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Personajes- Ricardo Elizondo

De Charly García a Giacomo Puccini, sin escalas

El tenor que impuso la ópera en San Juan cuenta por primera vez cómo se inició en la música y cómo nació la idea de traer este género musical a la provincia. Su aprendizaje en España, el presente y futuro del bel canto con el Teatro del Bicentenario. Por Viviana Pastor.

Por Redacción Tiempo de San Juan
Por Viviana Pastor

Cuando escuchó por primera vez las canciones de Charly García, la estalló la cabeza. Su fiebre melómana lo hizo delirar con esas canciones en 8 compases, diferentes a todo lo conocido. Pero al poco tiempo escuchó una ópera de Giacomo Puccini y fue como descubrir otro universo. Supo inmediatamente que eso era lo máximo, el reto mayor para cualquier cantante, y no la abandonó nunca más.

Ricardo Elizondo se convirtió en tenor a fuerza de trabajo y horas quitadas al sueño con los mejores maestros en España. Volvió a su provincia con un sueño: instalar la ópera en San Juan y este año se cumplen 10 temporadas de presentaciones. 

Si bien esta tierra siempre fue terreno fértil para todas las manifestaciones musicales, no fue fácil para Ricardo lograr el apoyo necesario para las primeras puestas en escena. Pero tenía una meta y no es de los que se rinden facilmente. 

Si fuera algún personaje de ópera, él sería Don José, protagonista de "Carmen", de Georges Bizet. Un soldado que sufría estar lejos de su familia, y que en España le recordaba su propio desarraigo. "Yo viví 10 años en Córdoba y 7 en Europa y esa distancia la sentía con dolor como Don José. Fueron mis padres los que me hicieron querer volver", dijo. Pero Don José, un hombre de principios, es también muy pasional, lo que lo llevó extraviarse por amor, "aunque en el fondo él era el mismo".

Hoy Ricardo distribuye su tiempo entre su hijo León, de 3 años, su trabajo en el Café de la Ópera, del cual es propietario, y como director de Ópera San Juan, un cuerpo estable que con el nuevo teatro del Bicentenario tiene para siempre asegurado un espacio en la provincia.

Acto I
"L'amour est un oiseau rebelle - El amor es un pájaro rebelde" (Carmen). 

En esa época, década del '60, todos los niños del Gran San Juan nacían en el hospital Rawson, también Ricardo, y apenas empezó a respirar heredó el nombre de su padre. Sus primeros años los pasó en Caucete, donde don Elizondo era ferroviario, y su mamá Zulma,  ama de casa. Antes de entrar al jardín de infantes recitaba la tabla del 2 y en la primaria fue abanderado, era de esos hijos que dan más satisfacciones que problemas.

Después vivieron en Chimbas, más tarde en Buenos Aires, por cuestiones laborales, y regresaron unos años después.  De su infancia rescató la crianza que le dieron sus padres, gente de valores que procuraron volcar en sus dos hijos, Victor y Ricardo.

Se dio cuenta temprano que tenía un gran caudal de voz, fue en cuarto grado, en la escuela Bavio, en Chimbas. En cuarto grado se armó un grupo con dos compañeros que tocaban la guitarra y ahí empezó a cantar. "Nunca supe por qué me puse a cantar yo, mis padres no cantaban ni estaban vinculados a la música. La primera canción que cantamos fue Zamba de las tolderías y luego Vallecito y empezamos a ser los artistas del colegio. Después pasamos a la parroquia donde cantamos 10 años en las misas de Ricardo Baez Laspiur", contó. 

Le gustaban los desafíos, las canciones más difíciles, no quería cantar siempre lo mismo. Empezó a tocar la guitarra a buscar cosas nuevas y ahí conoció a Charly García, "Eso fue caótico, Charly componía en un rango de acordes que no eran los tradicionales, había que estudiar más para tocarlo a él y con la voz me pasó lo mismo", dijo. En esa época cantaba folclore, tango, rock, todo se le daba bien, le resultaba  fácil. Con 15 años se sumó al coro de José Domingo Petraccini que le daba muchas más posibilidades de aprender cosas nuevas. Hasta que un día una amiga le hizo escuchar el aria "E lucevan le stelle", de Tosca, obra de Puccini y fue el verdadero click, no sólo en su cabeza, fue un estremecimiento en cuerpo y alma. "Me quedé fascinado con esas voces, fue darme cuenta que había algo que era sumamente difícil, era subirse a un fórmula uno y lo comprobé con el tiempo. Yo, que estaba creído de que cantaba muy bien, me topé con esa aria de ópera y me quise matar, porque cuando quise abordarla me quedé mudo una semana porque no tenía técnica y lo quería hacer de 'macho' pero era un salto al vacío. ¿Cómo hacían? Si yo era tenor en el registro y ellos eran tenores ¿cómo lo hacían sin morirse? Después me enteré que la ópera duraba dos horas y pico y dije: Esto quiero hacer".

