sábado 26 de abril 2025

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"El hincha de Boca nos pide matar o morir"

-¿Cómo funcionan como dupla, alguien tiene la última palabra? Guillermo: Acá no hay una jefatura. Nos podemos decir cualquier cosa sin pensar si el otro se puede enojar. Incluso con Ariel (Pereyra), que nos conocemos desde los 12 años. Así que tenemos mucha confianza. Gustavo, en cambio, tiene un perfil más alto en los entrenamientos que ante la prensa. Gustavo: Lo que pasa es que lo que charlamos nosotros es que era mejor que ustedes tuvieran una comunicación con él porque así no hay nadie en el medio. Directamente habla él. Aparte es el head coach (se ríe). -¿Hay cosas específicas a las que se dedica cada uno? Gus: No, porque en definitiva si tenemos que resolver un problema, todos nos enfocamos en eso. -No es que se distribuyen tareas por puestos o por zonas. Gui: No. Normalmente hacemos un entrenamiento bastante integral. Es difícil que basemos entrenamientos específicamente sobre una defensa o un ataque. Combinamos medio y defensores, por ejemplo. Gustavo y el Pata tienen una visión particular sobre esas zonas por situaciones que les ha tocado vivir. Hay veces que nos acordamos: “El Viejo Griguol cuando hacíamos este trabajo nos decía esto”. Gus: Pasa que también hacemos muchos trabajos para que los jugadores puedan pensar en el juego. Y que en la medida que puedan entender cada vez mejor, van a poder resolver las situaciones en distintas fases del partido. Un volante va a estar atacando y defendiendo, generalmente. Pero nosotros también le pedimos a los delanteros que defiendan. Lo mejor es que todos entiendan el juego. -¿Cuándo decidieron trabajar juntos? Gui: Se dio naturalmente. Me llamó Nicolás Russo y me dijo que quería hablar conmigo. “Vos vas a trabajar con Gustavo, ¿no?”, me dijo. Ibamos a trabajar, pero no habíamos hablado nada todavía, ja. -Estaba instalado, cuando Gustavo fue a trabajar con Gregorio Pérez, que era hasta que Guillermo dejara de jugar. Gui: Tal vez por eso lo decía Nicolas, porque sabía que él había trabajado en Paraguay y que yo no había empezado todavía. Gus: Yo había hablado con Gregorio que una vez que Guillermo dejara de jugar, yo iba a trabajar con él. Estaba aclarado. -¿Te gustaría dirigir solo? Gus: No me quita el sueño. Depende qué equipo. -¿Entre ustedes tienen contrapuntos? Gui: Sí, permanentemente... -¿Dentro de un partido? Gui: No, en un partido no porque lo tenemos muy estudiado. En la semana se practica todo. Por ejemplo, cuando perdimos con los ecuatorianos, habíamos entrenado jugar con tres y con cuatro delanteros. Y cuando necesitamos hacer goles, recurrimos a los cambios. Todo lo que vas haciendo lo tenés trabajado. -¿Y con los refuerzos cómo hacen? Gui: Los venimos siguiendo entre los dos. Lo que pasa es que nunca podés traer el refuerzo que vos querés. Arrancás con todo. Nos pasó con Guido Pizarro. Después volvés a la realidad y es difícil traer un jugador así. Por lo que están cobrando, porque no los quieren vender... -¿Qué prefieren? ¿Traer cinco o apostar por dos más caros? Gui: Lo que pasa es que te dabas cuenta en la conversación que, por ejemplo con Marchesín, Boca lo quería y lo pagaba pero siempre había un “pero” del otro club. Lo mismo con Pizarro. -¿Qué les faltó para ganar la Copa? Gui: Ser más inteligentes en el partido de vuelta. -¿En el de vuelta o en el de ida? En Ecuador también lo plantearon golpe por golpe. Gui: Pero así juega un equipo grande. -¿En la altura? Gui: ¿Por qué no? -¿Por qué sí? Gui: Porque después van todos, especulan y pierden. Nosotros habíamos jugado en La Paz con Lanús, propusimos jugar mano a mano y perdimos 1-0 con un jugador menos. Nos dimos cuenta de que se podía jugar de igual a igual, en la altura o en el llano. -¿Bianchi especulaba? Gui: No, Bianchi no especulaba... -Pero era un técnico más conservador. Gui: Podía ser más conservador sólo desde el punto de vista táctico. Recuerdo que antes de una final con Palmeiras nos dio todas las indicaciones de cómo teníamos que marcarlos. Y todos nosotros, sorprendidos por la exigencia en la marca. “Todo esto lo van a hacer después de que hagamos el gol. Hasta que hagamos el gol, hacemos lo de siempre”. Recuerdo que con el Milan o el Real Madrid dijo lo mismo. “Tantas posibilidades tienen de ganar ellos como nosotros. Va a depender más de la actitud que del juego”. No es que decía “vamos a meternos todos atrás y hagamos el gol de pedo”. -¿Ya dejaron atrás la semifinal? -Gui: Tuvimos todas las posibilidades para pasar. La crítica creo que fue por el resultado más que por el juego. Por lo menos desde mi punto de vista. Teníamos la clasificación en la mano y la perdimos