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tinta rosa

Un buen pedo, quizá te marque un buen camino - Por Gema Gamboa

Hacía mucho tiempo que no salía, de hecho había perdido el training en esto de que un hombre me invitara a salir. Pero pasó, apareció de la nada un viejo amor…

Por Redacción Tiempo de San Juan
Un día, alrededor de las 6 de la tarde, suena mi celular. No había muchas opciones. Podían ser, tristemente, en este orden: mi mamá, mi jefe o el portero de mi nueva casa para pasarme el reporte del día del vecinito famoso que les conté en la edición pasada… Pero no, para mi sorpresa era número desconocido,  cosa que llenó mi cabeza de preguntas y me puso en alerta, atendí con cierta desconfianza y de repente escucho algo así como: ¿Gema? ¡Soy yo! ¿Te acordás de mí?”. Señores, y aunque yo no lo recordara, después de escuchar que era ¡un hombre! semejante dulzura y sensualidad, no me importo nada más… pensé ¡Ah bueee bombón, sino me acuerdo te invento en dos segundos!

Contesté  finalmente: “¿Quién habla?” Y me contesta: “¡Soy yo, Fede!”, acto seguido mi cara pasó a ser de boluda risueña, mi postura corporal  un tanto tímida e introvertida y mis gestos cambiaron. Enrosqué de tal forma un mechón de pelo en mi dedo que tuve que cortarlo con una tijera después.

Fede fue un gran amor de la adolescencia, recuerdo que era guapísimo, el típico chico popular de cualquier película americana, ¿se lo imaginan verdad? Bueno no era tan pedante ni estúpido como suelen serlo en las pelis, solo pasó a ser un estúpido cuando eligió meterme los cuernos con otra (el primer desengaño)… como para olvidarte Federico.

Cuestión que, para mi sorpresa, me dice que le gustaría volver a ver, que estaba viviendo otra vez en San Juan  y que lo haría muy feliz si cenaba con él esa noche. Como comprenderán, deje rencores de lado, olvide todo, no me importó nada. “¡Vamos nomas, tirá la chancleta y pone primera!”, me dije. Así que, sin más, solo dije “¡sí!” (que traducido en mi más íntimo pensamiento era ¡seee mi amor, bombón, seeeeee!!)

Quedamos en que yo iba a su casa a eso de las 10 de la noche. Apunte la dirección y sólo me dedique a producirme: depilación, planchita de pelo, ropa que recordaba que le gustaba (jeans y camiseta blanca) maquillaje sutil, recordé también que no le gustaba tanto, quite la planchita, pues recordé que le gustaba mi pelo natural, en un momento pensé: ¿pero qué hago? Gemita se vos y listo, que tanta cosa y tanto escándalo… respiré… y pensé: “¡Una mierda, este se va a cagar cuando me vuelva a ver, tengo que estar tremenda!”  Y poniendo toda la carne en el asador me mande a lo de Fede.

Llegue con una seguridad que hasta a mi me sorprendió, firme, tranquila y guapísima (fomentar mi ego me lo recomienda la psicóloga), de repente toco timbre y… ahí estaba Fede, ¡madre mía y la Virgen, qué lo parió, este duerme en formol, me muero tiene canas¡¡ahhhh cómo me gustan las canas! Con el afán de que no se me notara el corte de respiración, los latidos del corazón y la babosa que me acompaña últimamente dije: “¡Hola Fede ¿Cómo estás?”  Y arrancó la noche nomas, hasta aquí perfecta ¿no? Sé que pensaran (eso espero) ¡qué bien pinta esto para Gemita! Porque yo lo pensé también.

Charlamos un rato, recordamos viejos tiempos, y yo que jamás tomo vino, ya iba por la cuarta copa, en un momento sentí una puntada en mí estomago, pensé: no, no puede ser, es producto del pedo que tengo, esto no va a pasarme a mí, hasta que en un momento no pude controlarlo más y dije lo que jamás se dice en un reencuentro como este: “¿Dónde está el baño?”. Esto ya da a pensar al otro solo dos cosas: o se mea o se caga. Y, a una, que el otro sólo pueda pensarlo, ya la sepulta en vida, y saben que no me equivoco”. Camino al baño pensaba, lo que pensamos casi todas, ¿cómo hago para disimular los ruidos?, nunca falla abrir las canillas, ante una emergencia, si piensa que vas a ducharte da igual, eso antes que cualquier otra cosa, después llenar el inodoro con mucho papel higiénico, esto amortigua la caída de lo que sea que caiga y la tosecita que camufla cualquier efecto sonoro, pues borracha y todo no me salte ningún paso, ya sentada en el inodoro (¿Qué pasa? Les aclaro que Mirtha Legrand también lo hace ¿eh?) , la mirilla de la puerta daba justo a mi altura, intentaba espiarlo para ver qué hacía, para ver si notaba algo y de repente en ese espacio reducido sonó un solo de clarinetes. Más que un solo, eso eran 354 mil clarinetes sonando en distinto tono  e intercalados. ¡Dios mío! ¿Y ahora cómo carajo salgo de esta? ¿Por qué? Si todo estaba saliéndome tan bien…, en fin ya resignada, borracha, y jugada como estaba empecé a mirar a mi alrededor, ¡Genial, vamos todavía! No quedaba más papel, pues todo estaba dentro del inodoro, claro lo puse para amortiguar las caídas, jaja. Me cagué, también, de risa y solo dije: ¡Fede! ¡No hay papel!, esperando que Fede, después de esto, no quisiera verme nunca más.

No recuerdo bien cómo fue que salí de semejante apuro, sólo les puedo decir  que tengo una vaga imagen de la sonrisa de Fede  que, tampoco recuerdo muy bien, pero dijo algo así como: “Me gusta, sos vos, simple y espontánea como te recordaba (sin dejar de reírse a carcajadas) y ¿saben qué? Esta noche cenamos juntos otra vez, pero sin vino ¿ja ja!
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