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análisis

Pensar para adelante

De altísimo valor, el plan estratégico para dentro de 10 años es de lo más importante del año en términos políticos. Sin embargo, pasó sin pena ni gloria. Aquí, los argumentos de su razón de ser. Por Sebastián Saharrea

Por Redacción Tiempo de San Juan
Hay un cálculo que es irrefutable: con mayor o menor precisión, el tiempo que pase en una década nos encontrará en algo así como un millón de sanjuaninos en San Juan, además de los cientos de miles que seguirán buscando oportunidades por el mundo.
 
Hay otro cálculo que es razonable plantearse: suele ocurrir que el árbol no deje ver el bosque y el vértigo del día a día, la coyuntura urgente que deja cicatrices a medida que pasan las horas, convierte en una rareza cualquier posible reflexión sobre el rumbo a grandes trazos, qué es lo que conviene hacer y lo que conviene descartar a largo plazo, cuando se juega a suerte o verdad el destino en serio.
 
Y hay un tercer cálculo apropiado. Si pudiéramos aunque sea por un minuto al día despojarnos de las emociones de la urgencia y pensar para bien adelante, posiblemente estemos ante un gran servicio a las generaciones futuras. Consiste en cambiar el tiempo de conjugación verbal: desde el ya hicimos en los 10 años pasados como formulación política, al queremos hacer en los 10 años que vienen. Si eso es posible, será que hemos crecido.
 
Bajo este paraguas de buenas intenciones es que nace este plan oficial para realizar un diseño estratégico del próximo San Juan, tal vez la iniciativa más relevante del año que de todos modos no ha sido del todo masticada y digerida por sus destinatarios. Sus argumentos saltan a la vista al poco andar, el más relevante es el tiempo: su alcance de una década, propósito modesto pero razonable para ir ganando casilleros de a poco, excede por completo cualquier gestión política de 4 años. 
 
Va mucho más allá de personas y hasta de partidos, requiere por consecuencia, acuerdo y perspectiva de todas las fuerzas provinciales. Las políticas, reacias en encuadrar en cuestiones de Estado, anche también económicas y sociales siempre dispuestas a la foto de ocasión pero olvidadiza de los grandes trazos generales cuando suelen afectar intereses particulares.
 
La mayor contribución para comprender el asunto es la simple cuenta matemática. Si se piensa en la planificación ordenada y en la conveniencia de la provincia en todos los rubros a un plazo mínimo de 10 años, decanta solo que no hay allí afán personal de agrandar la cosecha en las urnas. De mínima, podrá inferirse el interés de sus impulsores para postular para la placa de quienes abrieron el debate sobre el interés estratégico provincial por primera vez, será ese el motivo de un modesto reconocimiento. Y punto, a seguir.
 
La importancia de despojar al asunto de interés político es gravitante porque devolverá simétricamente en entusiasmo y participación. Si se huele feo, pocos habrá dispuestos a poner el cuerpo, con excepción de de los ocasionales oportunistas que no son pocos pero se los puede identificar a lo lejos. En este caso, la convocatoria de esta semana llegó formulada sin perfil político sino diseñado como invitación modesta  a pensar más allá.
 
No se trata de demonizar al contenido político ni mucho menos. Por el contrario, el debate de visiones o ideas opuestas que deben ser saldadas en las urnas es lo más sagrado del sistema democrático. Esto es distinto: se trata de un paquete de visiones de largo plazo sobre las que sería conveniente disponer de una mirada unificada, luego a cada uno que le toque ocupar el poder tendrá sus matices para ejecutarlo.
 
Por ponerlo de otro modo, hay acuerdos de tipo político y otros de tipo estratégico. La Moncloa española o la reestructuración alemana fueron acuerdos políticos surgidos a la lumbre de grandes desgracias de la humanidad: El franquismo y el nazismo, y los azotes que pegaron en las sociedades que los padecieron. Hubo en ambos casos que acordar políticas de estímulo, inyecciones de dinero y planes de desarrollo que alguien debía financiar. Fue algo así como dejar de bailar sobre los cadáveres y volver a la racionalidad, en el caso alemán sumamente exitoso hasta depositar al país germano en la locomotora europea y en el caso español un ejemplo de cómo un buen acuerdo de convivencia política civilizada puede quedar en la canaleta de los intereses sectoriales. De eso puede dar testimonio la España de hoy.
 
Los acuerdos como los que se acaba de invitar en San Juan son de tipo estratégico y apuntan a individualizar el mejor modo de desarrollarnos en el plazo medio y largo. Todo un desafío a la madurez, justo ahora que se cumplieron 31 años de democracia ininterrumpida, el período político más estable de la historia argentina (aunque no parezca y haya que hacer un poco de memoria para reflexionar de que sí, sorpresa, lo es, parece mentira).
 
Hay en el país ya varios planes estratégicos, incluso alguno con éxitos notables como en Neuquén. Allí viene ganando desde la recuperación de la democracia el mismo partido con sus variantes (Movimiento Popular Nequino de los Sapag, o los Sobisch), pero cualquiera que asuma –o cada municipio, con sus innumerables variantes políticas- podrá disponer de un sistema estratégico pensado a largo plazo. El más relevante es el plan estratégico en turismo, que está inscripto en el plan provincial y que ha permitido un evidente despegue de la provincia en la actividad. Un área, el turismo, en el que cualquier estudio de proyección serio podrá contribuir notablemente también en San Juan.
 
También hay planes estratégicos en Córdoba, donde a diferencia de San Juan el consejo consultivo está integrado por personalidades de la provincia y no por cupos asignados a cada entidad representativa. Los hay en Chaco, con otra estructura y en Santa Fé, donde Hermes Binner dejó el legado de haber impulsado este esfuerzo de pensar hacia adelante.
 
En San Juan lo encabeza Ricardo Luque, el primer ministro de Economía de la gestión de Jorge Escobar, a quien Juan Carlos Rojas quiso retener cuando quedó a cargo del gobierno a fines de 1992, pero este joven de entonces prefirió partir. Luque, contador público, venía ya de antes con experiencia en los medios porque nada menos que Jorge Estornell lo había acomodado haciendo comentarios en el noticiero de Canal 8, y luego entró al gobierno a la parte administrativa de la mano del bloquismo.
 
En su "exilio” se dedicó a asesorar empresas en el desarrollo de productos, tanto en Argentina como en España.
 
Pero también recaló en el ámbito académico universitario, donde le fue picando el interés por la visión de largo plazo. Volvió hace un par de años convocado por José Luis Gioja para una asesoría, y ahora quedó a cargo del plan de desarrollo estratégico creado por ley. 
 
Lo que no quiere decir nada: en este país, se sabe, ni las leyes se cumplen. Por eso habrá que darle lustre de plan necesario nomás, con una cara visible como la de Luque que deberá ser lo suficientemente confiable como para despertar el interés de participar.
 
Dejarse de palabras engoladas u ocasionales como "ponernos de acuerdo una vez en la vida”, o "diseñar objetivos comunes”, y pasar a los hechos. Espera la arquitectura del nuevo San Juan, nada menos.



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