nosotros. -Pero vos tenías miedo de eso. Tu primer gesto después del gol de Pavón fue pedir que piensen... Gui: Lo que pasa es que veníamos del parate. Hubiese sido distinto si seguíamos la Copa. Ese parate, así como te puede ayudar, nos perjudicó. No es culpable, los culpables somos nosotros. Como entrenador asumo la responsabilidad, porque tuvimos dos veces la clasificación en las manos. Gus: Creo que el partido se empieza a definir en el segundo gol de ellos, no en el empate. El golpe del gol de visitante fue el quiebre. Independiente también tuvo sus méritos... -Para ustedes estaba fuera de los planes, incluso, llegar tan lejos en la Copa. Gui: Cuando nosotros asumimos, parecía que era imposible pasar la primera fase. -Sí, el tema era pasar de fase y ver... Gui: Claro. Dependía mucho del crecimiento que iba a ir teniendo el equipo. Hubo un entrenador de un equipo rival que me agarró en la mitad de la cancha y me dijo: “Ninguno ataca como Boca. Si ustedes mantienen a Gago como está y a Tevez bien, salen campeones”. Era Insúa, DT de Bolívar. Se había sorprendido por cómo habíamos atacado en el segundo tiempo en Bolivia. Pensó que nos moríamos. -Lo de Gago fue clave. Gui: Es que estaba muy bien. Tiene un pase de 30 ó 40 metros al pie. Y pasás de estar defendiendo a atacar en un segundo. -¿Por eso Tevez jugó mejor de nueve con Gago? Gui: Claro. Gago elaboraba y lo buscaba de lejos, pero muy preciso, porque Fernando tiene... Bueno, jugó en el Real Madrid... -¿Se puede disfrutar de lo que es Boca? Gui: Cuando salís a la cancha, cuando te encontrás con la gente. En el día a día es difícil. No por las presiones, sino por la responsabilidad de ganar que tiene uno. -También por una serie de hechos que se fueron encadenando... Gui: No, son parte del trabajo. A veces tenés que tomar decisiones antipáticas. Es difícil porque la exigencia del mundo del fútbol no te permite equivocar. -¿En Boca más? Gui: Sí, en Boca embocás veinte y te achacan la media que erraste. -¿Cuánto tiene de similitud la decisión que tomaste en 2007 con la de Díaz y Orion ahora? Gui: Puede ser parecida. Ellos eran más grandes, yo estaba por cumplir 34 años. Ellos tuvieron la posibilidad de ir a Racing y a España y la tomaron. Yo me acuerdo que en aquel momento dije que ya estaba, pero se me hacía difícil irme. No estaba jugando y siempre iba a terminar en un roce con Russo, el entrenador de ese momento. Preferí evitarlo e irme. Y que él tuviera la tranquilidad de elegir. -¿Te fuiste enojado? ¿Se fueron enojados los que se fueron ahora? Gui: Yo creo que no. Los dos se fueron y vinieron a saludar. Hablamos en el vestuario y eso queda ahí. Pero hablamos claramente y creo que no hay ningún reproche ni de uno y otro lado. A veces es difícil decir basta. Los primeros 20 días yo no sabía si había hecho bien o mal. Hasta que después te vas dando cuenta de que estuvo bien, en mi caso que fue la mejor decisión de mi vida. -¿En serio? ¿Por qué? Gui: Porque ya estaba, eran 10 años, no iba a ser el jugador que había llegado. Era innecesario tirar de la cuerda, sabía que mi presencia obligaba al entrenador a ponerme a mí antes que a un juvenil. Irme fue lo mejor para todos. Es muy difícil, porque normalmente el futbolista piensa en uno y está bien que así sea. Es lo más natural. -Acá pareció que los que se fueron quedaron marcados por la derrota. Gui: No, para nada. Yo le dije al Cata que a mí no me cambiaba una derrota. El culpable fui yo, que soy el entrenador. -Pero si vos a un arquero como Orion le decís que le vas a traer a otro arquero eso puede empujar a un tipo a irse. Gui: Sí, pero eso no sé si pasó. -¿Pero vos no estabas buscando otro arquero? Gui: Lo que pasa que Agustín planteó su situación un día después de la eliminación. A partir de eso empezamos a buscar arqueros. -¿Vos al Cata lo veías en ese lugar que te viste vos cuando te fuiste de Boca? ¿O lo veías con cuerda para seguir? Gui: Las dos cosas, él había tenido mucho tiempo en el club, tenía 37 años pero también se entrenaba muy bien. Eso es muy personal. El jugador siempre quiere jugar... Gus: El jugador siempre quiere jugar y cree que siempre tiene que jugar. -¿Ya es reconocible en Boca el estilo Barros Schelotto? Gui: Por momentos sí. Se ve cuando atacamos en velocidad, ahí llegamos muchas veces. Creemos que debiera verse mucho más en cada partido. Es obvio que nos va a llevar un tiempo, más cuando cambiamos muchos jugadores. -¿Por qué le pegan tanto a Benedetto? Gus: Ustedes le pegan (risas). Desconozco por qué, porque no lo han visto jugar prácticamente. -¿Pasa por el nombre, la cotización, por la falta de cartel? Gus: Nosotros vemos que tiene condiciones para jugar de nueve. Y en el análisis no nos