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Historias

Iluminada por el kung-fu

A los 20 años Alejandra quedó ciega tras sufrir retinopatía diabética. Aunque de chiquita le gustaban las artes marciales, recién hace cuatro años se animó al sable. Hoy es cinturón negro, compite y enseña como una más.

Por Redacción Tiempo de San Juan
Por Carla Acosta
Tiempo de San Juan 

Acompañada por su mamá, Alejandra Tejada (37) llega con su traje negro al Centro Integral de Artes Marciales en Villa Krause. Allí la espera a su profesor Lucio Roselot y a sus compañeritos, todos menores, quienes además de ser sus compinches en las clases son sus alumnos y competidores en alguna que otra exhibición. A pesar de su ceguera, la que padece desde hace 20 años, es cinturón negro en kung-fu y toda una apasionada de las artes marciales.

Ale quedó ciega después de sufrir retinopatía diabética, mientras cursaba la carrera de Astronomía en la Universidad Nacional. Aunque atravesó cinco cirugías, su situación fue empeorando hasta perder por completo la vista. Cuenta que en aquel entonces sólo estudiaba, jamás hizo deporte salvo el que practicaba en la escuela E.P.E.T Nº2. "Era un momento complicado. Pude cursar sólo un cuatrimestre porque todo era difícil, no podía tomarme los colectivos y me costaba leer el pizarrón. A veces mis compañeros se llagaban a tomar cuatro colectivos para acompañarme a mi casa”, cuenta. 

Tras perder la visión estuvo varios meses en estado de depresión, de hecho cuenta que pasaba los días encerrada entre las cuatro paredes de su habitación. Gracias a la contención y apoyo de su familia pudo recuperarse y retomar su vida cotidiana. Aunque tuvo que dejar los estudios, encontró en las danzas árabes un sostén importante. Bailó en escenarios sanjuaninos y hasta nacionales por varios años hasta se topó con el kung-fu, una de las tantas disciplinas  de la que estaba fascinada. 

Jean-Claude Van Damme, el conocido actor belga, es el gran responsable de su fanatismo por las artes marciales. Confiesa que desde niña pasaba horas y horas frente al televisor disfrutando de las películas de acción de Van Damme. Sin embargo jamás se le cruzó por la cabeza meterse a una academia hasta que de grande, a los 33 años, se animó a darle riendas a su pasión por el sable y la lucha: "Yo en danzas sentía discriminación, pero acá no. Cuando llegué me aceptaron sin ninguna regla. Hablé con Lucio, me dijo que nunca había tenido una alumna como yo pero que ambos íbamos a aprender”. 

Alejandra además de sufrir ceguera también es transplantada de un riñón y páncreas, por lo que no puede hacer esfuerzos físicos como abdominales y debe cuidarse en los torneos. Compite con chicos menores, preferentemente compañeros de su institución. Su fuerte es el kata (formas o secuencia de movimientos establecidos que se practican individualmente), el que realiza especialmente en exhibiciones. "Este deporte me ayudó mucho a fortalecer la musculación después de haber estado en coma farmacológico y haber padecido desnutrición de grado dos. Practicar kung-fu me da tranquilidad y sobre todo crecimiento. Me ayudó a manejar la condición física y mental”.  

Además de practicar kung-fu, lo enseña. Cuenta Lucio, su profe, que en varias ocasiones dejó a Alejandra a cargo de las clases de los más chiquitos. Ella lo disfruta, sobre todo porque le agrada trabajar con los niños en la disciplina que tanto ama. "Me gusta dar las clases. Soy muy exigente porque veo a los chicos capaces e inteligentes”, expresa Tejada. 
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