Definitivamente instalada entre nosotros, Internet se ha convertido en pocos años en la más potente herramienta de comunicación desde la invención de la imprenta. Los índices de conectividad en San Juan están a la par de la media nacional y muy por encima de los otros países de la región. En el mundo, Internet esta posibilitando la coordinación de indignados con el sistema, con el régimen o con alguna política en especial que afecta libertades o derechos. Hemos visto a la red como protagonista en los alzamientos del mundo árabe, en los reclamos de españoles indignados, griegos ajustados y estudiantes chilenos mercantilizados.
Pero a decir verdad, también la hemos visto actuar en las “rabonas” de estudiantes sanjuaninos e incluso en hechos mucho más graves como las redes de pedofilia. La balanza se inclina, sin embargo, a favor de los enormes beneficios de la comunicación global. Lo que a veces no entiendo es que la comunicación local y hasta vecinal se reduzca a una charla virtual. Reemplazar el “nos tomamos un café y te cuento” por el “conectate a las 21 y chateamos” hace que la comunicación interpersonal pierda muchísima calidad.
El “cara a cara”, la carga emotiva de esa conexión, los gestos y las miradas leídas en directo, la sensación de presencia y de confidencialidad, la mano sobre el hombro, no puede ser nunca igualada por una pantalla y una webcam, por un chat colectivo de pseudo- amigos virtuales que esperan su turno para que el “conectado” les dedique un par de frases. Es cada vez más frecuente la imagen de un grupo de jóvenes reunidos en la mesa de alguna confitería o en el banco de una plaza mudos y enfrascados en la pantalla de sus celulares, ajenos a todo lo que ocurre alrededor, prefiriendo la conexión virtual que la real.
Quiero que se entienda. Internet, sí. Todo el saber mundial al alcance de la mano, la charla con amigos y familiares que están lejos, el debate constructivo en las redes sociales. Pero a la hora de conversar con un amigo o amiga, la elección me parece indudable.
Algunos colegas opinan que esa virtualidad de la comunicación joven es parte de la nueva realidad y no su antítesis. Yo prefiero seguir juntándome con mis amigos en la vieja realidad del face to face.