podemos limitar a si hizo un gol o no. Vemos que en la mayoría de los partidos tiene movimientos que nosotros pretendemos para el nueve. -Después hay cosas inexplicables. Bou, por ejemplo, tampoco tiene cartel, pero cayó bien en la gente. En las encuestas lo piden todos... Gui: ¿Sabés lo que es jugar 14 partidos en Gimnasia y hacer siete goles? Eso te abre las puertas del mundo (risas). Bou tiene un promedio de gol alto. Como nueve se mueve muy bien y Benedetto también. -Bueno, ustedes no son de incorporar jugadores por el nombre... Gus: Analizamos más allá del nombre. Nosotros no podemos hacer que el club haga una inversión porque sí, porque se nos ocurrió o porque nos cayó bien el representante. -Para ustedes era más fácil traer a Wanchope, que lo querían todos... Gui: Huracán nos pedía ocho millones y después lo vendió por cinco. -¿No pasó algo así con Sebastián Blanco? Gui: El presidente de San Lorenzo nos dijo que el jugador no quería ir a Boca. Yo le dije el otro día a Seba Blanco: “Vos no querés que yo te dirija”. Porque también lo quisimos llevar a Lanús y a Palermo... -¿Y qué te contestó? Gui: Que sí, que quería que lo dirigiera (risas). -¿Cuánta paciencia se le tiene a Tevez? Gus: La verdad es que nosotros apostamos a que Tevez se recupere, porque juega bien. -Pero si Tevez insiste en jugar mal, ¿cuánta paciencia se le tiene? Gui: Toda la paciencia del mundo. Gus: Totalmente. -Pero Tevez tiene otra dimensión. Gui: Por supuesto, cuando uno planifica un partido lo hace pensando que Tevez va a hacer la diferencia. -Por eso, cuando Tevez volvió de Europa, ¿cuánta incidencia tuvo? Gui: Muchísima. El lugar que ocupa Carlos es importantísimo. Es el que mejor juega y también es el capitán, el que marca el camino. Uno puede entender que puede jugar bien o mal, pero nunca puede dejar de ser el líder. Y él está acá más para enseñar eso, que para ser el jugador que explotó a los 18 años. Y lo cumple siempre, yo veo que Carlitos habla, deja participar a todos. Entonces, ¿hasta cuándo se lo espera? En el fútbol de hoy, mañana jugás mal y pasado la rompés. -¿Qué es lo que lo lleva a estar lejos del arco? Gui: Yo no sé si está lejos del arco. -Pero él no quiere jugar de nueve, y hay veces que se va a jugar al lado de Pérez... Gui: Lo que tiene él es experiencia y una calidad notable. Y muchas veces resuelve situaciones de armador, porque por personalidad se anima a hacerlo y puede hacerlo bien. Yo lo veo jugando en la posición que puede rendir bien. -¿Tevez sí aún está pagando la semifinal? Gui: Puede ser. Porque era su sueño. Obviamente fue una piña bárbara la que nos comimos Pero al muerto lo velamos ese día, no podemos seguir con eso en la cabeza. -¿Cómo te recuperás como jugador de algo así? Ustedes pasaron varias de ésas... Gui: Son derrotas que duelen, pero la revancha es el próximo partido. El desafío está en ganar la próxima competencia. El torneo local tiene 30 fechas y la apuesta es ganarlo. -¿Y Boca cómo está? Gui: Hubo muchos cambios, pero creo que eran necesarios. Hay un buen plantel, a veces el hecho de los cambios te retrasa el rendimiento, pero hay que estar preparado para pelear lo que nos toque jugar. -¿En Boca se puede aportar a largo plazo? ¿Te permite eso? Gui: Yo tengo que pensar en el plazo inmediato, en los próximos partidos, y en el mediano también. -Parece lógico, pero no sé si el fútbol argentino lo permite. Gui: Pero hay que hacerlo, porque es lo mejor. A veces los resultados mandan, pero hay que hacerlo. También hay que hacer, desarrollar y dejar algo. -¿Por el nombre tienen más tiempo que cualquier otro entrenador. Gus: Veinticinco minutos más (risas). Gui: Un poco más. Lo que noto es que hay un gran respeto de la dirigencia hacia la forma de trabajar y más allá de los resultados. La conducción va hacia un lado, que Boca vuelva a los primeros planos nacionales e internacionales. -Fueron parte de la época más gloriosa de Boca y vieron cómo eso repercutía en River. ¿Este momento de River es comparable al de Boca? Gui: No sé si es comparable. Este de River es un ciclo exitoso a nivel internacional, pero todavía no terminó. Boca, en aquel momento, llegó a ser campeón del mundo. A River hay que darle tiempo -¿Qué les piden los hinchas en la calle? Gui: Ganar, como todo hincha de Boca. “Matar o morir”, te dicen. “No importa si ganamos o no, que salgan a matar o morir”, es lo que te piden. -¿Y ustedes se lo trasladan al jugador? Gui: Algo de eso sí, salimos a ganar. A veces jugás mejor, otras veces no, pero a la larga el que sale a ganar termina ganando. -¿Alguno de sus hijos es de Boca? Gui: Están ahí, con la dicotomía. El más chiquito dice que es de Boca, el más grande de los dos, el segundo dice del Lobo