De todas las formas de recordar y honrar a San Martin que existen, cruzar los Andes tratando de imitarlo es, sin dudas, la más difícil y dolorosa. Pero al mismo tiempo la más gratificante.
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SUSCRIBITEDe todas las formas de recordar y honrar a San Martin que existen, cruzar los Andes tratando de imitarlo es, sin dudas, la más difícil y dolorosa. Pero al mismo tiempo la más gratificante.
Este miércoles más de un centenar de expedicionarios terminaron con la tercer jornada de la travesía que comenzó el lunes.
El día arracó temprano en el refugio Las Frías, cerca de las 8 de la mañana, cuando todos despertaron para desayunar y estar listos a las 9, horario en que partirían hacia el Refugio Ingeniero Sardina, más conocido como Patos Sur.
Sería la jornada más larga y complicada de todas, sobre todo por el desafío que implicó cruzar el cordón montañoso conocido como El Espinacito, un trayecto empinado y angosto que obliga a los jinetes a a avanzar en fila india. Tal es su dificultad que muchos expedicionarios decidieron bajar de sus caballos o mulas para transitarlo a pie, tirando del animal. Otros, como quien escribe, dependimos de la buena voluntad de un baqueano que tironeó de nuestro caballo al ver la cara de terror de algunos jinetes.
La recompensa, sin embargo, sería grande y al atravesar el cordón montañoso un fresco río esperaba para paliar el calor de expedicionarios y animales.
Después del descanso hicieron falta tres horas más de cabalgata, atravesando el Valle de los Patos para llegar al refugio Sardina. Este último tramo fue el más generoso para con los jinetes gracias a la hipnotizante planicie verde del valle que hacía olvidar cualquier dolencia.
Recien a las 17.30 de la tarde el contingente arribó a Sardinas donde pasará la noche y todo el jueves que será el día de descanso.
Se espera que el viernes a primera hora de la mañana los expedicionarios partirán hacia Valle Hermoso para el encuentro con los chilenos.
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