Escuchamos: una palabra, un sonido, un ruido, un silencio, una música, un murmullo, un grito, un susurro. Y lo que escuchamos nos producirá una emoción o preanunciará un sentimiento , según sea el sonido que estábamos esperando o el que nos sorprende, según sea armónico o explosivo… pero lo seguro es que no nos dejará indiferente.
Hoy nadie niega la influencia múltiple que tienen los sonidos y silencios cuando son ordenados y nace la música.
Más allá de lo que hoy se sigue estudiando y descubriendo sobre efectos de la música no podemos negar lo que a nosotros mismos, personalmente nos impacta. Los efectos conocidos sobre nuestros estados de ánimo, sobre la tensión rítmica o relajación de nuestros cuerpos. El cómo nos estimula según estemos limpiando o en un momento de lectura. Y puedo seleccionar la música según lo que ya estoy haciendo o antes, esperando que me predisponga a algo, que me estimule a lograrlo.
Aceptando sólo eso como consecuencias posibles, estaré dando a la música una importancia por la que no merecería sea descuidada en su elección y en la decisión de escucharla. Y sin embargo generalmente dejamos en otros su elección, a veces el volumen en que se emite, el soporte desde el cual estamos escuchando y también es elección de otros el tiempo que la escucharemos antes de cambiar o silenciarla. No le damos su importancia, sea para acompañarnos o para provocarnos un estado de ánimo o una emoción que nos impulse a la acción.
Podemos así asimilar su efecto como un combustible en nuestra vida, tanto como la alimentación y otros importantes factores. Sin embargo, de estar en nuestra posibilidad no dejaríamos la comida a elección de otro si repite la misma sin razón aparente o no coincide con nuestro gusto. Generalmente decidimos cuándo comer y qué degustar, y así es el efecto que disfrutamos con nuestros sentidos y cómo nos disponemos a actuar de un modo u otro, si es que estamos satisfechos o no con el alimento.
Del mismo modo deberíamos administrar, seleccionar y decidir sobre la música. Difícilmente transcurra un día sin haber escuchado algo, pero otro la seleccionó o dispuso el modo en que me llega. Tomando la responsabilidad sobre este tema estaremos de seguro contribuyendo con decisiones sobre otra de las variables que me harán disfrutar la felicidad que anhelo.
¿Con qué género musical te gustaría iniciar el día, y más precisamente el día de hoy? Con el que seleccionó el productor de un programa radial o quizás con ese que tú tienes ganas. Y hoy distinto a ayer y también a mañana.
Hoy tenemos soportes tecnológicos para almacenar, reproducir y hasta para escucharla sin molestar al de al lado. Quizás nos esté faltando gozar este recurso en muchos y variados momentos. Deberíamos también distinguir sus efectos en nosotros y sobre todo, conocer nuestros gustos y necesidades en cada momento. O sea, tomar en consideración todas las variables y si es nuestro deseo, poder disfrutar estímulos positivos en casi todos los momentos.
Hoy mismo he comenzado mi temprano despertar con música folklórica argentina. Lo sentía así, la quería y la disfruté. Ayer fue música bailable. Me puso pronto en ritmo y me alegró la mañana rápidamente. Otro día habrá de ser música clásica o romántica. Mi vida es variada, mis estados de ánimo y mis necesidades también.
Este punto de vista sólo intenta dar a la música la importancia que tiene como para que la dejemos siempre a elección de otro, cuando se nos dan las posibilidades de decidir nosotros mismos sobre eso. Con esta música iniciar el día, con esta trabajar, descansar o con eta otra disponerme a dormir. Elijo el género, el dispositivo desde el que escucho, si con auriculares o alta voz, si alterno o me dejo sorprender. Pero sé que tengo la decisión sobre un elemento más que de administrarlo bien, me permitirá más rápidamente disfrutar la felicidad, ese estado que busco y para lo que me empeño en encontrar distintos puntos de vista, distintos acceso con el mismo fin: ser plenamente feliz.
Carlos Gil Coach, La Granja, Sierras Chicas de Córdoba, Argentina, 1 de abril de 2019