y de Boquita, el tercero me dice: “No me preguntés esa boludez”. -¿En algún momento se desenchufan? Gui: Yo no. Por ejemplo, termino de cenar y mi mujer me dice: “Dejá que acomodo”. Y le digo: “No, no, yo me ocupo”. Me quedo solo, me pongo a acomodar la cocina y me pongo a pensar. De jugadores, de esquemas, del rival, es un momento fantástico. -¿Tu mujer sabe de esto? ¿Que la ayudás para pensar en Boca? Gui: No sé si lo sabe, se enterará cuando lo lea, jaja. También me sirve salir a correr a la tardecita. Es el mejor momento para pensar. -¿Al fútbol juegan? Gui: Yo no, él a veces va. Me aburro... Gus: Voy muy poco. El nivel encima... Veo jugar a algunos que después, además, opinan... Gui: El otro día fue a jugar y le pregunté: “¿La cancha es grande?”. Y me tiró: “No está marcada”. Un amigo fue con él y me dijo: “Menos mal que no fuiste. Hacía un frío encima...”. -¿No extrañan nada de su etapa de jugador? Gui: Tener 25 años, ja. Extrañamos el juego, pero un partido en la Bombonera o en el Bosque. Jugar ese partido, no entre amigos. Que me la de él a mí. -¿Cuándo estás dirigiendo pensás que hubieras hecho en esa jugada? Gui: Sí, y me dan ganas de entrar y agarrar la pelota. -¿De noche dormís? Gui: Sí, con cuatro nenes llegan las 12 de la noche y... Uno se autoexige por la importancia de Boca, de la carrera de uno, para que el equipo muestre que es un equipo, que nos represente. Pero duermo. -¿A qué hora llegan al club? Gui: Normalmente a las 8, una hora y media antes. -¿Quién maneja? Gus: Un día cada uno, aunque a veces venimos solos porque después alguno tiene algo que hacer. -¿Siguen viviendo uno al lado del otro? Gui: Sí, sí. -¿Y después de que termina la práctica siguen juntos? Gus: Nos quedamos en el club, planificando, charlando del día que pasó y del siguiente, almorzando, porque hay un comedor muy bueno. Independientemente que al día siguiente a veces llegamos a la mañana y podemos cambiar. -¿No les pasa en algún momento que ya quieren descansar del otro? Gui: No, es parte del equipo de trabajo. No es solamente una elección por ser hermanos. -Cuando explotó lo de Centurión, ¿no se llamaron? Gui: No. Lo vi el sábado cuando volvimos y el domingo a las 10 y pico de la noche escuché que salía porque estaban las nenas de él hablando. Y recién el martes hablamos y le pregunté si había salido a esa hora. Estaba en la cocina y vi pasar el auto. Y dije: “¿Este se fue a comer ahora?”. Yo me fui a dormir. Los nenes se habían dormido temprano. -¿Dónde salen a comer? ¿La Plata o Buenos Aires? Gui: Yo no tengo problemas. Me pueden decir cualquier cosa que no pasa nada. Si alguien me dice algo y estoy con los nenes, los miro a ellos y digo: “¡Qué boludo!”. Igual, a pesar de estar muy identificado con Boca o Gimnasia, los de River y los de Estudiantes nunca me han agredido. ASI LOS VI, POR PABLO RAMON Una persona en dos cuerpos: “¿Se pueden acercar? Necesito una foto con sus caras bien pegadas, así”. El requerimiento de Andrés, el fotógrafo, choca con el lenguaje corporal de ambos: se miran como expulsándose, como si cualquier gesto de acercamiento explícito estuviera prohibido entre ellos después de compartir nueve meses en el vientre de Crisitina, su mamá. La imagen no miente: están evitando tocarse, pero es una repulsión fingida. En el fondo no pueden lograr que no se note el cariño fraternal (¿se enojarán si decimos amor?) que se tienen. Pudiendo elegir vivir en puntas opuestas de La Plata, el terreno de una casa se choca con el de la otra. Guille dice que por ahí “no nos hablamos durante horas” pero confiesa cierta inquietud cuando días atrás escuchó la camioneta de Gustavo salir pasadas las 10 de la noche... Un gran secreto de la relación parece ser lo distintos que son después de pasarse la vida aclarando quién era quién. El paso del tiempo reafirmó los rasgos físicos y los del carácter. Son como una persona dividida en dos cuerpos gracias a una complementación total. Hay un código secreto de chistes, muecas y miradas, que sólo ellos entienden. Guillermo es el más entrador. Es el jefe de la diplomacia familiar. Gustavo es más reservado, el que impone más distancia en el trato, el que marca el territorio más enérgicamente, aunque siempre con respeto. También, el que cuando se relaja más se parece al Gustavo verdadero: sobre el final de la charla asoma un tipo gracioso, vivaz, de respuesta rápida y al pie. La cita fue en un restaurante italiano de La Boca: Olé jugó de visitante pero enseguida se compenetró con el lugar gracias al jamón crudo y la lasagna a la bolognesa. Guillermo apenas si probó unos sobrios canelones y Gustavo ni eso: se conformó con una ensalada frugal digna de un monje. Tan distintos que casi se parecen...