Cuando terminó el secundario se fue a estudiar abogacía a Córdoba, era una carrera que le permitiría ganarse la vida porque nadie "vive del arte", al menos era el pensamiento de la época. Allá se sumó a un coro y cantaba en bares y pubs. Pero su cabeza seguía en la ópera y buscó maestros, encontró dos que le dejaron su impronta. Uno de ellos le dijo que si quería cantar con él tenía que vender la guitarra, el amplificador y dejar de fumar, esperar 3 meses y volver. "Me cayó mal pero lo hice y cuando volví me tuvo en silencio 6 meses haciendo trabajos foniátricos para recuperar la voz. El me impuso disciplina y con él dejé de cantar otros géneros. Dejé de ir a bailar y de comer cualquier cosa, pero lo peor fue que me prohibió cantar, era aprender a caminar de nuevo y cuando llegamos a un tope fue cuando salió lo del viaje a Europa".

 Acto II
 "Si me quisieras me seguirías a la montaña - Si vous voulez, je voudrais me suivre à la montagne”, (Carmen).

Y lo hizo, fue atrás de la ópera que le llenaba el alma. 

En Europa había un concurso de coros y con un grupo de amigos que no tenían cómo pagar el pasaje decidió juntar plata cantando ópera en la peatonal de Córdoba, los sábados a la mañana. Estaban organizados y hasta tenían una pancarta con el slogan: "sacate un peso de encima y colaborá con nosotros", era 1997, época del 1 a 1. Después de 4 meses cantando todos los sábados lograron reunir casi toda la plata y pagar sus boletos de avión.

Llevaba 80 dólares en el bolsillo y decidió quedarse allá. Como todo inmigrante tuvo que trabajar en negro. Hizo de todo, fue camarero, ayudante de albañil, vendedor ambulante, hasta instructor de vóley, mientras audicionaba para ver cuál era su nivel como cantante lírico. El sueño estaba cerca, poder vivir del canto y cerca de los mejores maestros.

Al segundo año se compró un autito viejo para poder ir a trabajar a una fábrica de bañeras de hidromasaje y esa época fue la más terrible. "Me levantaba a las 4,30 y entraba a las 6, salía a las 14, llegaba y comía y a las 16,45 mi vecino de la tuba ensayaba, nadie descansaba en el edificio. A las 18 entraba a la zarzuela y a las 21 a la opera y me acostaba a la 1,30, ¡dormía 4 horas! pero con esa plata pagaba mis dos maestros y vivía con lo justo, así pasé varios años".

En la ópera de Sabadell trabajaba gratis al principio, en la organización, desde abajo pero aprendiendo desde adentro, después empezaron a pagarle y como no tenía papeles cobraba muchos menos. Era una ópera itinerante y ahí descubrió el abc de la puesta en escena. 

Los maestros se llevaban casi todo lo que ganaba Ricardo, pero no era un gasto, era una inversión, y mirando hacia atrás hoy reconoce que estudiar con esa gente fue lo mejor que le pudo pasar, fue tocar el cielo con las manos. No es para menos, eran los más destacados en su género: Alfredo Kraus, al que llaman el cuarto tenor, y profesor de grandes figuras; Jaume Aragall, tenor español considerado por Pavarotti como el mejor lírico; y Enrique Ricci, argentino director de Orquesta y Maestro repertorista de cantantes líricos, entre ellos de José Carreras. 

Con los tres tuvo encuentros de película, de esos como para creer en la buena suerte. A Kraus se lo encontró en la catedral de Madrid y le pidió una foto. Ricardo tenía una camarita descartable y se le trabó en ese momento. Kraus había perdido a su esposa y en eso que intentaban sacar la foto se abrieron las puertas de la catedral y el periodismo que lo esperaba sacó fotos de ellos casi posando. La revista 10 Minutos publicó: 'Kraus encuentra consuelo a su viudez en el calor de sus hijos', si, el "hijo" era Ricardo. Así pudo tomar algunas lecciones con el gran maestro.  

