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El artillero internacional que supimos tener

El goleador que todo San Juan extraña

El Gallego Juan José Pérez los hizo en todos lados y de todos los colores. En estos tiempos en que el gol escasea para los equipos locales, él fue figura en San Martín y Desamparados en los viejos Nacionales. Rompió redes en Colombia y Ecuador donde fue ídolo y campeón. Desde su amigo José Pekerman hasta el narco Pablo Escobar, una historia imperdible. Por Fabio Cavaliere.

Por Redacción Tiempo de San Juan
Desde los potreros de Pocito al estadio Monumental, el Campín de Bogotá o el Atahualpa de Quito, para medirse con cracks de la talla de “Pinino” Mas, Willington Ortíz o Héctor Chumpitaz. Así fue la carrera de Juan José Pérez, o “El Gallego”, o “J.J.”, o “El Sanjuanino” como llegaron a decir los relatores del fútbol ecuatoriano. Fruto genuino de esta tierra en la época de oro del fútbol local, cuando casi no se necesitaban jugadores foráneos para armar equipos que debían enfrentar a los grandes de Buenos Aires en los viejos Nacionales.

Los mayores de 60, saben bien de quién se trata: Ese delantero alto y espigado, veloz, con gambeta larga y que jugaba con las dos piernas. Que no perdonaba nunca frente al arco rival y que hizo gritar gol tanto a los hinchas de San Martín como de Desamparados.

Fue el primer sanjuanino que, jugando para un equipo de esta provincia, le convirtió el primer gol oficial a Boca. Fue por el Nacional ’69 al Boca de Rojitas, Madurga, Suñé, que dirigía Alfredo Di Stéfano y que a la postre fue el campeón. Tras marcar el empate en un abarrotado Estadio del Parque, José María Muñoz lo entrevistó y le hizo escuchar el relato. 

También fue el hombre que le marcó dos tantos a Huracán en el famoso partido que el Víbora le ganó 3-0 en cancha de Ferro (Nacional ‘69), le cortó un invicto de 7 partidos y salió en la tapa de El Gráfico. 

El Gallego recuerda que dos semanas después de aquel batacazo, y cuando el equipo volvió a jugar en Buenos Aires, fueron invitados a Sábados Circulares y estuvieron con Pipo Mancera: “Me acuerdo que fuimos todos de traje y presenciamos el show de cantantes del Club del Clan”.    
Este pocitano nació el 11 de marzo de 1948 y es hijo de inmigrantes españoles. Se inició en Francis Langlais, el club que pertenecía a la bodega del mismo nombre (en Calle 13 y Aberastain) y a los 11 años (Sí, a los 11, algo inaudito para el fútbol local) y por 65 mil pesos pasó a Atenas. Con esa plata el Francis hizo una pista de baile.

En Atenas fue goleador y campeón de la liga pocitana hasta que en 1966, en un amistoso, le hizo 3 goles a San Martín y José Suárez, reconocido técnico de aquella época, fue a buscarlo tras el partido. Entonces, por un millón de pesos pasó al Verdinegro y con el dinero Atenas hizo el salón de fiestas que hoy lo alquilan para una fábrica de calzado.    

En 1967, fue otra vez goleador y campeón, esta vez del campeonato mayor de la Liga Sanjuanina. Al año siguiente, hizo una prueba en Newell’s Old Boys y quedó, pero San Martín “pidió una locura” para esos tiempos.

También el San Lorenzo campeón del ’72 y 74’ lo quiso comprar en esos años: “Estuve 30 días entrenando con grossos como Veglio, Telch, Irusta, Ortíz. Ofrecieron 1,5 millón de pesos y acá pidieron 3”, cuenta con nostalgia Pérez por la chance perdida.

Pero semejante goleador era imposible de retener para el fútbol local y en ese mismo 1974, recibió una oferta de Vélez y viajó para arreglar. Sin embargo, una vez en Buenos Aires se reunió con los dirigentes de la Liga Deportiva de Quito y firmó con ellos. Ya sé, seguro se está preguntando qué beneficio económico le dejaba, esta vez, al club que abandonaba. Con el pase de su transferencia San Martín hizo, nada menos, que las torres de iluminación que aún están en la cancha.

