Vivir una pasión o varias pasiones que motiven una entrega total a ellas, que involucren todo mi cuerpo y mis esfuerzos, que me hagan investigar o dialogar y discutir sobre ella, que no dude al estar frente a una manifestación que pertenezca a la pasión consciente, vivir eso –aun a tiempo parcial-, es vivir distinto y muy positivamente, frente a lo que nos sucede cuando no nos acompañan pasiones en la vida.
Pueden no estar manifestándose en forma permanente hechos concretos. Pensemos en el fútbol. Si con pasión sigo mi equipo favorito, no sólo lo vivo una vez a la semana en el partido programado. Si abrazo apasionadamente esa bandera, habrá de entusiasmarme varias veces en comentarios, celebraciones, discusiones y hasta proyectos en el aire, como si fuera yo el Director Técnico o estaré ofendido si insisten en un comentario que no me gusta. La Pasión estará presente, siempre y no sólo en el hecho concreto de asistir u observar un partido. Y será sal que condimente la vida. También podría a la vez tener otra pasión y por ejemplo, cada día al regresar a casa dedicar el tiempo necesario para mantener y disfrutar una pequeña huerta. Observar el brote de una semilla, el crecimiento de una planta, eliminar los yuyos, colocar guías a las plantas rastreras, podar ramas u hojas secas, cosechar un fruto a punto, serán privilegios que no significarán trabajo sino placeres reservados a quien vuelca pasión a una manifestación del reino vegetal. Y conversaré atento sobre ello, investigaré, leeré y sabré de novedades. Estaré atento a la naturaleza, al clima, plagas y cuántas cosas más sobre las que actuaré, sin sentirlo como carga.
Aun reconociendo esto, hay muchos que sienten como que no encontraron pasiones para vivirlas como propias. No localizaron el motivo que les haga latir distinto. Y aunque es posible y legítimo, nada obsta para que prestando atención y si se lo desea, descubran de pronto una posible pasión y en cualquier etapa de la vida la comiencen a vivir.
Referí antes la posibilidad de observar pasión en los bebés. Aunque fuere al comer, apasionadamente. A todos nos es posible tratar de recordar, hasta con ayuda de alguien, cuál era nuestra pasión cuando niños. Porque seguramente a algo nos entregábamos durante un tiempo que asombraba, que por lo menos no nos producía cansancio, no nos afectaban distracciones y volvía a esa ocupación con notoria frecuencia. ¿Jugaba a la escuelita, a la cocina, a ser mamá de muñecas o a construir con barro como si fuera cemento? Con seguridad, si tomo esos recuerdos como claves, podré encontrar el germen de lo que hoy se podría constituir en una pasión. Y no es frecuente que miremos el pasado con ese fin, pese a lo grato que resulta hacerlo.
De igual modo debería estar atento a mis valores, si es que estoy dispuesto a descubrir cuál puede ser materia de mi pasión, por no haberla descubierto aun. Ninguna pasión estará ajena a los valores ni podrá contradecirlos. Y será facilitado ese ejercicio pleno con la satisfacción que implica vivir para algo que tengo internalizado como baluarte principal que guía mi pensamiento y mis acciones. La libertad, la honestidad, la amistad, el amor, la tolerancia, la justicia, la paz, pueden, como valores, ser orientadores de acciones o dedicación que facilitaría el localizar mi pasión. Podrá aparecer ese algo cuyo ejercicio me haga latir distinto, me entusiasme y ocupe con alegría y cuyos resultados superen en mucho más de lo que sería previsible.
A veces de la observación de los que me quieren podría obtener coordenadas para esta búsqueda. Con seguridad ellos han observado las cosas que menos me cuestan, aquello que con placer me dedico aun cuando no sea mi obligación. La conversación sobre este tema podrá echar luz cuando no aparezca fácil la materia de mi pasión.
Pero lo importante seguirá siendo mi predisposición a creerme merecedor de contar con este generador de estímulos, de poseer esta usina de energías con que las pasiones impulsan una vida, pudiendo tornarla en más atractiva al disfrutar las mieles sabrosas que brinda el vivir con pasiones, ante la posibilidad de que su inexistencia nos reste ese motor de optimismo y voluntad extraordinarios.
El ejercicio práctico de una pasión hará que conozcamos a su vez el de qué somos capaces, cuál es la medida de nuestro entusiasmo y cuál la cosecha que disfrutamos más, al establecer objetivos, perseguirlos, lograrlos y ser plenamente felices con ello. Estaremos involucrados con todo y gozaremos la felicidad con plenitud. Habremos cosechado con optimismo y alegría los frutos de ejercer la pasión.
CARLOS GIL COACH, La Granja, Sierras Chicas de Córdoba, Argentina, 14 de noviembre de 2019