Con Aragall también fue un encuentro casual, en un tren a Girona. Ricardo lo reconoció y le preguntó si era Jaume Aragall y el hombre asintió con la cabeza, hablaron durante todo el viaje y aceptó tenerlo de alumno. Con él afinó la técnica que implica el manejo muscular de todo el aparato fonador de la voz que incluye además de las cuerdas vocales, el uso del diafragma y la resonancia de la cavidad bucal y los senos paranasales.

Con Ricci fue intencional, Ricardo lo buscó varias veces hasta que 'por compromiso' le dijo que lo atendería 5 minutos. Se sentaron en un café y terminaron charlando dos horas y media, los unía la argentinidad en tierras lejanas. Lo tomó de alumno. "El salto de calidad lo da el pianista y Ricci es el mejor de la Argentina, cuando tenía clase con él entraba a las 18 y cuando salía entraba Carreras... ¡Carreras entendés?! ¿Yo que iba a hacer? me quedaba detrás de la puerta escuchándolo. Un día salió y me vio, le dije 'que hermoso eso que estaba cantando' y me dijo '¿te gustó mucho?, tomá', y me regaló la partitura arreglada por él para adaptarla a su voz, un sueño".

Esa formación es la que hoy le permite a Ricardo estar al frente de la Opera San Juan, pararse adelante de cualquier cantante y marcar cuando algo no sale bien.

Acto III
"¡Veo a mi madre... sí, vuelvo a ver mi aldea! Recuerdos de antaño, dulces recuerdos de mi tierra" (Don José).

¿Cuándo nació la idea de instalar la ópera en San Juan? El tenor ya estaba en el coro de la ópera de Sabadell y en la primera presentación, al cierre del primer acto de La Traviata, que es de los más sensacionales, "un cachetazo sensorial", el público estremeció las paredes con aplausos. "Cuando nos hicieron saludar, ahí mismo dije: esto lo tienen que ver mis viejos, esto tiene que estar en San Juan".

Es que sus padres no entendían que el hijo que estudiaba abogacía ahora cantaba ópera a 12.000 kilómetros. Pero Ricardo no perdía el rumbo, las extenuantes jornadas de trabajo y estudio lo dejaban casi sin aliento, "cuando en la noche llegaba al teatro me tiraba al piso y cuando escuchaba la música decía: es por esto el sacrificio y claro que vale la pena".

Armó el proyecto en España y en unas vacaciones en San Juan, en el año 2003, fue a Cultura y lo presentó, por entonces era gobernador Wbaldino Acosta. No prosperó. Lo volvió a intentar en el 2004, no estaba creado el Ministerio de Turismo y Cultura y fue recibido por quien estaba a cargo del área, Eduardo Peñafort. Este quedó encantado y lo apoyó desde el primer momento, pero era necesario que llegara al Gobernador para obtener el OK definitivo. Era la primera gestión de José Luis Gioja. 

Durante tres días seguidos se sentó en la sala de espera de la Privada del Gobernador. ¿Quién era Elizondo? ¿Quién quería ópera en San Juan? ¿Cuándo se había hecho? "Nunca se había presentado una ópera íntegra, y yo no era nadie, pero era muy cabezón", reconoció.

El tercer día lo atendió quien era  secretario de Gioja, Silvio Atencio. El encuentro no empezó de manera muy amable, pero terminó muy bien y Ricardo se fue con un pulgar arriba y una sonrisa.

Volvió a su provincia y empezó el armado de la primera ópera, La Traviata, no podía ser otra, era la que había encendido la chispa, y la gran premiere fue en octubre de 2006.

A la segunda presentación, Elixir de Amor en el 2007, fue el Gobernador, quedó encantado y bajó a saludar a los artistas. "Ahí recién nos conocimos con Gioja, nos felicitó y preguntó que hacía falta. Yo le dije un teatro para ópera con foso para músicos. Meses después, el Gobernador le pedía a Kirchner las obras del Estadio y el Teatro del Bicentenario", contó.

Después de 10 temporadas, Ópera San Juan está instalada, aseguró Elizondo. "Me di cuenta el año pasado, la gente va, no importa que haya otros espectáculos, nos pasó con Romeo y Julieta que estaba Divididos, la Fiesta de los '80, había mucha oferta y llenamos igual".