En la Liga, jugó entre 1974-1976, y se coronó campeón en el ’75 con muy buenas actuaciones en las Libertadores de esos años. La Copa del ’76 fue histórica para el equipo “azucena”, como se lo conoce, ya que llegaron a semifinales, eliminados por Alianza Lima y el Cruzeiro lleno de estrellas que le ganó la final a River. En esa edición El Gallego dejó su marca, le convirtió 4 goles al Guabirá de Bolivia, estableciendo un récord para su conjunto.   

Ese mismo año va al Deportivo Independiente de Medellín, para jugar un campeonato y comparte equipo con José Pekerman, de quién se hace muy amigo. “Era muy bueno y no se puede ser tan buen en el fútbol. Era muy habilidoso y por eso le pegaban bastante y así lo lesionaron (NdR: Su carrera se terminó allí por una grave lesión en la rodilla). Cuando le pegaban nosotros los salíamos a defender porque él no tenía carácter”, rememora J.J. que compartió infinidad de visitas a la casa del ex DT de la Selección Argentina.  

Ahí también se cruzó con un joven que hacía sus primeros pasos como dirigente. Era un nuevo benefactor altruista que inauguraba canchas de fútbol y repartía mercadería en los barrios más pobres de la ciudad. Su nombre Pablo Escobar Gaviria, el narcotraficante más famoso de la historia y por años el hombre más buscado del mundo.  “Venía a felicitarnos al vestuario y nos miraba en los entrenamientos, en ese entonces nadie sabía nada”.  

Tras volver a la Liga de Quito fue transferido a la Liga Universitaria de Portoviejo, donde fue Botín de Oro del campeonato ecuatoriano de 1978 (con 25 goles), con el mérito de lograrlo en un equipo chico y sin historia.

Después, volvió a Colombia para militar en el Independiente Santa Fe de Bogotá, donde a fines de 1979 reciben una oferta por él del Caracas de Venezuela, equipo al que Pérez no quería ir. “Los dirigentes, que eran mafiosos, me amenazaron, me querían sacar el pasaporte. Me decían ‘con la plata que recibimos, si usted no pasa no juega más al fútbol’ y así fue”. Le retuvieron el pase y se tuvo que retirar del fútbol. 

De regreso en San Juan, se dedicó a la dirección técnica y en la década del ’80 fue campeón con Peñarol y lo llevó a jugar un Regional. Mientras que a Aberastain lo sacó campeón de la B y subcampeón en Primera.   

Una historia de puro fútbol y goles, los que ahora le faltan a San Martín o Sportivo, por ejemplo. Pero como dice El Gallego: “Faltan oportunidades, no se aguantan a los jugadores jóvenes, es más fácil traer de afuera”. Lo dice un artillero implacable, sanjuanino puro, que regó de goles cuanta cancha pisó.            

En la vidriera top

El pocitano era protagonista y figura, aquí en la tapa de la famosa Revista Estadio (El Gráfico de Ecuador) cuando iba rumbo al Botín de Oro del campeonato. Como dice la publicación: “Lo añora la Liga (de Quito), lo quiso Barcelona (otro de los grandes de aquel país), … lo tiene Portoviejo”.   Allí fue ídolo y capitán. “La altura es terrible, eran 2.800 metros sobre el nivel del mar. Yo estuve 20 días para jugar el primer partido que fue un amistoso contra Racing y no jugué los 90 minutos” 

Un partido único

Eran tiempos dorados para el fútbol sanjuanino, había jugadores con calidad para la selección nacional y hasta para Europa. Fue en Colombia en 1979, cuando quizás se jugó el partido más importante en el que San Juan haya trascendido a nivel internacional. Fue nada menos que en el mítico estadio El Campín de Bogotá y en uno de los clásicos del fútbol cafetero:                  Independiente Santa Fe y Junior de Barranquilla que igualaron 2 a 2; con dos goles de J.J. Pérez para los locales y dos del mediaguino Oscar Fornari (que jugó en la selección) para el Junior. Sí,  los 4 goles de un partido de primera división del futbol extranjero, obra de dos sanjuaninos , inédito e irrepetible. “Salimos abrazados de la cancha y fuimos tapa de los diarios”, recuerda hoy El Gallego. 

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