Por Redacción Tiempo de San Juan

-¿Cómo funcionan como dupla, alguien tiene la última palabra?

Guillermo: Acá no hay una jefatura. Nos podemos decir cualquier cosa sin pensar si el otro se puede enojar. Incluso con Ariel (Pereyra), que nos conocemos desde los 12 años. Así que tenemos mucha confianza. Gustavo, en cambio, tiene un perfil más alto en los entrenamientos que ante la prensa.

Gustavo: Lo que pasa es que lo que charlamos nosotros es que era mejor que ustedes tuvieran una comunicación con él porque así no hay nadie en el medio. Directamente habla él. Aparte es el head coach (se ríe).

-¿Hay cosas específicas a las que se dedica cada uno?

Gus: No, porque en definitiva si tenemos que resolver un problema, todos nos enfocamos en eso.

-No es que se distribuyen tareas por puestos o por zonas.

Gui: No. Normalmente hacemos un entrenamiento bastante integral. Es difícil que basemos entrenamientos específicamente sobre una defensa o un ataque. Combinamos medio y defensores, por ejemplo. Gustavo y el Pata tienen una visión particular sobre esas zonas por situaciones que les ha tocado vivir. Hay veces que nos acordamos: "El Viejo Griguol cuando hacíamos este trabajo nos decía esto”.

Gus: Pasa que también hacemos muchos trabajos para que los jugadores puedan pensar en el juego. Y que en la medida que puedan entender cada vez mejor, van a poder resolver las situaciones en distintas fases del partido. Un volante va a estar atacando y defendiendo, generalmente. Pero nosotros también le pedimos a los delanteros que defiendan. Lo mejor es que todos entiendan el juego.

-¿Cuándo decidieron trabajar juntos?

Gui: Se dio naturalmente. Me llamó Nicolás Russo y me dijo que quería hablar conmigo. "Vos vas a trabajar con Gustavo, ¿no?”, me dijo. Ibamos a trabajar, pero no habíamos hablado nada todavía, ja.

-Estaba instalado, cuando Gustavo fue a trabajar con Gregorio Pérez, que era hasta que Guillermo dejara de jugar.

Gui: Tal vez por eso lo decía Nicolas, porque sabía que él había trabajado en Paraguay y que yo no había empezado todavía.

Gus: Yo había hablado con Gregorio que una vez que Guillermo dejara de jugar, yo iba a trabajar con él. Estaba aclarado.

-¿Te gustaría dirigir solo?

Gus: No me quita el sueño. Depende qué equipo.

-¿Entre ustedes tienen contrapuntos?

Gui: Sí, permanentemente...

-¿Dentro de un partido?

Gui: No, en un partido no porque lo tenemos muy estudiado. En la semana se practica todo. Por ejemplo, cuando perdimos con los ecuatorianos, habíamos entrenado jugar con tres y con cuatro delanteros. Y cuando necesitamos hacer goles, recurrimos a los cambios. Todo lo que vas haciendo lo tenés trabajado.

-¿Y con los refuerzos cómo hacen?

Gui: Los venimos siguiendo entre los dos. Lo que pasa es que nunca podés traer el refuerzo que vos querés. Arrancás con todo. Nos pasó con Guido Pizarro. Después volvés a la realidad y es difícil traer un jugador así. Por lo que están cobrando, porque no los quieren vender...

-¿Qué prefieren? ¿Traer cinco o apostar por dos más caros?

Gui: Lo que pasa es que te dabas cuenta en la conversación que, por ejemplo con Marchesín, Boca lo quería y lo pagaba pero siempre había un "pero” del otro club. Lo mismo con Pizarro.

-¿Qué les faltó para ganar la Copa?

Gui: Ser más inteligentes en el partido de vuelta.

-¿En el de vuelta o en el de ida? En Ecuador también lo plantearon golpe por golpe.

Gui: Pero así juega un equipo grande.

-¿En la altura?

Gui: ¿Por qué no?

-¿Por qué sí?

Gui: Porque después van todos, especulan y pierden. Nosotros habíamos jugado en La Paz con Lanús, propusimos jugar mano a mano y perdimos 1-0 con un jugador menos. Nos dimos cuenta de que se podía jugar de igual a igual, en la altura o en el llano.

-¿Bianchi especulaba?

Gui: No, Bianchi no especulaba...

-Pero era un técnico más conservador.

Gui: Podía ser más conservador sólo desde el punto de vista táctico. Recuerdo que antes de una final con Palmeiras nos dio todas las indicaciones de cómo teníamos que marcarlos. Y todos nosotros, sorprendidos por la exigencia en la marca. "Todo esto lo van a hacer después de que hagamos el gol. Hasta que hagamos el gol, hacemos lo de siempre”. Recuerdo que con el Milan o el Real Madrid dijo lo mismo. "Tantas posibilidades tienen de ganar ellos como nosotros. Va a depender más de la actitud que del juego”. No es que decía "vamos a meternos todos atrás y hagamos el gol de pedo”.

-¿Ya dejaron atrás la semifinal?

-Gui: Tuvimos todas las posibilidades para pasar. La crítica creo que fue por el resultado más que por el juego. Por lo menos desde mi punto de vista. Teníamos la clasificación en la mano y la perdimos nosotros.

-Pero vos tenías miedo de eso. Tu primer gesto después del gol de Pavón fue pedir que piensen...

