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Menos mal que no encontraron petróleo - Por Sebastian Saharrea

Si lo tuviera, San Juan debiera intervenir en la pulseada con YPF. ¿Alguien se imagina a la provincia peleando en tribunales con los dueños del Banco San Juan, en el que son socios?

Por Redacción Tiempo de San Juan

Por Sebastián Saharrea

Allá por el 2007, cuando se anunció que había petróleo de buena calidad en Jáchal, se habló de la suerte de Gioja. Que el crudo era lo único que le faltaba, cerrando un círculo perfecto junto a las bondades de la minería y a las de la correcta alineación política que derramaba en cataratas de obras públicas. Sin embargo, el día que YPF anunció –hace dos semanas- que levantaba campamento de San Juan, el sanjuanino seguramente habrá respirado aliviado: esa noticia, en realidad, era una buena suerte. Le evitó tener que cruzar sables con la familia Eskenazi, propietaria de una parte importante de YPF y también del Banco San Juan, en el que Eskenazi y el Estado provincial son socios.

Al menos lo era mirando el futuro cercano: si YPF hubiera tenido pozos activos o áreas concedidas tentadoras, probablemente Gioja hubiera caído en el radar nacional de los gobernadores compelidos a quitárselas a la petrolera nacional, en medio de la tempestad que despertó la pulseada en que las provincias, a pesar de ser los dueñas de los yacimientos y las que en consecuencias otorgan y quitan, tienen poco que decir.

En este caso, dejarlas o quitarlas no cambia nada. El área explorada por YPF en San Juan era la de Tamberías, en Calingasta, un indicio petrolero de larga data que la compañía decidió cerrar hace pocos días luego de hacer varios ensayos, invertir casi 5 millones de dólares en el pozo, y no encontrar datos alentadores que le permitieran mantener la ilusión. Porque el área que ofreció la bomba informativa de hace 5 años fue la que está ubicada en Jáchal y no es de YPF. Y los resultados que abrieron la expectativa de convertir a San Juan como potencia petrolera no fueron ratificados con el tiempo. Es más, el pozo del que extrajeron aquella muestra tan alentadora se derrumbó, y ahora están construyendo uno al lado para seguir tanteando.

La empresa que explora es pozo jachallero es OIL y pertenece a Cristóbal López, un empresario acomodado bien cerca del riñón kirchnerista, que está en plena expansión tanto en el negocio petrolero –le compró casi todas las estaciones a Petrobras y negocia por la refinería brasileña- como en la obra pública.

López aún no cayó en la volteada por el revuelo petrolero, pero si su empresa hubiera entregado a San Juan el título de provincia petrolera, entonces Gioja debería estar sentado en la mesa de la OFEPHI (Organización Federal de Productores de Hidrocarburo), la entidad de la que se descuelgan casi todas las ofensivas contra la conducción de YPF.

Las dos más fuertes de ese grupo, Chubut y Santa Cruz, anunciaron en un acto multitudinario montado justo en el límite interprovincial que cada una arrancaba a YPF la concesión de dos áreas, bajo la acusación de que la empresa no había demostrado interés. Le siguieron Neuquén, Río Negro, Mendoza y hasta el díscolo salteño Juan Manuel Urtubey se sumó a lista de los rebelados contra la petrolera.

Todos ellos orientados por la mano invisible de De Vido, ausente formalmente en la confrontación pero entre bambalinas en los aprontes. Desde la oficina del ministro es de donde salió la letra para que los gobernadores emprendieran la cruzada. Y se fueron anotando de a uno, desde los más cercanos hasta los más alejados. Entre estos últimos, el citado Urtubey y hasta el santacruceño Peralta sorprendieron por el volumen que le dieron a sus protagónicos. No sorprendió, en cambio, la incursión del mendocino Paco Pérez, un auténtico delfín K, que seguramente tendrá mucho que decir en los próximos capítulos.

No es esa una foto en la que a Gioja le hubiera gustado aparecer. Y en el caso en que San Juan hubiera quedado inscripta entre las petrolera, no hubiera podido evitar que sonara el teléfono y del otro lado le pidieran un gestito que calentara el fuego contra YPF.

Es que la familia Eskenazi tiene muchos intereses en San Juan que al gobernador Gioja le resultaría incómodo andar removiendo, y mucho menos por interés ajeno. Uno de ellos, el más notorio, es el banco: allí, los accionistas privados –entre quienes Eskenazi es el más importante- son socios del Estado provincial, propietario de un 15% de la entidad y con un sillón en el directorio.

El Banco San Juan fue la primeras experiencia en el negocio bancario de Enrique Eskenazi, un empresario formado en la Bunge & Born que había hecho foco en el sector de la construcción. Puede leerse en la edición pasada de Tiempo de San Juan el testimonio de otro de los accionistas privados, el sanjuanino Julio Nacusi, sobre las circunstancias curiosas que lo depositaron dentro del capital y su versión sobre cómo Eskenazi terminó aterrizando en el banco: por llamado de la entonces ministra de Economía, Nélida Martín, y ante la ausencia de interesados sanjuaninos que aportaran el capital para la compra. Todo lo que sabía Eskenazi de San Juan hasta el momento era la construcción del barrio Aramburu –uno de los más grandes de la provincia- por medio de su empresa Petersen, Thiele & Cruz. De bancos, nada.
Pero inició desde ese momento un fuerte ascenso en los negocios financieros y en el universo de los negocios y la política, con trampolín desde San Juan. La siguiente escala fue el banco de Santa Cruz, privatizado en el 2000 por el entonces gobernador Kirchner y ganado por el mismo grupo empresario, liderado por Eskenazi e integrado por el Estado sanjuanino en la misma proporción que en el Banco San Juan. Luego siguió tal vez el negocio más importante del grupo empresario: el Banco Santa Fé, en el cual la provincia también es accionista junto a Eskenazi.

Además del banco, Eskenazi despliega en San Juan una fuerte actividad empresarial. La constructora del grupo –la citada Petersen, Thiele & Cruz- fue la encargada de la construcción de dos de las obras más importantes de la provincia en los últimos años: el Centro Cívico y el Estadio del Bicentenario. Posee una bodega importante en la zona de Zonda, la de los vinos Xumec, y la fundación del banco realiza una importante actividad en acción social y, especialmente, en el ámbito cultural: ¿alguien puede imaginarse, entonces, a la provincia y a Eskenazi confrontando en Tribunales como seguramente será el caso de YPF litigando por el retiro de las áreas petroleras de Mendoza? Al menos, difícil.

El vínculo es, además, político. Aquel aterrizaje del grupo propietario del banco San Juan en Santa Cruz marcó la piedra basal de una relación política de Eskenazi con Kirchner que nació, se crió y engordó de la mano de un interés mutuo, hasta convertir a Eskenazi en la cabeza visible del “empresariado nacional” que impulsó el entonces presidente. De allí a la compra del 25% de YPF hubo un paso, y de allí a la aparente ruptura hubo otro.

Un conflicto que no hizo escala en San Juan por esas cosas del destino. En realidad, porque ni YPF ni Cristóbal López encontraron petróleo.


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