Solamente el hecho de que el mes que viene estarán designados los primeros 98 empleados del Poder Judicial por medio del polémico concurso de selección es el dato sobre el que no hay discusión. El resto es un tembladeral de versiones y especulaciones fundadas en los largos años de predominio de un sistema de preferencias, que el método que se comenzó a aplicar después de infinitos forcejeos no consigue disipar.
El factor que mantiene la guardia alta de los concursantes y toda la cátedra judicial es la misma naturaleza del sistema, que mantiene la discrecionalidad como factor excluyente para los postulantes a ingresar al Poder Judicial. Hasta acá, los ingresos eran digitados directamente por las máximas autoridades del servicio judicial –que vale recordarlo subrayado como servicio público-; a partir de ahora se trata de un tamiz previo mediante exámenes que filtran a los postulantes pero sobre los que luego se aplicará, también, el dedo de la discreción. "En un punto, siempre tiene que haber un mínimo de discrecionalidad”, se justificó uno de los responsables de aplicar este concurso para argumentar sobre las razones por las que no se monta un sistema de puntajes por cargo, y adiós discrecionalidad.
El punto en el que se encuentra el concurso de ingreso en este momento es justamente a la espera de la primera expresión discrecional, luego de haber sostenido en público de que se trata de un premio al mérito. Se anotaron 14.000 postulantes y luego de los tres filtros de exámenes dispuestos por medio de un sistema informático que fue aprobando o descalificando según sea el caso, quedaron 625 postulantes aprobados y sentados en el banco de espera.
Pero allí radica el problema. Los aprobados por el sistema son 625, de los cuales se entrevistará solamente a unos 200 (la entrevista personal a los que pasaron el filtro de los exámenes es la última estación del camino) y los primeros cargos a cubrir son 98, entonces surge una pregunta obvia: ¿con que criterio se elegirá a los que serán los primeros 200 entrevistados y, más aún, con qué criterio se decidirá quiénes son los que obtendrán los 98 cargos? La respuesta también es obvia: por criterios discrecionales de los encargados, no importa si bien o mal intencionados. En todo caso, subjetivo y sujeto a polémicas y revuelos porque no consagra la meritocracia.
Los encargados del sistema dicen que debe admitirse de que al menos se ha reducido el margen de esa discrecionalidad. Y es cierto, el universo es infinitamente inferior: de los 14.000 iniciales, a los 625 que pasaron el concurso, son muchos menos. Pero sin siquiera entrar en el debate sobre si el criterio de selección está bien o mal (sobre lo que en esta columna ya se ha manifestado su desacuerdo con los filtros a la mecanografía, la ortografía y las preguntas sobre códigos que ya no existen, como el Civil derogado desde agosto), lo que no consigue el nuevo sistema es disipar las dudas sobre los que ingresan.
Que terminan siendo siempre los mismos, sea por la puerta de ingreso o por la claraboya del baño: familiares, hijos, nietos o entenados de los que tienen la facultad de decidir. Aún con el nuevo sistema de selección, alcanza con que los preferidos por la "gran familia judicial” superen el examen de velocidad en la computadora y pongan bien los acentos para que sean recibidos con los brazos abiertos por quienes luego se encargan de los siguientes pasos. De hecho, hubo hijos y nietos de jueces que pasaron con comodidad los exámenes.
Esos siguientes pasos son la entrevista personal y la designación, imperio del dedo. Lo que se informó inicialmente –luego modificado parcialmente ante la ola de reclamos que se generó- es que serán entrevistado sólo 200 de los 625 que pasaron el examen: sacando cuentas, la mayoría de los "exitosos”, en la dulce espera.
¿Y cuál es el criterio de a quienes llamarán y a quiénes no? Responde uno de los responsables: "a que si necesito un especialista en derecho penal, convoco a los que pasaron en esa franja, o de acuerdo a los perfiles que armamos decidimos si hace falta alguien introvertido o extrovertido, etc.” Es decir, arman los perfiles pero sólo con los que entrevistan.
Dedo, dedo, y más dedo. ¿No hubiera sido más transparente y cristalino invertir el orden? Es decir, concursar para los sitios disponibles, establecer un sistema de puntaje para cada cargo, y que gane el más mejor, como se dice en el barrio. ¿Tanto problema era? Claro, de ese modo se hubiera eliminado todo residuo de discrecionalidad, y no parece ser que fuera lo más conveniente.
La difusión de que sólo se entrevistaría a un tercio de los que pasaron los exámenes mientras el resto será derivado al sueño de los justos causó gran fastidio, y las autoridades anunciaron que serán entrevistados todos. Lo que no dijeron es cuándo: si antes o después de la primera ronda de designaciones.
Ante semejante zozobra en el sistema y en medio del intento de hacer pasar un supuesto premio al mérito en el concurso cuando no lo es, es que comenzaron a proliferar las especulaciones en el palacio de Tribunales. Las primeras de ellas señalan que las designaciones ya están orientadas y los nombres de los ingresantes ya están puestos, mucho antes de lo que llaman una mímica de las entrevistas personales con el supuesto fin de definir perfiles para cargo a ocupar.
Más aún, sostienen que hay una lista de 10 postulantes por cada uno entre las máximas autoridades del servicio. Y se citan hasta casos de postulantes que no atravesaron el primero de los estudios y que igualmente figuran entre los 625 que pasaron, entre los 200 que serán entrevistados y seguramente entre los 98 que en noviembre tendrán un cargo en Tribunales. Se cita con nombre y apellido a una mujer y un hombre. Desde la Corte aseguran que no hay postulantes que hayan sido bochados, más allá de un caso puntual de la máquina que a los70 puntos los consideró afuera y correspondía adentro.
Se habla de tráfico de carpetas, y en efecto hay circulación generosa. Se esperará a los próximos capítulos y recién en noviembre se sabrá quienes tuvieron "suerte”.