Gui: Lo que pasa es que veníamos del parate. Hubiese sido distinto si seguíamos la Copa. Ese parate, así como te puede ayudar, nos perjudicó. No es culpable, los culpables somos nosotros. Como entrenador asumo la responsabilidad, porque tuvimos dos veces la clasificación en las manos.

Gus: Creo que el partido se empieza a definir en el segundo gol de ellos, no en el empate. El golpe del gol de visitante fue el quiebre. Independiente también tuvo sus méritos...

-Para ustedes estaba fuera de los planes, incluso, llegar tan lejos en la Copa.

Gui: Cuando nosotros asumimos, parecía que era imposible pasar la primera fase.

-Sí, el tema era pasar de fase y ver...

Gui: Claro. Dependía mucho del crecimiento que iba a ir teniendo el equipo. Hubo un entrenador de un equipo rival que me agarró en la mitad de la cancha y me dijo: "Ninguno ataca como Boca. Si ustedes mantienen a Gago como está y a Tevez bien, salen campeones”. Era Insúa, DT de Bolívar. Se había sorprendido por cómo habíamos atacado en el segundo tiempo en Bolivia. Pensó que nos moríamos.

-Lo de Gago fue clave.

Gui: Es que estaba muy bien. Tiene un pase de 30 ó 40 metros al pie. Y pasás de estar defendiendo a atacar en un segundo.

-¿Por eso Tevez jugó mejor de nueve con Gago?

Gui: Claro. Gago elaboraba y lo buscaba de lejos, pero muy preciso, porque Fernando tiene... Bueno, jugó en el Real Madrid...

-¿Se puede disfrutar de lo que es Boca?

Gui: Cuando salís a la cancha, cuando te encontrás con la gente. En el día a día es difícil. No por las presiones, sino por la responsabilidad de ganar que tiene uno.

-También por una serie de hechos que se fueron encadenando...

Gui: No, son parte del trabajo. A veces tenés que tomar decisiones antipáticas. Es difícil porque la exigencia del mundo del fútbol no te permite equivocar.

-¿En Boca más?

Gui: Sí, en Boca embocás veinte y te achacan la media que erraste.


-¿Cuánto tiene de similitud la decisión que tomaste en 2007 con la de Díaz y Orion ahora?

Gui: Puede ser parecida. Ellos eran más grandes, yo estaba por cumplir 34 años. Ellos tuvieron la posibilidad de ir a Racing y a España y la tomaron. Yo me acuerdo que en aquel momento dije que ya estaba, pero se me hacía difícil irme. No estaba jugando y siempre iba a terminar en un roce con Russo, el entrenador de ese momento. Preferí evitarlo e irme. Y que él tuviera la tranquilidad de elegir.

-¿Te fuiste enojado? ¿Se fueron enojados los que se fueron ahora?

Gui: Yo creo que no. Los dos se fueron y vinieron a saludar. Hablamos en el vestuario y eso queda ahí. Pero hablamos claramente y creo que no hay ningún reproche ni de uno y otro lado. A veces es difícil decir basta. Los primeros 20 días yo no sabía si había hecho bien o mal. Hasta que después te vas dando cuenta de que estuvo bien, en mi caso que fue la mejor decisión de mi vida.

-¿En serio? ¿Por qué?

Gui: Porque ya estaba, eran 10 años, no iba a ser el jugador que había llegado. Era innecesario tirar de la cuerda, sabía que mi presencia obligaba al entrenador a ponerme a mí antes que a un juvenil. Irme fue lo mejor para todos. Es muy difícil, porque normalmente el futbolista piensa en uno y está bien que así sea. Es lo más natural.

-Acá pareció que los que se fueron quedaron marcados por la derrota.

Gui: No, para nada. Yo le dije al Cata que a mí no me cambiaba una derrota. El culpable fui yo, que soy el entrenador.

-Pero si vos a un arquero como Orion le decís que le vas a traer a otro arquero eso puede empujar a un tipo a irse.

Gui: Sí, pero eso no sé si pasó.

-¿Pero vos no estabas buscando otro arquero?

Gui: Lo que pasa que Agustín planteó su situación un día después de la eliminación. A partir de eso empezamos a buscar arqueros.

-¿Vos al Cata lo veías en ese lugar que te viste vos cuando te fuiste de Boca? ¿O lo veías con cuerda para seguir?

Gui: Las dos cosas, él había tenido mucho tiempo en el club, tenía 37 años pero también se entrenaba muy bien. Eso es muy personal. El jugador siempre quiere jugar...

Gus: El jugador siempre quiere jugar y cree que siempre tiene que jugar.

-¿Ya es reconocible en Boca el estilo Barros Schelotto?

Gui: Por momentos sí. Se ve cuando atacamos en velocidad, ahí llegamos muchas veces. Creemos que debiera verse mucho más en cada partido. Es obvio que nos va a llevar un tiempo, más cuando cambiamos muchos jugadores.

-¿Por qué le pegan tanto a Benedetto?

Gus: Ustedes le pegan (risas). Desconozco por qué, porque no lo han visto jugar prácticamente.

-¿Pasa por el nombre, la cotización, por la falta de cartel?

Gus: Nosotros vemos que tiene condiciones para jugar de nueve. Y en el análisis no nos podemos limitar a si hizo un gol o no. Vemos que en la mayoría de los partidos tiene movimientos que nosotros pretendemos para el nueve.