La prueba de fuego son los pibes, desde el año pasado van a los ensayos generales alumnos del último año de escuelas secundarias. "Me sorprendió que los chicos, que no tienen más de 15 minutos de concentración, estuvieron sentados 3 horas, atentos, cuando Romeo besa a Julieta aplaudían y gritaban de pie. Es muy importante porque ellos son los espectadores del futuro que hay que formar", señaló. 

La apuesta ahora es traer a esos ensayos a los chicos de los departamentos alejados, "somos un gobierno popular y hay que llevar esto a la gente".

Unas 150 personas trabajan en la ópera: el coro de la opera suma unas 45 personas y lo dirige Petraccini, la orquesta es propia pero son los músicos de la Sinfónica. Hasta 2010 las presentaciones se hacían en el teatro Sarmiento, a partir de 2011 se realizan en el Auditorio Juan Victoria, que tiene mejor acústica. El director de Escena es el mismo del Teatro Colón.

¿Cuántas veces tuvo que explicar que la opera no es "elitista" como algunos creen? Ricardo  se llevó las dos manos a la cara y el gesto es elocuente. El género nació en el siglo XVII, cuando no había nada en que entretenerse. "Por eso las óperas eran largas, había que entretener al pueblo. En Parma la gente se llevaba sillas y comida y cuando no les gustaba volaban los tomates,  era lo más popular. Después se desbalanceó y si bien al lado de una cambia de dos acordes y si... es más complicado, pero no inaccesible", dijo. 

El 'cabezón' ahora quiere hacer dos funciones de cada presentación para que tanto trabajo se luzca un poco más. Las entradas, lo admite, no son baratas, promedio $200, y sabe que hay gente que no puede pagar;  pero el 70 % de la ópera se financia con las entradas. También hay empresas que colaboran como Barrick, Banco San Juan y Panedile. Los fondos se manejan a través de la Fundación Ópera de San Juan.

¿Por qué los solistas son siempre de afuera? ¿No hay buenas voces acá? "Si hay, pero lo que la gente desconoce es que para un protagónico se estudia el papel unos 5 años, hay gente que se especializa en un solo papel, y otros hacen 4 o 5 protagónicos. Por eso se busca al especialista en cada rol, está en la sapiencia del director saber elegir las voces. No cualquiera puede hacer un protagónico, debe tener una formación muy sólida, no hay cátedra de ópera en la provincia, sí hay de canto para profesorado".

Acto IV
"¡Carmen jamás cederá! ¡Libre nació y libre morirá! - Jamais Carmen ne cédera! Libre elle est née et libre elle mourra!"

Por las mañanas se lo puede ver en el Café de la Ópera, en el Patio Alvear, que compró a un amigo suyo con un crédito y terminó de pagar el año pasado. Y, aseguró, es la entrada de fondos que varias veces ayudó a sostener la ópera. 

Su hijo León tiene 3 años y nació con problemas neurológicos, lo operaron varias veces, tampoco  ve bien y su padre planea llevarlo a China para un tratamiento con células madre. 

"Mi hijo me hizo sentar cabeza y gracias a Dios lo tengo. Yo que siempre me jacté de haber hecho lo que quería, ahora hago lo que él necesita". Todas las tardes, de 17 a 21, Ricardo se dedica a León y no atiende ni el celular, ya que necesita estimulación permanente para que su cuadro no empeore. 

"A veces te desbordás de lo planeado,  pero siempre volvés sobre el eje. Mi eje fue San Juan, mi familia y hoy,  mi hijo León".

Ya lo dijo Carmen: "A tu alrededor, rápido, muy rápido; vino, se va, vuelve a venir... Crees tenerlo, y te evita. Crees evitarlo, y él te tiene. ¡El amor! ¡El amor! ¡El amor! ¡El amor!".

EL MEJOR DEL PAÍS
Ricardo Elizondo fue contratado por la empresa Panedile, que construye el teatro del Bicentenario, como asesor. Es que además de sus conocimientos como tenor, ha recorrido casi  los teatros de Europa. "Va a ser un teatro extraordinario, será el mejor del interior del país con un avance tecnológico de 100 años", dijo.

El escenario tendrá un plato giratorio lo que permite, en obras de varios actos, cambiar el escenario en 15 segundos. 

De las 1.200 butacas originales se pasó a 1.350 butacas de Figueras que tienen pantalla en el respaldo para los subtítulos. "Será una pantalla personal multilenguaje es decir que se puede programar para varios idiomas, y si viene un chino, cosa que pasará con el Túnel de Agua Negra, podrá ver ópera en San Juan en su idioma", explicó.  
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