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CASOS QUE CONMOCIONARON A SAN JUAN

Asalto, muerte y complot político

Los arrinconaron, los asaltaron y uno de ellos fue asesinado. El 30 de noviembre de 1926, San Juan se estremecía a causa de uno de los crímenes políticos más escandalosos de su historia local Por Michel Zeghaib

Por Redacción Tiempo de San Juan
El escándalo se extendió un largo tiempo. Los hechos, desde el atentado hasta la toma de poder del gobernador electo, ocurrieron entre el 30 de noviembre (día en que se perpetró el asalto y crimen) y el 06 de diciembre, aproximadamente. Seis días de pesquisas, hipótesis, arrestos y decisiones políticas de urgencia. Aldo Cantoni –recientemente electo Gobernador– se salvó, igual que el Diputado Nacional Belisario Albarracín. Pero Fernando Santamaría fue acribillado a balazos, causándole la muerte de manera inmediata.

Eran las 22.30 horas del martes 30 de noviembre de 1926. Cantoni, Albarracín y Santamaría iban por calle Tucumán. Cuando pasaron la Rivadavia, antes de Mitre, desde un auto marca Dodge (de color marrón y ruedas de alambre), empezaron a dispararles. El sonido de los disparos cruzados hacía creer que había comenzado una guerrilla. Según el testimonio de personas que estaban el lugar –quizá vecinos– se escucharon más de treinta disparos de revólveres y armas largas (como Winchesters calibre 44). Las pesquisas confirmaron que fueron cincuenta. Los principales disparos que salían del Dodge se dirigieron al conductor del Willys Knight (propiedad del Sr. Lara). Creyendo que era Cantoni quien manejaba, asesinaron a Santamaría. 

En medio de la balacera, con Santamaría perforado por las balas, el auto continuó moviéndose, respetando su curso natural, en un suave movimiento, y sin variar de dirección, anduvo unos metros más, deteniéndose a mitad de la cuadra siguiente (pasando la calle Mitre) con el motor aún en marcha. Mientras tanto, Cantoni y Albarracín se tiraban al suelo del vehículo, al tiempo que disparaban como podían a sus opositores. Una parte del cuerpo de Santamaría estaba desplomado sobre el volante, la otra colgaba de la ventanilla. Fue cuando Cantoni corrió el cuerpo inerte de su amigo, y logrando agarrar el volante y acelerar, condujo hasta el Hospital Rawson para tratar de hacer algo por su amigo muerto. Pero ya era tarde. Después de algunos días, Cantoni recordaba la última palabra que dijera Santamaría antes de morir: "¡Bárbaros!”, refiriéndose a los perpetradores.

Terminado el tiroteo, los atacantes subieron al Dodge marrón en el que habían venido y salieron –en llantas pero a gran velocidad– por calle Rivadavia hasta la Av. Rioja, para doblar luego hacia la calle San Luis, y desde allí, hacia la Av. Rawson. Llevaban con ellos un baqueano llamado Leandro Flores que conocía palmo a palmo desde Zonda hasta Calingasta. Lo que hacía suponer que los prófugos se habían dirigido hacia Zonda, al paraje Baño "La Salud” y desde allí hacia el Sur, para internarse en la Quebrada de La Laja, y llegar luego a Divisaderos, costeando el Río Ancho hasta llegar a Los Colorados, en Maradona. Siguiendo por el camino hacia El Tontal que lleva a Agua Pinto, y desde allí, cruzar el cerro La Jarilla hasta el paraje Sasso, un lugar de muchos escondites.