-Después hay cosas inexplicables. Bou, por ejemplo, tampoco tiene cartel, pero cayó bien en la gente. En las encuestas lo piden todos...

Gui: ¿Sabés lo que es jugar 14 partidos en Gimnasia y hacer siete goles? Eso te abre las puertas del mundo (risas). Bou tiene un promedio de gol alto. Como nueve se mueve muy bien y Benedetto también.

-Bueno, ustedes no son de incorporar jugadores por el nombre...

Gus: Analizamos más allá del nombre. Nosotros no podemos hacer que el club haga una inversión porque sí, porque se nos ocurrió o porque nos cayó bien el representante.

-Para ustedes era más fácil traer a Wanchope, que lo querían todos...

Gui: Huracán nos pedía ocho millones y después lo vendió por cinco.

-¿No pasó algo así con Sebastián Blanco?

Gui: El presidente de San Lorenzo nos dijo que el jugador no quería ir a Boca. Yo le dije el otro día a Seba Blanco: "Vos no querés que yo te dirija”. Porque también lo quisimos llevar a Lanús y a Palermo...

-¿Y qué te contestó?

Gui: Que sí, que quería que lo dirigiera (risas).


-¿Cuánta paciencia se le tiene a Tevez?

Gus: La verdad es que nosotros apostamos a que Tevez se recupere, porque juega bien.

-Pero si Tevez insiste en jugar mal, ¿cuánta paciencia se le tiene?

Gui: Toda la paciencia del mundo.

Gus: Totalmente.

-Pero Tevez tiene otra dimensión.

Gui: Por supuesto, cuando uno planifica un partido lo hace pensando que Tevez va a hacer la diferencia.

-Por eso, cuando Tevez volvió de Europa, ¿cuánta incidencia tuvo?

Gui: Muchísima. El lugar que ocupa Carlos es importantísimo. Es el que mejor juega y también es el capitán, el que marca el camino. Uno puede entender que puede jugar bien o mal, pero nunca puede dejar de ser el líder. Y él está acá más para enseñar eso, que para ser el jugador que explotó a los 18 años. Y lo cumple siempre, yo veo que Carlitos habla, deja participar a todos. Entonces, ¿hasta cuándo se lo espera? En el fútbol de hoy, mañana jugás mal y pasado la rompés.

-¿Qué es lo que lo lleva a estar lejos del arco?

Gui: Yo no sé si está lejos del arco.

-Pero él no quiere jugar de nueve, y hay veces que se va a jugar al lado de Pérez...

Gui: Lo que tiene él es experiencia y una calidad notable. Y muchas veces resuelve situaciones de armador, porque por personalidad se anima a hacerlo y puede hacerlo bien. Yo lo veo jugando en la posición que puede rendir bien.

-¿Tevez sí aún está pagando la semifinal?

Gui: Puede ser. Porque era su sueño. Obviamente fue una piña bárbara la que nos comimos Pero al muerto lo velamos ese día, no podemos seguir con eso en la cabeza.

-¿Cómo te recuperás como jugador de algo así? Ustedes pasaron varias de ésas...

Gui: Son derrotas que duelen, pero la revancha es el próximo partido. El desafío está en ganar la próxima competencia. El torneo local tiene 30 fechas y la apuesta es ganarlo.

-¿Y Boca cómo está?

Gui: Hubo muchos cambios, pero creo que eran necesarios. Hay un buen plantel, a veces el hecho de los cambios te retrasa el rendimiento, pero hay que estar preparado para pelear lo que nos toque jugar.

-¿En Boca se puede aportar a largo plazo? ¿Te permite eso?

Gui: Yo tengo que pensar en el plazo inmediato, en los próximos partidos, y en el mediano también.

-Parece lógico, pero no sé si el fútbol argentino lo permite.

Gui: Pero hay que hacerlo, porque es lo mejor. A veces los resultados mandan, pero hay que hacerlo. También hay que hacer, desarrollar y dejar algo.

-¿Por el nombre tienen más tiempo que cualquier otro entrenador.

Gus: Veinticinco minutos más (risas).

Gui: Un poco más. Lo que noto es que hay un gran respeto de la dirigencia hacia la forma de trabajar y más allá de los resultados. La conducción va hacia un lado, que Boca vuelva a los primeros planos nacionales e internacionales.

-Fueron parte de la época más gloriosa de Boca y vieron cómo eso repercutía en River. ¿Este momento de River es comparable al de Boca?

Gui: No sé si es comparable. Este de River es un ciclo exitoso a nivel internacional, pero todavía no terminó. Boca, en aquel momento, llegó a ser campeón del mundo. A River hay que darle tiempo

-¿Qué les piden los hinchas en la calle?

Gui: Ganar, como todo hincha de Boca. "Matar o morir”, te dicen. "No importa si ganamos o no, que salgan a matar o morir”, es lo que te piden.

-¿Y ustedes se lo trasladan al jugador?

Gui: Algo de eso sí, salimos a ganar. A veces jugás mejor, otras veces no, pero a la larga el que sale a ganar termina ganando.

-¿Alguno de sus hijos es de Boca?

Gui: Están ahí, con la dicotomía. El más chiquito dice que es de Boca, el más grande de los dos, el segundo dice del Lobo y de Boquita, el tercero me dice: "No me preguntés esa boludez”.

