alma vernácula compuso dos valses para las fechas Feliz Navidad que grabó Juan D’Arienzo en 1958 y Feliz Nochebuena en 1944.

El músico y compositor Sergio Perroti habló con Clarín sobre el futuro del villancico y la canción navideña, opinó: “Quizá vaya mutando, cambiando alguna base rítmica, algún instrumento o sonidos que se estén escuchando en el momento por nuevos sonidos descubiertos, pero creo que nunca debería perder el espíritu que es su esencia, más allá de las transformaciones que pueda tener, siempre nos debería transmitir las mismas emociones.”

Hoy, la canción navideña convive con nosotros por estas fechas. En Spotify, por citar una plataforma, hay 43 listas de canciones navideñas, incluyendo Laleyt Eid de villancicos en árabe, dos de Januca (la fiesta judía) y una titulada En otro mambo, para el que necesita apartarse del asunto. Por cierto, "espíritu navideño" es un nombre que se da a una emoción que todos los grupos humanos sentimos, al menos, una vez al año. La de tenderle la mano al otro.

Y tal vez sea verdad.

Fuente: Clarín

Tiempo de San Juan

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