Puede parecer contradictorio, pero para responder, observaremos
el invierno. Creemos saber todo sobre él. Lo vivimos. Pero aquí lo traeremos
como el origen de la primavera. Y existirá la posibilidad de imitarlo en algunos
momentos de nuestras vidas. Qué bueno será, que podamos empezar nuestro propio trabajo
positivo, sobre nosotros mismos, en esos días grises que podemos llegar a tener.
Será otra posibilidad para sentirnos felices, a pleno, en todos los momentos de
la vida.
Invierno. Días fríos, noches largas, árboles sin hojas…
podría parecer un anti-show, si de espectáculos habláramos. Sin embargo, el
invierno pasó todo su trimestre… preparando la más espectacular primavera. Y
los elogios que recibe esta colorida estación, debería agradecerlos al gris
momento anterior.
Cómo no servirnos de esta metáfora para pensar que nuestros
momentos grises, desanimados, críticos, que son, en realidad, momentos aptos
para preparar nuestro radiante, necesario y primaveral re-nacer?
La noche más larga fue,
en el invierno, la del primer día. Y no al promediar ni al finalizar el
invierno. El solsticio de invierno marcó su comienzo, y desde ese día -21 de
junio-, las noches comenzaron a acortarse y los días a alargarse, "un tranco de
pollo cada día”, al decir de las abuelas, hasta llegar a la vistosa primavera.
Los árboles mostraron en invierno ramas grises y deshojadas, muy poco
atractivas, y sin embargo, estaba el árbol ocupado fortaleciendo y enterrando
más sus raíces para huir de la fría corteza y poder renacer más grande, más
fuerte y más bello aún, en primavera. Y retiró su savia de los extremos
permitiendo la poda del hombre, y mejor aún, despojándose así de hojas que
cumplieron su ciclo y que van a renacer en otras, fuertes, brillantes y sanas,
en la próxima temporada…
¿Qué hizo entonces el invierno, que no fuera prepararse para
renacer vital en primavera-verano?
A veces la vida nos sorprende con un momento no deseado. Triste,
desalentador, oscuro. Parece ser sin expectativas a la vista. Y nosotros, desconociendo
la enseñanza del invierno, nos detenemos en vivir esa pena, deprimidos,
tristes, sombríos, antes que ver que ese es el momento de quizás detenernos un
poco, pero para mirarnos, conocernos, echar raíces. Momento de sacudirnos para
que caigan mandatos, hábitos, zonas de confort, para, en definitiva, ir
preparándonos para el re-nacer, para amanecer feliz, en la inmediata y vital
primavera, que seguirá a esta crisis, siempre que la hayamos vivido toda,
intensamente, con el convencimiento que podemos prepararnos para lo mejor.
En empresas con problemas, en trabajos en crisis, en
cuestiones personales, me ha tocado resolver situaciones exitosamente, al
considerar que era ese el momento para preparar el mejor escenario futuro. Apenarme
el poco tiempo necesario, pero no más. Luego prepararme. En empresas se suelen tener
presente los ideogramas chinos que componen la palabra crisis, y que significan
las dos ideas, crisis y oportunidad. En toda crisis, subyace la oportunidad. En
todo el invierno se gesta la primavera.
En nuestra vida, aprisionados a veces por el peso de la
pena, no vemos las oportunidades que siempre co-existen y que, en el caso de
verlas, nos permitiría trabajarlas, sentirlas, y nos acercarían más pronto que
tarde al nuevo, distinto y feliz momento.
¿Qué estás
haciendo para tener tu primavera?
Repites lo que la Naturaleza hace? Miras y te reconoces en
tu noche larga, en tu propia pena, y cada vez que se te presenta un "invierno” propio…
te ves? Y qué decides? Quedarte en un eterno invierno o verlo como el espacio propicio para sentar las
bases del disfrute, del color, de la alegría, de tu posible y cercana
felicidad? Si decides esto, pensar y actuar como que aquí –en la pena- vas a
descubrir, esforzarte y hacer nacer tu propia primavera, entonces, estarás en
condiciones de unir tus flores a las flores, tus soles al sol. Bienvenidas
primaveras!