-¿En algún momento se desenchufan?

Gui: Yo no. Por ejemplo, termino de cenar y mi mujer me dice: "Dejá que acomodo”. Y le digo: "No, no, yo me ocupo”. Me quedo solo, me pongo a acomodar la cocina y me pongo a pensar. De jugadores, de esquemas, del rival, es un momento fantástico.

-¿Tu mujer sabe de esto? ¿Que la ayudás para pensar en Boca?

Gui: No sé si lo sabe, se enterará cuando lo lea, jaja. También me sirve salir a correr a la tardecita. Es el mejor momento para pensar.

-¿Al fútbol juegan?

Gui: Yo no, él a veces va. Me aburro...

Gus: Voy muy poco. El nivel encima... Veo jugar a algunos que después, además, opinan...

Gui: El otro día fue a jugar y le pregunté: "¿La cancha es grande?”. Y me tiró: "No está marcada”. Un amigo fue con él y me dijo: "Menos mal que no fuiste. Hacía un frío encima...”.

-¿No extrañan nada de su etapa de jugador?

Gui: Tener 25 años, ja. Extrañamos el juego, pero un partido en la Bombonera o en el Bosque. Jugar ese partido, no entre amigos. Que me la de él a mí.

-¿Cuándo estás dirigiendo pensás que hubieras hecho en esa jugada?

Gui: Sí, y me dan ganas de entrar y agarrar la pelota.

-¿De noche dormís?

Gui: Sí, con cuatro nenes llegan las 12 de la noche y... Uno se autoexige por la importancia de Boca, de la carrera de uno, para que el equipo muestre que es un equipo, que nos represente. Pero duermo.

-¿A qué hora llegan al club?

Gui: Normalmente a las 8, una hora y media antes.

-¿Quién maneja?

Gus: Un día cada uno, aunque a veces venimos solos porque después alguno tiene algo que hacer.

-¿Siguen viviendo uno al lado del otro?

Gui: Sí, sí.

-¿Y después de que termina la práctica siguen juntos?

Gus: Nos quedamos en el club, planificando, charlando del día que pasó y del siguiente, almorzando, porque hay un comedor muy bueno. Independientemente que al día siguiente a veces llegamos a la mañana y podemos cambiar.

-¿No les pasa en algún momento que ya quieren descansar del otro?

Gui: No, es parte del equipo de trabajo. No es solamente una elección por ser hermanos.

-Cuando explotó lo de Centurión, ¿no se llamaron?

Gui: No. Lo vi el sábado cuando volvimos y el domingo a las 10 y pico de la noche escuché que salía porque estaban las nenas de él hablando. Y recién el martes hablamos y le pregunté si había salido a esa hora. Estaba en la cocina y vi pasar el auto. Y dije: "¿Este se fue a comer ahora?”. Yo me fui a dormir. Los nenes se habían dormido temprano.

-¿Dónde salen a comer? ¿La Plata o Buenos Aires?

Gui: Yo no tengo problemas. Me pueden decir cualquier cosa que no pasa nada. Si alguien me dice algo y estoy con los nenes, los miro a ellos y digo: "¡Qué boludo!”. Igual, a pesar de estar muy identificado con Boca o Gimnasia, los de River y los de Estudiantes nunca me han agredido.

ASI LOS VI, POR PABLO RAMON

Una persona en dos cuerpos: "¿Se pueden acercar? Necesito una foto con sus caras bien pegadas, así”. El requerimiento de Andrés, el fotógrafo, choca con el lenguaje corporal de ambos: se miran como expulsándose, como si cualquier gesto de acercamiento explícito estuviera prohibido entre ellos después de compartir nueve meses en el vientre de Crisitina, su mamá. La imagen no miente: están evitando tocarse, pero es una repulsión fingida. En el fondo no pueden lograr que no se note el cariño fraternal (¿se enojarán si decimos amor?) que se tienen. Pudiendo elegir vivir en puntas opuestas de La Plata, el terreno de una casa se choca con el de la otra. Guille dice que por ahí "no nos hablamos durante horas” pero confiesa cierta inquietud cuando días atrás escuchó la camioneta de Gustavo salir pasadas las 10 de la noche...

Un gran secreto de la relación parece ser lo distintos que son después de pasarse la vida aclarando quién era quién. El paso del tiempo reafirmó los rasgos físicos y los del carácter. Son como una persona dividida en dos cuerpos gracias a una complementación total. Hay un código secreto de chistes, muecas y miradas, que sólo ellos entienden. Guillermo es el más entrador. Es el jefe de la diplomacia familiar. Gustavo es más reservado, el que impone más distancia en el trato, el que marca el territorio más enérgicamente, aunque siempre con respeto. También, el que cuando se relaja más se parece al Gustavo verdadero: sobre el final de la charla asoma un tipo gracioso, vivaz, de respuesta rápida y al pie.

La cita fue en un restaurante italiano de La Boca: Olé jugó de visitante pero enseguida se compenetró con el lugar gracias al jamón crudo y la lasagna a la bolognesa. Guillermo apenas si probó unos sobrios canelones y Gustavo ni eso: se conformó con una ensalada frugal digna de un monje. Tan distintos que casi se parecen...

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