A los cuatro días después del atentado (04 de diciembre del ’26) los atacantes fueron sorprendidos en Los Colorados (Maradona) lugar donde apuntaban las sospechas, por una comisión de bloquistas que decidieron dar con ellos antes de que lo hiciera la Policía, como única forma de cobrarse venganza. Guillermo Morales, el principal sospechoso del asesinato de Santamaría, junto a los demás, estaban asando –sin preocupación alguna– la carne de un guanaco que había cazado ese mismo día. Eran alrededor de las 2:30 de la tarde. Se produjo un tiroteo feroz en el que Morales cayó herido de muerte, desangrado, junto a su peón Pedro Ruarte (´horas después, murieron). Apenas herido Morales, el baqueano y otros dos huyeron; y los demás fueron capturados en la Quebrada de Los Chacales, a los pies de El Tontal. Además de los dos heridos, también cayó el hijo de Morales, y Carlos Bossio, ex jefe del Escuadrón de Seguridad del ex gobernador Federico Cantoni. En el momento en que Morales insuflaba sus últimos respiros, alcanzó a declarar diciendo: "(…) medio millón… medio millón”. Y luego, balbuceó dos nombres, con frases inentendibles, excepto la palabra: "¡bodegueros!”. Con esto, peor que nada, la comisión tenía una punta concreta hacia dónde dirigirse para atrapar a los pagadores del atentado: radicales yrigoyenistas y bodegueros, que no querían que Aldo Cantoni, recientemente electo gobernador, asumiera como tal. La comisión trajo hacia San Juan a los apresados. Se dice que Morales, muerto antes de salir, fue descuartizado y colocado en una bolsa de nylon, en la que lo trasladó su propio hijo. Obligado, por supuesto.

Por un lado, los detenidos por la fuerza policíaca fueron muchos. La cólera de gran parte del pueblo sanjuanino, se entremezclaba con la psicosis de la Policía que pasó de estar aturdida –sin saber para donde ir, ni que respuestas dar– a detener a cualquiera que, aunque mínima, tuviera una relación probable y sospechosa con respecto al atentado. Por otro, el bloquismo solicitó al Ministro del Interior garantías y protección para que Cantoni asumiera el mando. Éste mandó de inmediato la intervención de la provincia, respondiendo a las garantías que el partido exigía. El Interventor Federal Broquen fue quien se hizo cargo del pedido del Ministro, y quién garantizó –por medio de un Decreto de cuatro artículos– la asunción al Poder Ejecutivo de la Provincia del caudillo. Finalmente, el lunes 06 de diciembre de 1926, a las 17 horas, se entregaba el mando al gobernador electo, Aldo Cantoni. 

Fuentes:
DEBATES, noviembre y diciembre de 1926
EL NOTICIOSO, noviembre y diciembre de 1926

Una carta para Morales
Fue encontrada en el interior del saco que llevaba Guillermo Morales, el jefe de la banda que atacó a Cantoni y compañía. Era de una mujer llamada Benita. Así lo registra la firma de la misiva. En ella, Benita recuerda los buenos momentos vividos a su lado, y le pide que le ayude con dinero para poder terminar el profesorado de labores que había comenzado, de tal manera de poder llevar una vida menos sacrificada. A cambio, le prometía cumplir con él. De aceptar, Benita le pedía que fuese a Mendoza, a ver a un tal Pedro Sagier, para entregarle el efectivo.

¿Cómo se preparó la evasión?
Las mulas y caballos en los que se montaron después de dejar Dodge marrón, estaban preparadas desde la tarde del día anterior al atentado, en la finca de Herman Keller en Pocito. Uno de los hijos de Morales había sido mandado a esa comuna para avisar que todo estaba preparado, y para trasladar los animales al paraje Baño "La Salud” en Zonda. Y así fue. Se perpetró el atentado, y todo parecía salir a la perfección.
A la mañana siguiente (el 01 diciembre del ’26) la Comisión encontró el Dodge marrón en el dicho paraje zondino, abandonado, ya que sus ocupantes siguieron camino en las mulas y caballos que los esperaban en el lugar. En el auto, se encontraron unas bolsas de lana (ocupadas, seguramente, como escudo antibalas) y manchas de sangre en la puerta trasera izquierda, señalando que también entre ellos había heridos.

El sepelio de Santamaría
El jueves 02 de diciembre se realizó, a las 10 de la mañana, el sepelio de Fernando Santamaría, quien acompañara a Cantoni y Albarracín, el día del atentado. Centenares de personas acompañaron sus restos. La indignación en unos, y la impotencia en otros, invadieron el clima de aquel día, se podía percibir en los rostros y actitudes de la gente.
El comercio en su totalidad cerró. Y en la mayoría de las casas del radio céntrico aparecían carteles en repudio al asesinato del político bloquista. A las 9:30 de la mañana se realizó en la Iglesia Catedral la misa de réquiem, mientras afuera, una multitud.
Al llegar al cementerio de la capital, no menos de 2 mil personas esperaban la pompa fúnebre. Las crónicas periodísticas aseguraron que ese día, casi 8 mil personas participaren del sepelio. 

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